sábado, 12 de marzo de 2016

ENSÉÑANOS, SEÑOR, A BIENDECIR...


Tenemos en los labios la crítica rápida,
nos damos cuenta enseguida del fallo ajeno,
parecemos niños acusadores, que no aman,
en vez de hermanos fraternos y disculpadores.

Enséñanos, Señor, a hablar bien del otro,
a descubrir su tesoro interior y su mejor parte,
a disculpar con una ternura como la tuya,
a comprender metiéndonos dentro de su persona.

Tú que con todas las personas provocabas encuentros,
danos la capacidad de respetarnos a fondo,
la empatía de escuchar al otro desde su música interior,
y la misericordia de corazón para acogerle como es.

Frena en nosotros toda crítica amarga,
todo comentario descalificador y negativo,
cualquier reproche que distancia y aleja,
y el más pequeño gesto que rompa nuestro amor.

Queremos contigo disculpar siempre,
entender los porqués de la otra persona,
comprenderle incondicionalmente,
restituyéndole la fe en sí mismo
y en nuestra incondicional amistad.

Haznos palabra cálida, gesto oportuno,
mirada amorosa y mano tendida,
como Tú lo eres, Señor.