martes, 25 de febrero de 2014

ORACIONES EN HONOR DE LOS DOLORES Y ALEGRÍAS DEL GLORIOSO PATRIARCA SAN JOSÉ

    I. ¡Oh Esposo purísimo de María, glorioso San José! Así como fue grande la angustia de vuestro corazón en la perplejidad sobre abandonar a vuestra inmaculada Esposa, así fue grande también vuestra alegría al saber por el Ángel el misterio inefable de la Encarnación.
    Por este dolor y por esta alegría os suplicamos que consoléis a nuestra alma, ahora con una santa vida, y en la hora extrema con morir santamente en medio de Jesús y de María.
    Padre nuestro, Ave María y Gloria.

    II. ¡Oh felicísimo Patriarca, escogido por Dios para servir de padre al Verbo de Dios hecho hombre! Grande fue el dolor que sentiste al ver nacer en tan extrema pobreza el Niño Jesús, y grande también tu alegría al verte en medio de un ejército de ángeles, que con su presencia y celestiales cánticos convirtieron en paraíso la miseria del lugar y la crudeza y tinieblas de aquella noche en que empezó la redención del mundo.
    Os suplicamos por este dolor y por este gozo, que después de esta vida pasemos a oír las alabanzas que dan a Dios los ángeles, y gozar de los resplandores de la gloria celestial.
    Padre nuestro, Ave María y Gloria.

    III. ¡Oh ejecutor obedientísimo de la ley de Dios, glorioso San José! La sangre preciosísima que en la circuncisión derramó Jesús, os traspasó el corazón; pero remedió este dolor el consuelo que sentisteis al llamar al Niño con el nombre dulcísimo de Jesús.
    Por este dolor y por este gozo os suplicamos nos alcancéis la gracia de que corregidos en vida de nuestros vicios, amemos as Jesús, para que grabando en nuestro corazón tan dulce nombre, tengamos la dicha de morir pronunciándolo.
    Padre nuestro, Ave María y Gloria.

    IV. ¡Oh fidelísimo santo, glorioso San José, a quien Dios concedió tener parte en los misterios de la Redención! Si el anuncio que oísteis de los labios de Simeón sobre lo que habrían de padecer Jesús y María os afligió en gran manera, os consoló mucho más el saber que serían infinitas las almas que se habrían de salvar en virtud de sus padecimientos.
    Alcanzadnos por este dolor y por este gozo que seamos del número de los que, por los méritos de Jesús e intercesión de María, hayan de resucitar gloriosos a la vida eterna.
    Padre nuestro, Ave María y Gloria.

    V. ¡Oh, custodio vigilantísimo e íntimo del Hijo de Dios encarnado, glorioso San José! Mucho afán, mucha pena os ocasionó el cuidado de haber de sustentar al Hijo del Altísimo, principalmente en la huída a Egipto; pero también os consoló grandemente el tener al mismo Dios en vuestros brazos, y ver caer en su presencia los ídolos de Egipto.
    Os suplicamos por este dolor y por este gozo, que alejando de nosotros al tirano infernal, sobre todo huyendo de las ocasiones peligrosas, caigan de nuestro corazón los ídolos de los afectos terrenos, para que no perteneciendo sino a Jesús y María vivamos con ellos, para morir santamente en ellos.
    Padre nuestro, Ave María y Gloria.
    VI. ¡Oh ángel de la tierra, glorioso San José, que admiraste al Rey del cielo obediente y sujeto a una señal tuya! Si el consuelo que tuviste al recibir del Ángel la orden de sacar a Jesús de Egipto, te enturbió la noticia de que reinaba Arquelao en lugar de Herodes: asegurado no obstante por el Ángel, arribaste gozoso con Jesús y María a Nazaret.
    Por este dolor y por este gozo te rogamos nos alcances que libre nuestro corazón de temores nocivos, con tranquilidad de espíritu vivamos con Jesús y María, y con ambos también muramos.
    Padre nuestro, Ave María y Gloria.
    VII. ¡Oh modelo de toda santidad, glorioso San José! Si perdiste, y no por culpa tuya, al divino Niño Jesús, añadiéndose a tal dolor la angustia de no encontrarle en tres días; tuviste al fin el consuelo inefable de hallarle en el templo honrado y admirado de los doctores.
    Por este dolor y por este gozo te suplicamos con todas las veras de nuestro corazón que intercedas para que jamás perdamos a Jesús por culpa grave; y que si tuviésemos tal desgracia, le busquemos sin descanso hasta encontrarle, y especialmente en el artículo de la muerte, para pasar a gozar de Él en el cielo, donde con Vos podamos cantar eternamente las misericordias del Señor.
    Padre nuestro, Ave María y Gloria.
    V. Ora pro nobis, S. Joseph.
    R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi.
    Deus, qui ineffabili providentia beatum Joseph sanctissimae Genitricis tuae Sponsum eligere dignatus es; praesta, quaesumus, ut quem protectorem veneramur in terris, intercessorem habere mereamur in coelis. Qui vivis et regnas in saecula saeculorum. Amen. 

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