Querido san Bonifacio, tú que desde tu tierna infancia te apasionaste por las cosas de Cristo, pide a Dios que aumente mi amor por Él. Tú que quisiste ser siempre monje y terminaste siendo obispo, pide a Dios que aumente mi humildad. Tú que fuiste mártir y no perdiste la alegría, dile al Señor que me dé la gracia de mantener la alegría en la prueba y el Espíritu de Dios en la adversidad.
Tú que en tu vida hiciste de la oración y la meditación de la palabra de Dios tu alimento y el aire que respiró tu espíritu, pide al Padre que me dé la gracia de perseverar en la oración y gustar en la meditación de su Palabra de vida.
Tú que te doliste tanto por ver cuanta gente moría a tu alrededor sin conocer la salvación que viene de nuestro Señor Jesucristo, pide al Señor que me dé la gracia del fuego apostólico y que redoble mis ánimos para no dejar de predicarlo con mi ejemplo y mi palabra.
Tú que siendo obispo, y ya entrado en años, elegiste retornar al sendero de simple misionero, y en él encontraste la muerte en el martirio, en manos de los bárbaros que rechazaban a Cristo, pide a Dios nuestro Señor que me done la gracia de no amar más esta vida terrena que la Vida eterna, de no atarme a mis lugares mundanos, sino que sepa escuchar y seguir el Espíritu del Señor, allí donde Este me llame.
Señor nuestro, que con tu amor hacia los hombres quisiste que san Bonifacio anunciara a los pueblos la riqueza insondable que es Cristo, concédenos, por su intercesión, crecer en el conocimiento del misterio de la Cruz y vivir siempre según las enseñanzas del Evangelio, fructificando con toda clase de buenas obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén.
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