¡Oh, Jesús, Divino Redentor de nuestras almas. que por un designio inescrutable de tu amor quisiste fomentar en Sotaquí la devoción de tu santa infancia como una fuente perenne de gracias y bendiciones en favor de los que te invocan con fe y confianza.
Reconociendo yo la infinita bondad y clemencia de tu misericordiosísimo Corazón, vengo a postrarme ante tu altar para pedirte humildemente el perdón de mis pecados, el alivio de mis penas y el remedio eficaz de todas mis necesidades, tanto espirituales como temporales.
En cambio, dulcísimo y divino Niño, ayudado de tu gracia, te prometo ser tuyo hasta la muerte viviendo fielmente consagrado a tu amor y servicio.
Sé mi rey, mi salvador y dueño, sé siempre mi dulce y adorado Jesús en esta vida, para tener después la seguridad y la inefable dicha de alabarte y bendecirte eternamente en el Cielo. Amén.
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