Buenos días. Feliz día de san Antonio de Padua. Las lecturas de hoy nos invitan a descubrir nuestra debilidad en las cosas que vivimos. Por eso, Jesús recuerda en el evangelio que la fortaleza para vencer al pecado no es nuestra fuerza de voluntad, sino la gracia de Dios que se manifiesta en nuestra debilidad y que a pesar de nuestras caídas, debemos tener los ojos fijos en la meta a la que nos ha llamado, el Cielo, así poco a poco con su gracia conseguiremos que todo lo que hagamos sea siempre para mayor gloria de Dios. Seamos buenos, confiemos en Dios y ofrezcamos nuestras vidas como la gran y buena alabanza a Dios.
1ª Lectura (2Cor 4, 7-15): El tesoro del ministerio lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
Mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte, por causa de Jesús; para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. Así, la muerte está actuando en nosotros, y la vida en vosotros. Teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: «Creí, por eso hablé», también nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con vosotros. Todo es para vuestro bien. Cuantos más reciban la gracia, mayor será el agradecimiento, para gloria de Dios.
Salmo responsorial: 115
R/. Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza.
Tenía fe, aun cuando dije: «¡Qué desgraciado soy!». Yo decía en mi apuro: «Los hombres son unos mentirosos».
Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo, hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo.
Versículo antes del Evangelio (Flp 2, 15.16): Aleluya. Iluminad al mundo con la luz del Evangelio reflejada en vuestra vida. Aleluya.
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