dirá que no tengo pena,
y tengo mi corazón
como una bayeta negra.
Buenos días. Hoy jueves rezamos especialmente por las vocaciones al sacerdocio. Y las lecturas nos recuerdan que Jesús, cuya divinidad está oculta en su carne mortal, está en el mundo para manifestarse y que brille la luz en medio del mundo; por eso, quien quiera oír y aceptar su mensaje se salvará y encontrará la felicidad y al que no abre su corazón a Dios: “en el pecado lleva su propia penitencia”. Seamos buenos y confiemos en Dios, que brilla para darnos esperanza.
Texto del Evangelio (Mc 4, 21-25): En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo del lecho? ¿No es para ponerla sobre el candelero? Pues nada hay oculto si no es para que sea manifestado; nada ha sucedido en secreto, sino para que venga a ser descubierto. Quien tenga oídos para oír, que oiga».
Les decía también: «Atended a lo que escucháis. Con la medida con que midáis, se os medirá y aun con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará».
"La medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces" (Mc 4, 21-25)
Señor Jesús, así es. Y lo sabemos. La medida que usamos con los otros la usarán con nosotros, porque quien siembra recoge y quien anda en amor, ni cansa ni se cansa. Y esa medida tuya queremos que también sea nuestra. Y esa medida habla de justicia, de preferencia por los últimos, de calidez, de servir, de cuidado y de cariño…
Señor Jesús, queremos usar tu medida, la del amor sin medida, la de la entrega incondicional, la del perdón reconstituyente, la de la cercanía humanizadora y la mirada acogedora. Enséñanos tu modo de hacer las cosas, comparte con nosotros tu estilo de relación, de servicio y de ser bendición para los demás.
Señor Jesús, que cada uno de nosotros trate a los demás como Tú nos tratas: con respeto, en libertad, con ternura y sabiéndonos en todo bendecidos por tu presencia. Cuida de nosotros. Cuida de los nuestros. Que donde nosotros no lleguemos, siempre llegues Tú.
Así te lo pido. Así sea.
Buenos días. Feliz miércoles. Qué palabras tan bonitas nos dice hoy el Señor: “Eres príncipe desde el día de tu nacimiento”. Así nos considera Dios. Por eso, no deja de repartir su palabra por todo el mundo, aunque parezca que tirar semillas al borde del camino o entre espinos, puede parecer una mala idea; sin embargo para Dios no lo es, porque considera que somos príncipes, sólo debemos abrir el entendimiento y descubrir su voluntad. Seamos buena tierra y confiemos en Dios, que siembra buena semilla.
Texto del Evangelio (Mc 4, 1-20): En aquel tiempo, Jesús se puso otra vez a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a Él que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar. Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su instrucción: «Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó enseguida por no tener hondura de tierra; pero cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto; unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento». Y decía: «Quien tenga oídos para oír, que oiga».
"El que tenga oídos para oír, que oiga" (Mc 4, 1-20)
Señor Jesús, ¡qué sordera tenemos! ¡Qué manera más elegante gastamos de obviar lo que no nos interesa o sencillamente nos resulta indiferente!Ahora que sólo se habla de la inteligencia artificial, de la carrera espacial y de algunos mandatarios, parece que ya no hay hambres, ni miserias, ni ausencias, ni otros dolores y enfermedades... pero sólo es posible no oír los gritos de tantos si sufrimos esta sordera pandémica que nos aísla, nos desvincula y nos empobrece a todos. Haznos oír y oírte con el corazón.
Señor Jesús, el egoísmo nos vuelve sordos. Nuestro mirarnos al ombligo, nos vuelve sordos. Nuestra ceguera, nos vuelve sordos. Nuestro estado de bienestar por barrios, nos vuelve sordos. Nuestro acomodo indiferente, nos vuelve sordos. Nuestra conexión constante, nos vuelve sordos. Necesitamos que nos digas al oído que "el que tenga oídos para oír, que oiga". Necesitamos que Tú nos despiertes y nos ayudes a escucharte y a escuchar a los otros. Haznos oír y oírte con el corazón.
Señor Jesús, haznos atentos a lo que acontece. Haznos mujeres y hombres despiertos, resolutivos, solidarios y comprometidos. Haznos Evangelio vivo. Haznos escucha y presencia. Haznos sembradores de razones para seguir adelante. Haznos peregrinos de la esperanza.
Así te lo pido. Así sea.
Santa Ángela de Mérici, ruego tu intercesión desde mi peregrinar en la Tierra. Cuánto deseo ya estar en la plenitud eterna al lado del Padre. Santa Ángela de Mérici, te presento todas mis necesidades, mis alegrías, sufrimientos y proyectos, toma mis pensamientos, mi voluntad, lo que soy y lo que puedo llegar a ser y presenta todo ante el Trono de Dios. ¿Cuánto habré de esperar por una respuesta divina? Tú pasaste por este mundo y lo conoces, dile al Padre todo mi padecimiento. ¿Qué puedo yo hacer para recibir pronto tu favor?
Dale a mi espíritu la fuerza que necesita para mantenerse firme ante la voluntad del Padre. Cuánto deseo me concedas templanza para no cambiar mis convicciones ni mi amor incondicional por lo celestial. Santa Ángela de Mérici, estando tú al lado del Creador eternamente feliz por tus méritos alcanzados, guía todo mi obrar, cuán grande sería para mi recibir siempre tus favores, guía todo mi pensar y especialmente propicia en mí la caridad, la virtud y la obediencia para que esos bienes sean de provecho para el prójimo y el necesitado y para agradar en la Tierra al Señor y conseguir los bienes eternos.
Venerada santa, sé pronta en interceder, santa Ángela de Mérici. Tú conoces mi debilidad; haz que mi mayor necesidad en este mundo no sea atesorar de una manera egoísta, sino servir sin interés al necesitado. Tu vida en la Tierra fue una vida de donación, nunca esperaste nada a cambio, mujer de infinitas virtudes; cambia mis vicios, ya no soporto el peso de mis pecados y mi desobediencia.
Procura en mí la fidelidad a Dios de la misma manera que tú fuiste fiel por amor a Él sin condición. Deseo enormemente aliviar mi estado de confusión, de pecado y mi falta de caridad. ¡Con cuántas obras de amor te fuiste al cielo! Entrega pronto esta oración al Padre, concédeme muchas obras de bondad, para mi alma y para mi vida eterna. Amén.
Buenos días. Es lunes y la lectura continuada de la palabra de Dios nos enseña que el Amor de Dios es tan grande que nos ha regalado la entrada en el Santuario del Cielo con su propia vida. Sin embargo, en el evangelio los escribas que han llegado de Jerusalén y que se supone que son los intelectuales del Templo, lo único que son capaces de explicar es que todo lo que Jesús hace es por obra del demonio. Reconocen que es un poder sobrenatural, pero no son capaces de creer en la acción santificadora del Espíritu de Dios. Por eso Jesús les recuerda la coherencia de Dios, que no está dividido y que si hace el bien no puede ser para transmitir al demonio, sino para combatir al mal y esto siempre será obra de Dios. Seamos buenos y confiemos en Dios, cuyo Espíritu nos enseña a vivir en Él.
Texto del Evangelio (Mc 3, 22-30): En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Está poseído por Beelzebul» y «por el príncipe de los demonios expulsa los demonios». Entonces Jesús, llamándoles junto a sí, les decía en parábolas: «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá subsistir. Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su fin. Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear su casa. Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por muchas que estas sean. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de pecado eterno». Es que decían: «Está poseído por un espíritu inmundo».
"Una familia dividida no puede subsistir" (Mc 3, 22-30)
Señor Jesús, para poder dar un testimonio creíble, haznos uno. Para poder generar a nuestro alrededor redes de solidaridad y compromiso con los últimos, haznos uno. Para que viéndonos te vean, haznos uno. Para que nadie se quede sin conocerte, haznos uno.
Señor Jesús, para que nadie se escandalice por nosotros, haznos uno. Para que todos sepan que en Dios tienen un Padre bueno, haznos uno.Para que nadie se sienta extranjero, solo o excluido, haznos uno. Para que a nadie le falte el alimento de cada día, haznos uno. Para que todos busquen la verdad y en ella vivan con hondura, haznos uno.
Señor Jesús, haznos uno para que todos crean, para que otros te reconozcan en el amanecer, en la entrega, en el servicio, en la Creación, en la fraternidad, al partir el pan y al saberse amados sin más, por puro amor.
Así te lo pido. Así sea.
¡Buenos días! Hoy la Iglesia celebra el VI Domingo de la Palabra de Dios con el lema “Espero en tu Palabra” (Sal 119, 74), tomado del Libro de los Salmos.
Esta Jornada la instituyó el papa Francisco el 30 de septiembre de 2019 con el fin de promover y animar la lectura de la Palabra de Dios entre los fieles y en la pastoral ordinaria.
Con esta iniciativa, el papa invita a dedicar un domingo completamente a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios «para comprender la riqueza inagotable que proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo»
Hoy la volveremos a escuchar, meditar, interiorizar e intentar llevar a la vida.
En la primera lectura el pueblo lee, después del destierro, la Palabra y llora de emoción, y Esdras invita a escuchar y celebrar esa Palabra con alegría. En el Evangelio Jesús proclama al profeta Isaías en medio de su propia familia y amigos. Y también invita a alegrarse porque se cumple la profecía en Él, pero sus paisanos se escandalizan.
La Palabra está escrita para vivirla y convertirnos y darnos esperanza. ¿Seremos testigos de esta alegría que Dios cumple en Jesús? Seamos buenos y confiemos siempre en Dios, porque sus promesas se cumplen.
No dejes pasar el día sin participar de la Eucaristía.
Dios te bendiga
1ª Lectura (Neh 8, 2-4a.5-6.8-10): En aquellos días, el día primero del mes séptimo, el sacerdote Esdras trajo el libro de la ley ante la comunidad: hombres, mujeres y cuantos tenían uso de razón. Leyó el libro en la plaza que está delante de la Puerta del Agua, desde la mañana hasta el mediodía, ante los hombres, las mujeres y los que tenían uso de razón. Todo el pueblo escuchaba con atención la lectura de la ley. El escriba Esdras se puso en pie sobre una tribuna de madera levantada para la ocasión. Esdras abrió el libro en presencia de todo el pueblo, de modo que toda la multitud podía verlo; al abrirlo, el pueblo entero se puso de pie. Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo respondió con las manos levantadas: «Amén, amén». Luego se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra.
Los levitas leyeron el libro de la ley de Dios con claridad y explicando su sentido, de modo que entendieran la lectura. Entonces, el gobernador Nehemias, el sacerdote y escriba Esdras, y los levitas que instruían al pueblo dijeron a toda la asamblea: «Este día está consagrado al Señor, vuestro Dios: No estéis tristes ni lloréis» (y es que todo el pueblo lloraba al escuchar las palabras de la ley). Y añadieron: «Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza».
2ª Lectura (1Cor 12, 12-30): Hermanos: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
Pues el cuerpo no lo forma un solo miembro sino muchos. Si el pie dijera: «No soy mano, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el oído dijera: «No soy ojo, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿cómo oiría? Si el cuerpo entero fuera oído, ¿cómo olería? Pues bien, Dios distribuyó el cuerpo y cada uno de los miembros como él quiso. Si todos fueran un mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Los miembros son muchos, es verdad, pero el cuerpo es uno solo.
El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito»; y la cabeza no puede decir a los pies: «No os necesito». Más aún, los miembros que parecen más débiles son más necesarios. Los que nos parecen despreciables, los apreciamos más. Los menos decentes, los tratamos con más decoro. Porque los miembros más decentes no lo necesitan. Ahora bien, Dios organizó los miembros del cuerpo dando mayor honor a los que menos valían. Así, no hay divisiones en el cuerpo, porque todos los miembros por igual se preocupan unos de otros.
Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos se felicitan. Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro. Y Dios os ha distribuido en la Iglesia: en el primer puesto los apóstoles, en el segundo los profetas, en el tercero los maestros, después vienen los milagros, luego el don de curar, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas. ¿Acaso son todos apóstoles? ¿O todos son profetas? ¿O todos maestros? ¿O hacen todos milagros? ¿Tienen todos don para curar? ¿Hablan todos en lenguas o todos las interpretan?