Buenos días. Que tengamos un gran lunes. Hoy para animarnos a comenzar nuestra tarea la Iglesia nos muestra en las lecturas la fe. El jefe de la sinagoga cree que Jesús puede devolver la vida; la mujer que sufre por la sangre tiene fe en que sólo con tocarlo se curaría; Jacob tiene fe en la promesa que Dios hizo a sus padres y que le ha revelado a él. Y porque todos tienen fe, llega a sus vidas la salvación. Pero tengamos cuidado, porque la fe significa dar credibilidad a lo que no vemos, pero tenemos esperanza y certeza del amor misericordioso de Dios, y por eso esperamos contra todo sentido humano que la voluntad divina se hará realidad en nosotros, aunque no sabemos de qué forma. Esa es lo difícil de creer, vivir en la continua esperanza, lucha y transformación de nuestros pensamientos y corazones. Pidamos hoy al Señor fe. Seamos buenos y confiemos en Dios, nuestro refugio y alcázar donde estamos seguros.
1ª Lectura (Gén 28, 10-22a): En aquellos días, Jacob salió de Berseba en dirección a Jarán. Casualmente llegó a un lugar y se quedó allí a pernoctar, porque ya se había puesto el sol. Cogió de allí mismo una piedra, se la colocó a guisa de almohada y se echó a dormir en aquel lugar. Y tuvo un sueño: Una escalinata apoyada en la tierra con la cima tocaba el cielo. Ángeles de Dios subían y bajaban por ella. El Señor estaba en pie sobre ella y dijo: «Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac. La tierra sobre la que estás acostado, te la daré a ti y a tu descendencia. Tu descendencia se multiplicará como el polvo de la tierra, y ocuparás el oriente y el occidente, el norte y el sur; y todas las naciones del mundo se llamarán benditas por causa tuya y de tu descendencia. Yo estoy contigo; yo te guardaré dondequiera que vayas, y te volveré a esta tierra y no te abandonaré hasta que cumpla lo que he prometido».
Cuando Jacob despertó, dijo: «Realmente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía». Y, sobrecogido, añadió: «Qué terrible es este lugar; no es sino la casa de Dios y la puerta del cielo». Jacob se levantó de madrugada, tomó la piedra que le había servido de almohada, la levantó como estela y derramó aceite por encima. Y llamó a aquel lugar «Casa de Dios»; antes la ciudad se llamaba Luz. Jacob hizo un voto, diciendo: «Si Dios está conmigo y me guarda en el camino que estoy haciendo, si me da pan para comer y vestidos para cubrirme, si vuelvo sano y salvo a casa de mi padre, entonces el Señor será mi Dios, y esta piedra que he levantado como estela será una casa de Dios».
Salmo responsorial: 90
R/. Dios mío, confío en Ti.
Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en Ti».
Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás.
«Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo escucharé. Con él estaré en la tribulación».
Versículo antes del Evangelio (2Tim 1, 10): Aleluya. Jesucristo, nuestro salvador, ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio. Aleluya.
Yo creo en Ti, Señor, y te doy gracias de corazón, pero aumenta mi fe, porque a veces me envuelven las dudas.
Señor, haz que mi fe sea plena, que sepa abrirte mis pensamientos y sentimientos y acciones, mi pasado, mi presente y mi futuro, sin reservas.
Señor, haz que mi fe sea coherente, que acepte las renuncias y los deberes que comporta y sepa hacerla vida en cada momento de mi vida.
Señor, haz que mi fe sea fuerte, que madure ante la contradicción de los problemas, que encuentre cimiento más firme ante quienes la rechazan.
Señor, haz que mi fe sea alegre, al saber y sentir que tu amor me envuelve, al descubrir en cada persona la huella de tu gloria.
Señor, haz que mi fe sea activa, que sepa verte en los pobres y en cuantos me necesitan y sepa avanzar por el camino de servicio y la entrega.
Señor, haz que mi fe sea humilde. Porque estoy envuelto en debilidades, que apoye mi fe en la fe de los hermanos, en la fe de la Iglesia.
Señor, haz que mi fe sea contagiosa, a través de mis palabras, mi sonrisa y mi vida entera. Que sepa transmitir, Señor, que Tú eres lo mejor que me ha pasado. Como lo supo hacer tu madre y nuestra Madre, María.
Así te lo pido, así sea.
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