lunes, 4 de agosto de 2025

LUNES XVIII T.O. C - SAN JUAN MARÍA VIANNEY


Buenos días. Hoy lunes celebramos la memoria del santo cura de Ars. Las lecturas nos recuerdan que Dios nos da el pan que alimenta nuestro espíritu. Dios regala el maná al pueblo de Israel, pero no son conscientes del regalo y añoran lo que recibían gratis en Egipto. En el Evangelio Cristo cura a los enfermos y explica a las multitudes quién es Dios. Y el pueblo lo busca, está como ovejas sin pastor y Él siente compasión y realiza el milagro de la multiplicación. Y comerán todos hasta saciarse. Pero cuidado, porque lo que recibimos gratis a veces no es valorado suficientemente. Corremos el peligro de no descubrir las maravillas de Dios en nuestra vida, y nos desesperamos porque a veces buscamos a Dios para que actúe como un mago; por eso hoy debemos meditar la gracia de recibir la Eucaristía, que es Dios mismo partido y repartido para que estemos siempre unidos a Él. Seamos buenos y confiemos en Dios, que es nuestra única fuerza, el verdadero alimento para nuestra vida.



1ª Lectura (Núm 11, 4b-15): En aquellos días, los israelitas dijeron: «¡Quién pudiera comer carne! Cómo nos acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto, y de los pepinos y melones y puerros y cebollas y ajos. Pero ahora se nos quita el apetito de no ver más que maná». El maná se parecía a semilla de coriandro con color de bedelio; el pueblo se dispersaba a recogerlo, lo molían en el molino o lo machacaban en el almirez, lo cocían en la olla y hacían con ello hogazas que sabían a pan de aceite. Por la noche caía el rocío en el campamento y, encima de él, el maná.

Moisés oyó cómo el pueblo, familia por familia, lloraba, cada uno a la entrada de su tienda, provocando la ira del Señor; y disgustado, dijo al Señor: «¿Por qué tratas mal a tu siervo y no le concedes tu favor, sino que le haces cargar con todo este pueblo? ¿He concebido yo a todo este pueblo o lo he dado a luz, para que me digas: ‘Coge en brazos a este pueblo, como una nodriza a la criatura, y llévalo a la tierra que prometí a sus padres?’. ¿De dónde sacaré pan para repartirlo a todo el pueblo? Vienen a mí llorando: ‘Danos de comer carne’. Yo solo no puedo cargar con todo este pueblo, pues supera mis fuerzas. Si me vas a tratar así, más vale que me hagas morir; concédeme este favor, y no tendré que pasar tales penas».


Salmo responsorial: 80

R/. Aclamad a Dios, nuestra fuerza.

Mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer: los entregué a su corazón obstinado, para que anduviesen según sus antojos.

¡Ojalá me escuchase mi pueblo y caminase Israel por mi camino! En un momento humillaría a sus enemigos y volvería mi mano contra sus adversarios.

Los que aborrecen al Señor te adularían, y su suerte quedaría fijada; te alimentaría con flor de harina, te saciaría con miel silvestre.


Versículo antes del Evangelio (Mt 4, 4): Aleluya. No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios. Aleluya.



Texto del Evangelio (Mt 14, 13-21): En aquel tiempo, cuando Jesús recibió la noticia de la muerte de Juan Bautista, se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar solitario. En cuanto lo supieron las gentes, salieron tras Él viniendo a pie de las ciudades. Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos.
Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: «El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida». Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer». Dijeron ellos: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces». Él dijo: «Traédmelos acá».
Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos. Y los que habían comido eran unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.



Amado Dios, en este día en que celebramos a san Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, te damos gracias por la vocación de los párrocos, en especial por nuestro párroco N, que con amor y dedicación guían a tu pueblo. 

Te pedimos que los bendigas en su labor pastoral, fortalece su espíritu y concédeles la gracia de ser verdaderos instrumentos de tu amor y misericordia. 

Que puedan encontrar en san Juan María Vianney un ejemplo de humildad, paciencia y entrega total a su misión de servir y cuidar a su grey. 

En este año jubilar de la esperanza, renueva en ellos la confianza en tu presencia constante y en la fuerza de tu Espíritu Santo. 

Dales esperanza en los momentos difíciles, alegría en el servicio y paz en el corazón para seguir siendo luz en sus comunidades. 

Que su ejemplo inspire a toda la comunidad a vivir la fe con entusiasmo y a caminar siempre con esperanza, confiando en que Tú, Señor, nunca nos abandonas. Amén.










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