jueves, 28 de enero de 2016

EL RELOJERO



PEQUEÑO CUENTO CHINO

Un hombre bueno dio de comer en su casa a una familia muy pobre. Ellos, agradecidos, quisieron devolverle el favor y lo invitaron también a la suya para compartir lo que tuvieran ese día para la cena. Él, consciente de lo poco que tenían, sintió lástima y les dijo amablemente que no se preocuparan. Rechazó la invitación. Ellos, en silencio, se alejaron de la casa y no volvieron a pedirle nunca más a este hombre nada, aunque, algunas veces, les faltaba lo necesario.

jueves, 21 de enero de 2016

ORACIÓN A SAN JOSÉ (11)

Lo primero que ante todo, en el estudio de tu vida, se descubre ¡oh José glorioso! es un desprecio total de todas las humanas grandezas. Ni las riquezas, ni los honores ni aun aquellas distinciones a las que con legítimo derecho podías optar, fueron parte en lo más mínimo para sacarte de tu interior felicidad, y aparente bajeza. Es que a través de la humana y fingida pompa, cual por transparente velo, divisabas allá lejos, a la otra parte, llantos y miserias; es que te habías convencido bien de aquellas palabras del Espíritu Santo que dice que excepción hecha de amar y servir a Dios, todo lo de este mundo es vanidad de vanidades; humo, por lo tanto, que a lo mejor se disipa dejándonos sumidos en el más cruel desengaño. ¡Oh con cuánto tino y acierto elegiste tú, con preferencia a tan deleznables bagatelas, el retiro y soledad del alma para que sin estorbo pudiera remontarse a Dios!

JACULATORIA. Haz que logre seguir tus huellas con el interior recogimiento de mi corazón aun en medio del mundanal ruido. Amén.

jueves, 7 de enero de 2016

LA LEYENDA DEL CUARTO REY MAGO

Se cuenta que había un cuarto Rey Mago llamado Artabán que también vio brillar la estrella sobre Belén y decidió seguirla. Como regalo pensaba ofrecerle al Niño un cofre lleno de perlas preciosas. Sin embargo, en su camino se fue encontrando con diversas personas que iban solicitando de su ayuda. Este Rey Mago las atendía con alegría y diligencia, e iba dejándoles una perla a cada uno. Pero eso fue retrasando su llegada y vaciando su cofre. Encontró muchos pobres, enfermos, encarcelados y miserables y no podía dejarlos desatendidos. Se quedaba con ellos el tiempo necesario para aliviarles sus penas y luego procedía su marcha, que nuevamente era interrumpida por otro desvalido.
Sucedió que cuando por fin llegó a Belén, ya no estaban los otros Magos y el Niño había huido con sus padres hacia Egipto, pues el Rey Herodes quería matarlo. El Rey Mago siguió buscándolo, ya sin la estrella que antes lo guiaba. Buscó y buscó y buscó… y dicen que estuvo más de treinta años recorriendo la tierra, buscando al Niño y ayudando a los necesitados.
Hasta que un día llegó a Jerusalén justo en el momento que la multitud enfurecida pedía la muerte de un pobre hombre. Mirándolo, reconoció en sus ojos algo familiar. Entre el dolor, la sangre y el sufrimiento, podía ver en sus ojos el brillo de la estrella. ¡Aquel miserable que estaba siendo ajusticiado era el Niño que por tanto tiempo había buscado! La tristeza llenó su corazón, ya viejo y cansado por el tiempo. Aunque aún guardaba una perla en su bolsa, ya era demasiado tarde para ofrecérsela al Niño que ahora, convertido en hombre, colgaba de una Cruz. Había fallado en su misión...
Y sin tener a dónde más ir, se quedó en Jerusalén para esperar que llegara su muerte.
Apenas habían pasado tres días cuando una luz aún más brillante que la de la estrella, llenó su habitación. ¡Era el Resucitado que venía a su encuentro! El Rey Mago, cayendo de rodillas ante Él, tomó la perla que le quedaba y extendió su mano mientras hacía una reverencia. Jesús le tomó tiernamente y le dijo:
“Tú no fracasaste. Al contrario, me encontraste durante toda tu vida. Yo estaba desnudo, y me vestiste. Yo tuve hambre y me diste de comer. Tuve sed y me diste de beber. Estuve preso, y me visitaste. Pues yo estaba en todos los pobres que atendiste en tu camino.
¡Muchas gracias por tantos regalos de amor, ahora estarás conmigo para siempre, pues el Cielo es tu recompensa!