viernes, 27 de junio de 2025

SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


Buenos días. Feliz viernes, día del Sagrado Corazón de Jesús. Celebramos el gran amor que Dios tiene por nosotros. Hoy descubrimos que el corazón de Cristo ha sido traspasado y se ha abierto para amar y se nos ha dado por completo, Cristo es el buen pastor que ha dado su vida no sólo por los justos, sino por los pecadores. Y nos cuenta el evangelio que se alegra al encontrar al pecador, lo cuida, lo atrae al rebaño y se alegra por recuperarlo. Qué gran amor tiene Dios que nos ha bendecido y derramado en nuestros corazones su amor por el Espíritu Santo, que brota de su Corazón abierto en la cruz. Ojalá que podamos sentir en nuestras vidas ese cuidadoso mimo y la mirada atenta que Dios tiene sobre nuestras vidas, para que podamos llegar a entrar todos en el Cielo, porque en su Corazón cabemos todos. Seamos buenos y confiemos en Dios, que nos acompaña incluso en las cañadas oscuras para llevarnos a la vida eterna.



1ª Lectura (Ez 34, 11-16): Esto dice el Señor Dios: «Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y velaré por ellas. Así como un pastor vela por su rebaño cuando las ovejas se encuentran dispersas, así velaré yo por mis ovejas e iré por ellas a todos los lugares por donde se dispersaron un día de niebla y de oscuridad. Las sacaré de en medio de los pueblos, las congregaré de entre las naciones, las traeré a su tierra y las apacentaré por los montes de Israel, por las cañadas y por los poblados del país. Las apacentaré en pastizales escogidos, y en lo alto de los montes de Israel tendrán su aprisco; allí reposarán en buenos prados, y en pastos suculentos serán apacentadas sobre los montes de Israel. Yo mismo apacentaré a mis ovejas; yo mismo las haré reposar, dice el Señor Dios. Buscaré a la oveja perdida y haré volver a la descarriada; curaré a la herida, robusteceré a la débil, y a la que está gorda y fuerte, la cuidaré. Yo las apacentaré en la justicia».


Salmo responsorial: 22

R/. El Señor es mi pastor, nada me faltará.

El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas.

Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad.

Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes.

Tu bondad y tu misericordia me acompañaran todos los días de mi vida; y viviré en la casa del Señor por años sin término.


2ª Lectura (Rom 5, 5-11): Hermanos: Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que él mismo nos ha dado. En efecto, cuando todavía no teníamos fuerzas para salir del pecado, Cristo murió por los pecadores en el tiempo señalado. Difícilmente habrá alguien que quiera morir por un justo, aunque puede haber alguno que esté dispuesto a morir por una persona sumamente buena. Y la prueba de que Dios nos ama está en que Cristo murió por nosotros, cuando aún éramos pecadores. Con mayor razón, ahora que ya hemos sido justificados por su sangre, seremos salvados por él del castigo final. Porque, si cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él por la muerte de su Hijo, con mucho más razón, estando ya reconciliados, recibiremos la salvación participando de la vida de su Hijo. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.


Versículo antes del Evangelio (Jn 10, 14): Aleluya. Yo soy el buen pastor, dice el Señor, yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí. Aleluya.



Texto del Evangelio (Lc 15, 3-7): En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a los fariseos y maestros de la Ley: «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, contento, la pone sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido’. Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión».













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