que cuando puedes no quieras,
y quieras cuando no puedes.
Hoy celebramos a santa Brígida, una de estas mujeres fuertes en la fe y en la vida. Nació en el año 1303 en Suecia. Sus padres fueron de la alta aristocracia, que se preocuparon de dar la debida educación religiosa a su hija.
A los catorce años la, casaron con un caballero del que tuvo ocho hijos. La santidad de unos y el alejamiento de la fe de los otros, hace que ella se vuelque en inculcar a todos el santo temor de Dios, manifestado en la práctica de las virtudes cristianas y humanas. Llamada por doña Blanca a la corte, siempre dio testimonio de su condición de creyente, estimulando a los demás a seguirle. Asumiendo una costumbre de su tiempo, durante dos años llevó a cabo con su marido la peregrinación a Compostela, donde reposan los restos del Apóstol Santiago.
Después de enviudar, ella se siente atraída a una mayor dedicación a los necesitados por amor al Reino de los Cielos. En medio de la Guerra de los Cien Años y el destierro de Avignón, siente la llamada de lo Alto a fundar un convento desde cuyo carisma invite a todos a la santidad, proyecto que tuvo dificultades al destruirlo el monarca.
Pero ella no ceja en su celo por el Evangelio y nunca se echa atrás. Tras conseguir la vuelta de los papas a Roma, lucha por la aprobación de su fundación, algo que conseguirá dos décadas más tarde. Muere en 1373. Santa Brígida de Suecia es Patrona de Europa, junto a san Benito, santa Catalina de Siena y santa Teresa Benedicta de la Cruz, además de los santos Cirilo y Metodio, abogados de la evangelización en la Europa Oriental.
Santa Brígida, te rogamos nos alcances del Señor la perseverancia diaria para rezar estas oraciones por las Santas Llagas de Jesucristo. Tráenos de su Divina Misericordia el privilegio de meditarlas y su aprovechamiento espiritual. Intercede ante el Señor para que disfrutemos con gozo de las promesas que contienen, por mediación de nuestra Santísima Madre. Amén.
Buenos días. Hoy miércoles la Iglesia celebra la fiesta de santa Brígida, patrona de Europa. Y las lecturas nos invitan a vivir unidos a Cristo para que podamos dar auténticos frutos. Esa es la experiencia de san Pablo en la primera lectura: ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Esta vivencia significa poner toda nuestra confianza en el estilo de vida cristiano. Seamos buenos y confiemos en Dios, porque los que buscan al Señor no carecen de nada.
Primera lectura
Hermanos: Yo he muerto a la ley por medio de la ley, con el fin de vivir para Dios. Estoy crucificado con Cristo; vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí. Y mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí.
Quiero ser verdadero sarmiento, sarmiento que permanece pegado a la parra que lo sostiene, y que, por ella, recibe el alimento para mantenerse vivo y fecundo.
Quiero ser sarmiento que se limpia de todo aquello que le amenaza arrancarlo de la vid, de la vid que le da la savia verdadera para fertilizarse y dar hermosos frutos.
Quiero ser sarmiento que recibe la poda necesaria para quedar siempre bien injertado en la vid, sin peligro de ser arrancado por los temporales, la sequía o las malas hierbas que lo destruyen y alejan de su tronco verdadero.
Quiero ser injerto tuyo, Dios mío, para que nunca tu Amor quede cortado en el camino a mi corazón, y siempre esté regado por tu bendición y tu compasión.
Quiero ser sarmiento que vive de su Viña y que da los frutos que la Viña espera. Buenos frutos que sacian el hambre y la sed de los que se acercan a ella. Amén.
Buenos días. Feliz martes hoy hacemos memoria de santa María Magdalena, apóstol de los apóstoles. La Iglesia nos invita a celebrar la resurrección, y lo hacemos descubriendo los sentimientos de los primeros apóstoles, la desesperación, la impotencia, el miedo, la rabia. Todo queda expresado en el diálogo de Magdalena con los ángeles y el mismo Señor, y todos esos sentimientos son los que le impiden ver más allá para descubrir a Jesús resucitado. Cuando los superó, vio al Señor y recibe el encargo de anunciar lo que ha visto y la alegría que siente. Nosotros también debemos superar los centinelas que custodian lo humano, para poder alegrarnos en lo divino y llevarlo a los demás. Si no estamos sedientos del Dios vivo, jamás podremos transmitirlo. Seamos buenos, confiemos en Dios y transmitamos al amor de nuestra alma.
1ª Lectura (Cant 3, 1-4a): Así dice la esposa: «En mi cama, por la noche, buscaba al amor de mi alma: lo busqué y no lo encontré. Me levanté y recorrí la ciudad por las calles y las plazas, buscando al amor de mi alma; lo busqué y no lo encontré. Me han encontrado los guardias que rondan por la ciudad: ‘¿Visteis al amor de mi alma?’. Pero, apenas los pasé, encontré al amor de mi alma».
O bien: 2Cor 5, 14-17:
Hermanos: El amor de Cristo nos apremia, al pensar que si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos para que los que viven ya no vivan para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. Por eso nosotros ya no juzgamos a nadie con criterios humanos. Si alguna vez hemos juzgado a Cristo con tales criterios, ahora ya no lo hacemos. El que vive según Cristo es una creatura nueva; para él todo lo viejo ha pasado. Ya todo es nuevo.
Salmo responsorial: 62
R/. Mi alma está sedienta de Ti, mi Dios.
Oh Dios, Tú eres mi Dios, por Ti madrugo, mi alma está sedienta de Ti; mi carne tiene ansia de Ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos.
Porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a Ti, y tu diestra me sostiene.
Versículo antes del Evangelio: Aleluya. ¿Qué has visto de camino, María, en la mañana? A mi Señor glorioso, la tumba abandonada. Aleluya.
También a mí me llamas por mi nombre. Te escucho, Señor.
Señor, Tú expulsaste siete demonios de María Magdalena y, hoy, ahuyentas de mi corazón miedos y desesperanzas, egoísmos y tristezas. Gracias, Señor, por lo que hiciste con Magdalena y por lo que haces por mí.
Señor, María Magdalena fue agradecida, te amaba con todo su corazón de mujer y dedicó toda su vida a seguirte y servirte. Que también yo, Señor, sea agradecido, te ame, te siga con confianza y te sirva con generosidad.
Señor, Magdalena estuvo siempre a tu lado, en tu pasión, muerte y sepultura. Que también yo esté junto a Ti, en los que sufren, cuando no te sienta cerca y cuando la fe me traiga más problemas que satisfacciones.
Señor, Tú premiaste la fidelidad de la Magdalena saliendo a su encuentro después de tu resurrección, para convertir su duelo en danzas. Señor, que también yo encuentre en Ti la alegría, la paz y la esperanza.
Señor, Tú confiaste a María Magdalena la misión de anunciar tu resurrección y cuentas conmigo para transmitir tu vida nueva. Señor, dame tu Espíritu, para cumplir esta misión con la alegría y la entrega de María Magdalena. Amén.
Buenos días. Feliz lunes. Los judíos en el evangelio piden un signo a Jesús y Él responde que el signo es el de Jonás y la reina de Saba. Esta respuesta deja a los oyentes inquietos porque Jesús les dice; "Os basta mi promesa y mi sabiduría que vienen de Dios y que atestiguan los milagros, pero no hay peor ciego que el que no quiere ver". Delante de nosotros tenemos la esperanza, la verdad, vida y muchas veces nos decantamos por escoger lo que no nos conviene, ¿por qué? ¿Quizá creemos que sabemos más que Dios? Confiemos en su sabiduría y sus palabras se cumplirán en nuestras vidas, pero tengamos paciencia porque los tiempos de Dios no son los nuestros. Seamos buenos y confiemos en Dios, que su victoria es sublime.
1ª Lectura (Éx 14, 5-18): En aquellos días, cuando comunicaron al rey de Egipto que el pueblo había escapado, el Faraón y su corte cambiaron de parecer sobre el pueblo, y se dijeron: «¿Qué hemos hecho? Hemos dejado marchar a nuestros esclavos israelitas». Hizo preparar un carro y tomó consigo sus tropas: tomó seiscientos carros escogidos y los demás carros de Egipto con sus correspondientes oficiales. El Señor hizo que el Faraón se empeñase en perseguir a los israelitas, mientras éstos saltan triunfantes. Los egipcios los persiguieron con caballos, carros y jinetes, y les dieron alcance mientras acampaban en Fehirot, frente a Baal Safón.
Se acercaba el Faraón, los israelitas alzaron la vista y vieron a los egipcios que avanzaban detrás de ellos y, muertos de miedo, gritaron al Señor. Y dijeron a Moisés: «¿No había sepulcros en Egipto?, nos has traído a morir en el desierto; ¿qué es lo que nos has hecho sacándonos de Egipto? ¿No te lo decíamos en Egipto: ‘Déjanos en paz, y serviremos a los egipcios; más nos vale servir a los egipcios que morir en el desierto’?». Moisés respondió al pueblo: «No tengáis miedo; estad firmes, y veréis la victoria que el Señor os va a conceder hoy: esos egipcios que estáis viendo hoy, no los volveréis a ver jamás. El Señor peleará por vosotros; vosotros esperad en silencio».
El Señor dijo a Moisés: «¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren en medio del mar a pie enjuto. Que yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a costa del Faraón y de todo su ejército, de sus carros y de los guerreros. Sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a costa del Faraón, de sus carros y de sus guerreros».
Salmo responsorial: 15
R/. Cantaré al Señor, sublime es su victoria.
Cantaré al Señor, sublime es su victoria, caballos y carros ha arrojado en el mar. Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Él es mi Dios: yo lo alabaré; el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.
El Señor es un guerrero, su nombre es «El Señor». Los carros del Faraón los lanzó al mar, ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes.
Las olas los cubrieron, bajaron hasta el fondo como piedras. Tu diestra, Señor, es fuerte y terrible, tu diestra, Señor, tritura al enemigo.
Versículo antes del Evangelio (Sal 94, 8): Aleluya. Hoy no queráis endurecer vuestros corazones, sino oíd la voz del Señor. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mt 12, 38-42): En aquel tiempo, le interpelaron algunos escribas y fariseos: «Maestro, queremos ver una señal hecha por ti». Mas Él les respondió: «¡Generación malvada y adúltera! Una señal pide, y no se le dará otra señal que la señal del profeta Jonás. Porque de la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con esta generación y la condenará; porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón».
Jesús está “harto” de curar toda clase de dolencias y llegan los fariseos y escribas y le piden ver un signo. A veces pensamos y actuamos de la misma manera. Dios ha hecho mucho por nosotros, nos ha salvado de muchos peligros, nos ha resucitado de muchas “muertes”. Pero nunca estamos conformes. Nos gustaría ver algo más.
“Señor gracias por las maravillas que salen de tus manos, enséñanos a descubrirlas y a agradecerlas. Fortalece nuestra fe en Ti”.
Los ninivitas se convirtieron por la palabra de Jonás. Jesús es mucho más que Jonás y nos llama a la conversión. ¿Vas descubriendo los caminos de conversión que Jesús te señala? ¿Cómo los sigues? ¿Qué dices a Dios?
Bendito seas, Padre, porque nos das tu Espíritu, el único que puede convertimos, el único que puede atravesar nuestros pensamientos, el único que puede darnos un corazón de hijos, el único que puede guiarnos por la senda del Evangelio, el único que hace posible nuestra vuelta a tu seno.
Buenos días. Feliz domingo. Las lecturas nos hablan de acogida y servicio. Abraham acoge a los misteriosos hombres, siente que es Dios mismo y los acoge dándoles lo mejor que tiene y ellos le hacen una promesa (su hijo legítimo). Jesús pasa por Betania y dos mujeres y su hermano los reciben y Marta se esmera en servir, pero se cansa y se da cuenta de que no va a terminar nunca y pide a Jesús que haga de juez y envíe a su hermana a trabajar con ella, pero Jesús contesta de manera especial: “María ha escogido la mejor parte y no se la quitarán". Escoger a Dios es la mejor parte, y no porque vamos a estar absortos mirando al cielo, sino porque, como san Pablo nos señala, tendremos que trabajar y sufrir mucho por la Iglesia siendo sus servidores y llevando a todos la Palabra de Cristo con nuestras vidas, y nuestra recompensa será grande. Seamos buenos y confiemos en Dios y nadie nos quitará jamás la mejor parte de trabajar por el Reino de los Cielos.
1ª Lectura (Gén 18, 1-10a): En aquellos días, el Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, en lo más caluroso del día. Alzó la vista y vio tres hombres frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda, se postró en tierra y dijo: «Señor mío, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo. Haré que traigan agua para que os lavéis los pies y descanséis junto al árbol. Mientras, traeré un bocado de pan para que recobréis fuerzas antes de seguir, ya que habéis pasado junto a la casa de vuestro siervo». Contestaron: «Bien, haz lo que dices».
Abrahán entró corriendo en la tienda donde estaba Sara y le dijo: «Aprisa, prepara tres cuartillos de flor de harina, amásalos y haz unas tortas». Abrahán corrió enseguida a la vacada, escogió un ternero hermoso y se lo dio a un criado para que lo guisase de inmediato. Tomó también cuajada, leche y el ternero guisado y se lo sirvió. Mientras él estaba bajo el árbol, ellos comían. Después le dijeron: «Dónde está Sara, tu mujer?». Contestó: «Aquí, en la tienda». Y uno añadió: «Cuando yo vuelva a verte, dentro del tiempo de costumbre Sara habrá tenido un hijo».
Salmo responsorial: 14
R/. Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?
El que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua.
El que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino, el que considera despreciable al impío y honra a los que temen al Señor.
El que no presta dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. El que así obra nunca fallará.
2ª Lectura (Col 1, 24-28): Hermanos: Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado servidor, conforme al encargo que me ha sido encomendado en orden a vosotros: llevar a plenitud la palabra de Dios, el misterio escondido desde siglos y generaciones y revelado ahora a sus santos, a quienes Dios ha querido dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria. Nosotros anunciamos a ese Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a todos, con todos los recursos de la sabiduría, para presentarlos a todos perfectos en Cristo.
Versículo antes del Evangelio (Cf. Lc 8, 15): Aleluya. Dichosos los que cumplen la palabra del Señor con un corazón bueno y sincero, y perseveran hasta dar fruto. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 10, 38-42): En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».
Señor Jesús, como a María, enséñame a sentarme a tus pies para escuchar tu palabra. Dame aquella auténtica sabiduría que busca tu voluntad mediante la plegaria y la meditación, a través del contacto directo contigo, más que por razonamientos mentales o por la lectura de muchos libros.
Concédeme la gracia de distinguir tu voz de la de los extraños; concédeme la gracia de dejarme guiar por ella y de buscarla ante todo como una realidad superior a mí mismo.
Respóndeme mediante la conciencia cuando te adoro y confío en tu grandeza, que llega mucho más allá de lo que yo puedo entender.
Cardenal John Henry Newman