Buenos días. Comienza nuestro camino de Adviento. Y las lecturas nos invitan a descubrir que la salvación de Cristo viene para todos, basta que tengamos fe como el centurión. Seamos buenos y confiemos en Dios, que viene para salvarnos.
“Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo” (Mt 8, 5-11)
Señor Jesús, al inicio de este tiempo del adviento que inauguramos ayer, aquí me tienes, aquí te presento mi vida entera, con sus roturas, sus heridas, sus dolores, sus miedos, sus debilidades, sus caídas y sus faltas. Aquí estoy con mis luces, mis aciertos, mis gestos solidarios, mi oración cotidiana, mi deseo de servirte y de hacer tu voluntad. Pon tu Espíritu sobre mí, aquí estoy, aquí me tienes.
Señor Jesús, como el centurión del evangelio de hoy, tampoco yo soy digno de que entres en mi casa, en mis cosas, en mi historia, en mis planes, en mis deseos más profundos… pero si quieres, estaré encantado de que lo hagas. Si quieres entra en mi casa y haz que lo viva todo siendo todo yo, todo libre, todo entregado, todo Tú, todo dado, todo alegre, todo amante, todo amado. Todo arrodillado. Que lo viva todo con la alegría de tu evangelio.
Señor Jesús, como el centurión, si no puedes entrar en mi casa basta que pronuncies tu palabra sobre mí para que yo sienta que me cuidas, me acompañas, me entiendes, me sostienes y permanecerás a mi lado. Lo necesito. Ayúdame a vivir este adviento de la mano tu madre María, despierto, atento. Te necesito.
Así te lo pido. Así sea.
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