Diogeniano les instó a abandonar sus creencias y obligó a las hermanas Justa y Rufina a participar descalzas en una nueva procesión en honor a Salambó, a lo que ellas se negaron rotundamente.
Tras esta negativa, comenzó el proceso de martirio de Justa y de Rufina, a las que torturaron en el potro, las azotaron y las llegaron a colgar de los cabellos. Tras esto, esperaba el pretor Diogeniano que las hermanas renunciaran a su fe, pero viendo que nada surtía efecto mandó encerrarlas en la cárcel sin agua ni pan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario