Buenos días. El Evangelio de san Marcos nos hace un breve resumen de la actividad de Jesús en Galilea. Él predica y la gente viene en multitud de todas las regiones, incluso de los paganos, porque han oído su fama y lo buscan desesperadamente. Todos, incluso los demonios, reconocen que es, como dice la Carta a los Hebreos, un sumo sacerdote que ofrece su propia sangre al Padre por la salvación de todos, para que, por Él, podamos entrar en el Paraíso. Seamos buenos, confiemos en Dios y busquemos su salvación.
1ª Lectura (Heb 7, 25—8,6): Hermanos: Jesús puede salvar definitivamente a los que se acercan a Dios por medio de él, pues vive siempre para interceder a favor de ellos. Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. Él no necesita ofrecer sacrificios cada día como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. En efecto, la ley hace sumos sacerdotes a hombres llenos de debilidades. En cambio, la palabra del juramento, posterior a la ley, consagra al Hijo, perfecto para siempre.
Esto es lo principal de todo el discurso: Tenemos un sumo sacerdote que está sentado a la derecha del trono de la Majestad en los cielos, y es ministro del Santuario y de la Tienda verdadera, construida por el Señor y no por un hombre. En efecto, todo sumo sacerdote está puesto para ofrecer dones y sacrificios; de ahí la necesidad de que también Jesús tenga algo que ofrecer. Ahora bien, si estuviera en la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo otros que ofrecen los dones según la ley. Estos sacerdotes están al servicio de una figura y sombra de lo celeste, según el oráculo que recibió Moisés cuando iba a construir la Tienda: «Mira», le dijo Dios, «te ajustarás al modelo que te fue mostrado en la montaña». Mas ahora a Cristo le ha correspondido un ministerio tanto más excelente cuanto mejor es la alianza de la que es mediador: una alianza basada en promesas mejores.
Texto del Evangelio (Mc 3, 7-12): En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos hacia el mar, y le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y Sidón, una gran muchedumbre, al oír lo que hacía, acudió a Él. Entonces, a causa de la multitud, dijo a sus discípulos que le prepararan una pequeña barca, para que no le aplastaran. Pues curó a muchos, de suerte que cuantos padecían dolencias se le echaban encima para tocarle. Y los espíritus inmundos, al verle, se arrojaban a sus pies y gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero Él les mandaba enérgicamente que no le descubrieran.
“Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una barca” (Mc 3, 7-12)
Señor Jesús, tu Palabra me lleva a preguntarme que si hoy me encargases algo a mí o a mi comunidad, ¿qué me encargarías? ¿Qué nos encargarías?
Señor Jesús, tú pediste a los tuyos que tuvieran preparada una barca... ¿qué necesitas hoy de mí?
Si necesitas una persona que busca y que intenta estar a la escucha de tu Palabra, aquí me tienes.
Si necesitas una persona sensible, despierta y apasionada, aquí me tienes.
Si necesitas un profeta, un soñador o un creativo, me gustaría serlo siempre, pero desde lo que ya tengo, aquí me tienes.
Si necesitas mi tiempo, mis manos, mis pies y mis palabras para anunciar y hacer posible el Reino, aquí me tienes.
Si necesitas un creyente confiado, entregado a la causa y con un profundo deseo de serte fiel, aquí me tienes.
Señor Jesús, encárgame cuanto necesites. Estaré dispuesto. Haré lo que pueda con lo que soy y tengo.
Gracias, un día más, por contar conmigo. Y que llegue la paz y el pan para todos.
Así te lo pido por intercesión de la Virgen de la Paz. Así sea.
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