1ª Lectura (1Tes 2, 9-13): Recordad, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios. Vosotros sois testigos, y Dios también, de lo leal, recto e irreprochable que fue nuestro proceder con vosotros, los creyentes; sabéis perfectamente que tratamos con cada uno de vosotros personalmente, como un padre con sus hijos, animándoos con tono suave y enérgico a vivir como se merece Dios, que os ha llamado a su reino y gloria. Ésa es la razón por la que no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros, los creyentes.
Salmo responsorial: 138
R/. Señor, tú me sondeas y me conoces.
¿Adónde iré lejos de tu aliento, adónde escaparé de tu mirada? Si escalo el cielo, allí estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro.
Si vuelo hasta el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del mar, allí me alcanzará tu izquierda, me agarrará tu derecha.
Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra, que la luz se haga noche en torno a mí», ni la tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día.
Versículo antes del Evangelio (1Jn 2, 5): Aleluya. En aquel que cumple la palabra de Cristo el amor de Dios ha llegado a su plenitud. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mt 23, 27-32): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: ‘Si nosotros hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos tenido parte con ellos en la sangre de los profetas!’. Con lo cual atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!».
Madre ejemplar de san Agustín, acompañaste perseverantemente a tu hijo descarriado, no con amenazas, sino con exclamaciones de oración al cielo.
Intercede por todas las madres que como tú anhelan ver a sus hijos cerca de Dios. Enséñanos a permanecer cerca de todos los hijos de Dios, especialmente de los hijos pródigos que tristemente se han extraviado.
Querida santa Mónica, esposa y madre con problemas, muchos dolores atravesaron tu corazón durante tu vida. Sin embargo, nunca te desesperaste ni perdiste la fe. Con confianza, persistencia y profunda fe oraste diariamente por la conversión de tu amado esposo, Patricio, y de tu amado hijo, Agustín. Concédeme esa misma fortaleza, paciencia y confianza en el Señor.
Intercede por mí, querida santa Mónica, para que Dios escuche favorablemente mi súplica (nombres de los hijos) y concédeme la gracia de aceptar su voluntad en todas las cosas, a través de Jesucristo, nuestro Señor, en la unidad del Espíritu Santo, Dios por los siglos de los siglos. Amén.
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