Mañanita, mañanita,
agridulce y sonrosada,
eres pura y olorosa,
fresca como una manzana.
agridulce y sonrosada,
eres pura y olorosa,
fresca como una manzana.
Una manzana mordí
con dientes de buena gana.
Hasta el mismo corazón
el mordisco penetrara.
El corazón, que era tierno,
sangre de amor derramaba.
¡Oh, qué gusto tan sabroso
para la boca y el alma!
Dime, la mañana fresca,
dime, la fresca mañana,
a qué sabe el corazón
de una niña enamorada.
Arroyo, puro es su boca,
cielo sus pupilas claras,
brisa matinal su aliento
y su sonrisa es el alba.
Dos tímidas tortolillas,
ocultas en la enramada,
con el pico sonrosado
cantar amoroso cantan.
Por aquel sendero umbroso
va la niña enamorada:
suelto el cabello de oro,
la tersa frente inclinada,
y en sus bellos ojos claros
el agua de densas lágrimas.
Al ver pasar a la triste
los pajarillos se callan.
Mordido por el amor
sangre el corazón le mana.
¡Oh, qué gusto tan sabroso
para la boca y el alma!
iQué dulce es hacer sufrir
a una niña enamorada!
En oyendo este decir
se sonrojó la mañana,
y el arroyo murmuró
con voz transparente y clara:
—¡Malhaya quien tal hiciera,
malhaya quien tal pensara!
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