viernes, 18 de julio de 2025

VIERNES XV T.O. C


Buenos días. Feliz viernes en el que la Iglesia nos recuerda la pasión del Señor. Hoy escuchamos en el Evangelio que el mayor sacrificio es cambiar nuestra mentalidad para pensar como Dios, con misericordia ante el dolor de los hermanos. “Misericordia quiero y no sacrificios”. Es más difícil amar al prójimo, y el mayor sacrificio es ponernos al servicio los unos de los otros. Haz el bien y no mires a quién. Seamos buenos y confiemos en Dios, que nunca tendremos cómo pagar todo el bien nos ha hecho.



1ª Lectura (Éx 11, 10-12.14): En aquellos días, Moisés y Aarón hicieron muchos prodigios en presencia del Faraón; pero el Señor hizo que el Faraón se empeñara en no dejar marchar a los israelitas de su territorio. Dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: «Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: ‘El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. No comeréis de ella nada crudo ni cocido en agua, sino asado a fuego: con cabeza, patas y entrañas. No dejaréis restos para la mañana siguiente; y, si sobra algo, lo quemaréis. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis; cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta del Señor, ley perpetua para todas las generaciones’».


Salmo responsorial: 115

R/. Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor.

¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantaré el cáliz de salvación e invocaré el nombre del Señor.

Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles. Siervo tuyo soy, hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo.


Versículo antes del Evangelio (Jn 10, 27): Aleluya. Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen. Aleluya.



Texto del Evangelio (Mt 12, 1-8): En aquel tiempo, Jesús cruzaba por los sembrados un sábado. Y sus discípulos sintieron hambre y se pusieron a arrancar espigas y a comerlas. Al verlo los fariseos, le dijeron: «Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado». Pero Él les dijo: «¿No habéis leído lo que hizo David cuando sintió hambre él y los que le acompañaban, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la Presencia, que no le era lícito comer a él, ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes? ¿Tampoco habéis leído en la Ley que en día de sábado los sacerdotes, en el Templo, quebrantan el sábado sin incurrir en culpa? Pues yo os digo que hay aquí algo mayor que el Templo. Si hubieseis comprendido lo que significa aquello de: ‘Misericordia quiero y no sacrificio’, no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado».




Tú no eres Señor, un Dios impasible, no eres distante y duro con los hombres. 

Tú conoces nuestra debilidad, nuestras tendencias orgullosas, violentas y egoístas. 

Conoces bien todas nuestras miserias. Tú eres misericordioso y compasivo. 

Tú padeces y com-padeces. Tú eres compasión. 

Compadécete de nosotros.

Ven, Señor, a socorrernos, y danos un corazón nuevo, un corazón limpio y sincero, un corazón lleno de compasión. 

Que sintamos la impotencia del caído y le ayudemos a levantarse. 

Que compartamos el dolor del enfermo y le acompañemos. 

Que miremos con misericordia al que se equivoca y le enseñemos el Camino. 

Que suframos el miedo del cobarde y le animemos. 

Que padezcamos la decepción del engañado y le mostremos la Verdad. 

Que comprendamos el vacío del violento y le ayudemos a buscar la paz. 

Que soportemos el pesimismo del desilusionado y sembremos esperanza. 

Que probemos la necesidad del hambriento y le ofrezcamos pan y cariño. 

Que hagamos nuestra la rabia del golpeado y lo tratemos con dignidad.

Que nos compadezcamos del egoísta y le amemos. 

Acompáñanos con la presencia de tu Espíritu, y quédate con nosotros, dulce huésped, o métenos dentro de tu inmenso Corazón. 

Amén.













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