viernes, 10 de enero de 2025

VIERNES DESPUÉS DE EPIFANÍA C


Buenos días. El Evangelio de san Lucas nos muestra hoy a Jesús explicando su misión a sus propios paisanos de Nazaret: acercarse a los más necesitados, pobres, ciegos, presos... Su misión es proclamar la gracia de Dios. Es lo que san Juan nos enseña en la primera lectura: el amor consiste en que guardemos los mandamientos de Dios y los cumplamos, porque amar a Dios significa amar al prójimo. Seamos buenos y confiemos siempre en Dios.


1ª Lectura (1Jn 4,19—5,4): Queridos hijos: Amamos a Dios, porque Él nos amó primero. Si alguno dice: «Amo a Dios» y aborrece a su hermano, es un mentiroso, pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Además, Jesús nos ha dado este mandamiento: El que ama a Dios, que ame también a su hermano.

Todo el que cree que Jesús es el Mesías, ha nacido de Dios. Todo el que ama a un padre, ama también a los hijos de este. Conocemos que amamos a los hijos de Dios en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos, pues el amor de Dios consiste en que cumplamos sus preceptos. Y sus mandamientos no son pesados, porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y nuestra fe es la que nos ha dado la victoria sobre el mundo.



Texto del Evangelio (Lc 4, 14-22): En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región. Él iba enseñando en sus sinagogas, alabado por todos.


Vino a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor».

Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en Él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy». Y todos daban testimonio de Él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca.



“El Espíritu del Señor está sobre mí: me ha enviado a anunciar el Evangelio a los pobres, para dar libertad a los oprimidos” (Lc 4, 14-22a)

Señor Jesús, en esta mañana haznos entender internamente qué significa que el Espíritu del Señor está sobre nosotros. Porque si tu Espíritu está sobre nosotros estamos instados a movilizarnos, a reconocer el fuego que has encendido dentro de cada uno de nosotros, a dar a conocer el proyecto de tu Reino, a ponernos al lado de los más débiles y trabajar por su liberación desde el servicio y la alegría.

Señor Jesús, ese mismo Espíritu que está sobre nosotros nos envía hoy a anunciar tu evangelio, con palabras y gestos, con valentía, sin glosas, sin traducciones interesadas y sin adaptaciones. 

Ese mismo Espíritu nos impulsa hoy a estar junto a los pobres, a conocer su realidad, a hacerla nuestra, a intentar revertir la historia, a luchar por su dignidad y por restablecer los derechos de los que carecen. 

Ese mismo Espíritu nos exhorta a dar libertad a los oprimidos, a todos aquellos que viven o sobreviven bajo el yugo de la violencia, de la discriminación, del miedo, de la trata, de la explotación, de la indiferencia, de la tristeza…

Señor Jesús, si tu Espíritu está sobre nosotros, danos la fe, la esperanza y la caridad necesarias para poder vivir desde Él, para testimoniar con nuestra vida que es Él quien nos mueve e inspira toda nuestra acción. 

Así te lo pido. Así sea.








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