Señor Jesucristo, que en obediencia a tu Padre fuiste clavado en la
Cruz, como signo de amor divino. Déjame un tercio de tu obediencia, para que
abrace con amor las contrariedades de la vida.
Señor, Cristo Crucificado, que en el momento más recio de tu vida, te
entregaste en manos de tu Padre y descansaste en Él tu agobio, concédeme la confianza filial, para que cuando mi mente
aventure fatalidades, tus brazos abiertos me serenen.
Cristo Crucificado, señal luminosa, por la que la humanidad ha recobrado su esperanza, concédeme
transformar todo acontecimiento, por aciago que sea, en siembra de esperanza.
Jesucristo, Hijo de Dios, revelador del amor entrañable divino, sellado con tu
sangre, concédeme la certeza de que soy siempre
amado por ti, aun en los momentos más dolorosos.
Señor mío,
entregado sin resistencia hasta la muerte en Cruz, concédeme abrazar de buen
grado cada acontecimiento, y lo una a tu ofrenda de amor por todos y cada uno
de los hombres.
Señor, Tú
eres el dueño de la viña, y de los sembrados. Tú has convertido en pan y vino
santos, y permaneces junto a nosotros en el sacramento de tu Amor. Sigue
llamándome hacia Ti, y que encuentre siempre en tu presencia la fuerza y el
sentido en todo lo oculto, discreto, cotidiano, como la ocasión más propicia
para amar.
Hijo amado de Dios, que me has dejado sentir de muchas maneras tu amor providente, a
través de tantos amigos y acontecimientos. Recibe mi agradecimiento consciente
y sentido, y te pido que sigas realizando con nuestra pobreza la obra que Tú
quieras, para manifestación de tu gloria.
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