SEÑOR, ESCUCHA MI ORACIÓN, ATIENDE A LA VOZ DE MI SÚPLICA.
Buenos días. Seguimos rezando por el Papa. Hoy sábado las lecturas nos ayudan a descubrir que Dios nos llama a nosotros que no somos perfectos, ha venido al mundo para que descubramos lo maravilloso que es vivir cerca de Él y, como dice la lectura de Isaías, cuando alejemos la opresión y demos ayuda al hambriento brillará nuestra luz en la tiniebla. Seamos buenos y confiemos en Dios, que es lento a la ira y muy rico en misericordia.
1ª Lectura (Is 58, 9b-14): Esto dice el Señor: «Cuando alejes de ti la opresión, el dedo acusador y la calumnia, cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo y sacies al alma afligida, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad como el mediodía. El Señor te guiará siempre, hartará tu alma en tierra abrasada, dará vigor a tus huesos. Serás un huerto bien regado, un manantial de aguas que no engañan. Tu gente reconstruirá las ruinas antiguas, volverás a levantar los cimientos de otros tiempos; te llamarán “reparador de brechas”, “restaurador de senderos”, para hacer habitable el país. Si detienes tus pasos el sábado, para no hacer negocios en mi día santo, y llamas al sábado “mi delicia” y lo consagras a la gloria del Señor; si lo honras, evitando viajes, dejando de hacer tus negocios y de discutir tus asuntos, entonces encontrarás tu delicia en el Señor. Te conduciré sobre las alturas del país y gozarás del patrimonio de Jacob, tu padre. Ha hablado la boca del Señor».
Salmo responsorial
R/. Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad.
Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva, Dios mío, a tu siervo, que confía en Ti.
Piedad de mí, Señor, que a Ti te estoy llamando todo el día; alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia Ti, Señor.
Porque Tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica.
Versículo antes del Evangelio (Ez 3, 11): No quiero la muerte del impío, dice el Señor, sino que se convierta y viva.
Texto del Evangelio (Lc 5, 27-32): En aquel tiempo, Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: «Sígueme». El, dejándolo todo, se levantó y le siguió. Leví le ofreció en su casa un gran banquete. Había un gran número de publicanos, y de otros que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y sus escribas murmuraban diciendo a los discípulos: «¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?». Les respondió Jesús: «No necesitan médico los que están sanos, sino los que están mal. No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores».
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