martes, 30 de noviembre de 2021

SÚPLICA A LA GLORIOSA VIRGEN Y MÁRTIR SANTA FILOMENA


 

SAN JOSÉ MARCHAND, MÁRTIR

      30 DE NOVIEMBRE: SAN JOSÉ MARCHAND


José Marchand nació en Passavant, el 17 de agosto de 1803, apenas finalizada la Revolución Francesa. Fueron sus padres Agustín Marchand y Juana Moine.

De niño estudió en las escuelas de Orsans, y siendo aún infante descubrió su vocación religiosa, por lo que comenzó sus estudios sacerdotales. Afianzada su vocación misionera, entró al Seminario de la Sociedad para las Misiones Extranjeras de París, fundada por la Iglesia para la evangelización de los pueblos, principalmente de Asia. 

El 25 de diciembre de 1828, José fue ordenado diácono, y el 4 de abril de 1829 subió al altar para ser ordenado presbítero. Las ansias misioneras de José y la necesidad de misioneros por parte de la Iglesia eran tantas, que el 24 de abril, a los 20 días de ordenado partió a misiones. Desde Nantes partió el 12 de mayo a bordo del barco "Voltaire", en una travesía que no estuvo exenta de sufrimientos. Los marinos, hechos zafios durante la Revolución, eran hostiles a la Iglesia y a los religiosos, a los que ofendían y ante los cuales blasfemaban cuanto querían. Pero José Marchand no mostraba enfado, sino que solo rezaba por ellos en su fuero interno. Un día que un marinero se unió a los sacerdotes en sus oraciones, fue azotado con una cuerda. En octubre llegaron a Manila, donde José subió a un barco español que le llevó a Macao, donde le dieron su misión: Cochín, al sur del imperio de Vietnam, donde se uniría a los misioneros Gagelin y Cuenot. El 27 de febrero de 1830 se embarcó en el barco de unos traficantes chinos, que le llevaron a su destino.

En la Universidad-Seminario de Lai Thieu, cerca de Saigón, aprendió, en tiempo récord, la lengua de los anamitas, y se lanzó a evangelizar, llegando a Phnom Penh, capital de Camboya. En 1830 regresó a la Universidad, donde dio clases a un grupo de estudiantes, a la par que era párroco de las iglesias locales vecinas. En 1832 volvió a emprender un viaje misionero por la provincia de Binh Thuan, donde le sorprendió la persecución, a inicios de 1833.

Nuestro santo estuvo un tiempo escondido en la Baja Cochinchina, hasta que uno de los rebeldes al poder imperial le capturó y le encerró en Saigón. Los rebeldes al emperador eran vietnamitas que odiaban su carácter inestable y sus acciones irrespetuosas, y lo que les enervó más fue la profanación que el emperador llevó a cabo al azotar la tumba del primer Mandarín, muerto en 1832 y al que el pueblo estimaba sobremanera. La idea del líder rebelde que capturó al P. Marchand era que el misionero aprovechara su ascendencia sobre los católicos y los animara a levantarse en armas contra el emperador Minh Mang, perseguidor de los cristianos. Pero José se negó a aquello, diciendo que solo era un misionero y solo quería salvar almas. Pero a pesar de su negativa, al cabo de 18 meses, cuando las tropas imperiales tomaron Saigón, el 8 de septiembre de 1835, el santo fue acusado de formar parte de la rebelión y de hacer precisamente aquello a lo que se había negado: rebelar a los católicos bajo la bandera del Evangelio contra el emperador. Le llevaron a Hue, donde llegó el 18 de octubre del mismo año. Allí le atormentaron con tenazas al rojo vivo para que confesara algo que no había hecho. Como los jueces vieron que no había pruebas para acusarle le pidieron que renegara de Cristo y pisara una cruz. Pero José Marchand se negó y el 30 de noviembre, a las 5 a.m., siete tiros al aire invitaron al pueblo a presenciar la tortura de «las cien heridas», a las que el misionero había sido condenado. Este tormento consistía en aplicar ciertos cortes pequeños, pero letales, mediante los cuales el condenado se desangraba y sufría atroces dolores de nervios y huesos. Luego de morir por Cristo, el 30 de noviembre de 1835, su cuerpo fue despedazado y arrojado al mar, mientras que la cabeza fue expuesta durante días como escarmiento. Finalmente la trituraron a golpes y la arrojaron al mar.

Su martirio y supuesta “traición” animó al emperador a acentuar su persecución contra el cristianismo, pues nada extranjero era bueno para el imperio. Acusó a los cristianos, vietnamitas o no, de ser los verdaderos causantes de la rebelión, y de estar al servicio de potencias extranjeras. Y muchísimos sacerdotes y laicos fueron perseguidos y cruelmente martirizados. Y no solo siguió esta política el imperio, sino que fue y es medular en el Viet-Nam comunista, acérrimo enemigo de la Iglesia.

Gregorio XVI declaró Venerable a José Marchand en 1840, apenas pasaron cinco años de su martirio. León XIII lo beatificó el 7 de mayo de 1900. Su canonización fue el 19 de junio de 1988, junto a 117 mártires de Viet-Nam, por el Papa Juan Pablo II.



 

ORACIÓN A SAN ANDRÉS, APÓSTOL



¡Oh cruz buena, que fuiste embellecida por los miembros del Señor, tantas veces deseada, solícitamente querida, buscada sin descanso y con ardiente deseo preparada! Recíbeme de entre los hombres y llévame junto a mi Maestro, para que por ti me reciba Aquel que me redimió por ti muriendo.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

MEDITACIÓN FIESTA DE SAN ANDRÉS, APÓSTOL (P. Damián Ramírez)

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo 4, 18-22


En aquel tiempo, paseando Jesús junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores.
Les dijo:
«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.




lunes, 29 de noviembre de 2021

MARTIRIO DE SAN ANDRÉS, APÓSTOL



Andrés llegó a la provincia Acaya, donde convirtió a muchas personas al cristianismo y construyó varias iglesias. Entre los conversos estaba Maximila, la esposa del procónsul Egeas. Cuando el procónsul se enteró, acudió a la ciudad de Patras para ordenar a los cristianos que hicieran sacrificios a los ídolos paganos. Andrés le dijo que no lo harían e intentó convertir al propio Egeas al cristianismo. El procónsul ordenó el encarcelamiento de Andrés y, tras cierto tiempo, lo llamó a su presencia y le amenazó con suplicios y la muerte en la cruz si no hacía sacrificios a los ídolos. Andrés dijo que mientras más se negara más agradaría a Dios y Egeas ordenó que le azotasen veintiún hombres. Posteriormente fue llevado al patíbulo y luego fue desvestido y crucificado en público .Egeas especificó a los verdugos que no perforaran sus piernas, sino que las atasen, para que así tardase más tiempo en morir. Tardó dos días en hacerlo y, durante ese tiempo, predicaba a las miles de personas que se acercaban, que protestaron contra Egeas por el trato dado a Andrés. Por ello, Egeas se presentó ante Andrés crucificado y le indultó, pero Andrés negó el indulto. Los guardias de Egeas intentaron desatarle, pero al tocar la cruz y las cuerdas quedaban paralizados de pies y manos. Los seguidores de Andrés intentaron lo mismo y también quedaron paralizados. Tras esto, Andrés dijo una oración y, tras esta plegaria, una luz intensa iluminó la cruz durante media hora. Pasado ese tiempo Andrés murió. Maximila se hizo cargo del cuerpo y le dio sepultura. Cuando Egeas regresó a su casa se suicidó.



ORACIÓN A SANTA FILOMENA (1)


Salve, ilustre santa Filomena, que tan valientemente derramaste tu sangre por Cristo. Bendito sea el Señor por todas las gracias que ha derramado sobre ti, durante toda tu vida y, sobre todo, en tu muerte. Yo te alabo por el honor y el poder con que Él te ha coronado, y te ruego que me obtengas de Dios las gracias que pido por tu intercesión. Amén.

MEDITACIÓN LUNES I DE ADVIENTO C (P. Damián Ramírez)

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo 8, 5-11


En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole:
«Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho».
Le contestó:
«Voy yo a curarlo».
Pero el centurión le replicó:
«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace».
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían:
«En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos».

































domingo, 28 de noviembre de 2021

MEDITACIÓN DOMINGO I DE ADVIENTO C (P. Damián Ramírez)

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 21,25-28.34-36

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.

Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».

 



sábado, 27 de noviembre de 2021

VIDA Y MARTIRIO DE SANTA FILOMENA SEGÚN LAS REVELACIONES A LA MADRE MARÍA LUISA DE JESÚS

                                                             

Yo soy la hija de un príncipe que gobernaba un pequeño estado de Grecia. Mi madre era también de la realeza. Ellos no tenían niños. Eran idólatras  y continuamente ofrecían oraciones y sacrificios a sus dioses falsos. Un doctor de Roma, llamado Publio, vivía en el palacio al servicio de mi padre. Este doctor había profesado el cristianismo. Viendo la aflicción de mis padres y por un impulso del Espíritu Santo les habló acerca de nuestra fe y les prometió orar por ellos, si consentían a bautizarse. La gracia que acompañaba sus palabras, iluminaron el entendimiento de mis padres y triunfó sobre su voluntad. Se hicieron cristianos y obtuvieron su esperado deseo de tener hijos.
Al momento de nacer me pusieron el nombre de Lumena, en alusión a la luz de la fe, de la cual era fruto. El día de mi bautismo me llamaron Filomena, hija de la luz (filia luminis) porque en ese día había nacido a la fe. Mis padres me tenían gran cariño y siempre me tenían con ellos. Fue por eso que me llevaron a Roma, en un viaje que mi padre fue obligado a hacer debido a una guerra injusta.
Yo tenía trece años. Cuando arribamos a la capital nos dirigimos al palacio del emperador y fuimos admitidos para una audiencia. Tan pronto como Diocleciano me vio, fijó los ojos en mi.
El emperador oyó toda la explicación del príncipe, mi padre. Cuando este acabó y no queriendo ser ya más molestado le dijo: «Yo pondré a tu disposición toda la fuerza de mi imperio. Solo deseo una cosa a cambio, que es la mano de tu hija».
Mi padre, deslumbrado con un honor que no esperaba, accede inmediatamente a la propuesta del emperador y cuando regresamos a nuestra casa, mi padre y mi madre hicieron todo lo posible para inducirme a que cediera a los deseos del emperador y los suyos. Yo lloraba y les decía: «¿Ustedes desean que por el amor de un hombre yo rompa la promesa que he hecho a Jesucristo? Mi virginidad le pertenece a Él y yo ya no puedo disponer de ella».
«Pero eres muy joven para ese tipo de compromiso» -me decían- y juntaban las más terribles amenazas para hacerme que aceptara la mano del emperador.
La gracia de Dios me hizo invencible. Mi padre no pudiendo hacer al emperador ceder y para deshacerse de la promesa que había hecho, fue obligado por Diocleciano a llevarme a su presencia.
Antes tuve que soportar nuevos ataques de parte de mis padres hasta el punto que, de rodillas ante mi, imploraban con lágrimas en sus ojos que tuviera piedad de ellos y de mi patria. Mi respuesta fue: «No, no, Dios y el voto de virginidad que le he hecho está primero que ustedes y mi patria. Mi reino es el Cielo».
Mis palabras los hacía desesperar y me llevaron ante la presencia del emperador, el cual hizo todo lo posible para ganarme con sus atractivas promesas y con sus amenazas, las cuales fueron inútiles. Él se puso furioso e, influenciado por el demonio, me mandó a una de las cárceles del palacio, donde fui encadenada, pensando que la vergüenza y el dolor iban a debilitar el valor que mi Divino Esposo me había inspirado. Jesús me venía a ver todos los días y soltaba mis cadenas para que pudiera comer la pequeña porción de pan y agua que recibía como alimento, y después renovaba sus ataques, que si no hubiera sido por la gracia de Dios no hubiera podido resistir.
Yo no cesaba de encomendarme a Jesús y su Santísima Madre.
Mi cautiverio duró treinta y siete días, y en el medio de una luz celestial, vi a María con su Divino Hijo en sus manos, la cual me dijo: “Hija, tres días más de prisión y después de cuarenta días, se acabará este estado de dolor”.
Las felices noticias hicieron a mi corazón latir de gozo, pero como la Reina de los Ángeles había añadido, dejaría la prisión, para sostener un combate más terrible que los que ya había tenido. Pasé del gozo a una terrible angustia, que pensaba me mataría. «Hija, ten valentía», dijo la Reina de los Cielos y me recordó mi nombre, el cual había recibido en mi Bautismo diciéndome: “Tú eres Lumena, y tu Esposo es llamado Luz. No tengas miedo. Yo te ayudaré. En el momento del combate, la gracia vendrá para darte fuerza. El ángel Gabriel vendrá a socorrerte, Yo le recomendaré especialmente a él, tu cuidado”.
Las palabras de la Reina de las Vírgenes me dieron ánimo. La visión desapareció dejando la prisión llena de un perfume celestial.
Lo que se me había anunciado, pronto se realizó. Diocleciano perdiendo todas sus esperanzas de hacerme cumplir la promesa de mi padre, tomó las decisión de torturarme públicamente y el primer tormento era ser flagelada. Ordenó que me quitaran mis vestidos, que fuera atada a una columna en presencia de un gran número de hombres de la corte, me hizo que me azotaran con tal violencia, que mi cuerpo se bañó en sangre, y lucía como una sola herida abierta. El tirano pensando que me iba a desmayar y morir, me hizo arrastrar a la prisión para que muriera.
Dos ángeles brillante con luz, se me aparecieron en la oscuridad y derramaron un bálsamo en mis heridas, restaurando en mí la fuerza, que no tenía antes de mi tortura.
Cuando el emperador fue informado del cambio que en mi había ocurrido, me hizo llevar ante su presencia y trato de hacerme ver que mi sanación se la debía a Júpiter el cual deseaba que yo fuera la emperatriz de Roma. El Espíritu Divino, al cual le debía la constancia en perseverar en la pureza, me llenó de luz y conocimiento, y a todas las pruebas que daba de la solidez de nuestra fe, ni el emperador ni su corte podían hallar respuesta.
Entonces el emperador, frenético, ordenó que me sumergieran con un ancla atada al cuello en las aguas del río Tíber. La orden fue ejecutada inmediatamente, pero Dios permitió que no sucediera.
En el momento en el cual iba a ser precipitada al río, dos ángeles vinieron en mi socorro, cortando la soga que estaba atada al ancla, la cual fue a parar al fondo del río, y me transportaron gentilmente a la vista de la multitud, a las orillas del río.
El milagro logró que un gran número de espectadores se convirtieran al cristianismo.

            


El emperador, alegando que el milagro se debía a la magia, me hizo arrastrar por las calles de Roma y ordenó que me fuera disparada una lluvia de flechas. Sangre brotó de todas las partes de mi cuerpo y ordenó que fuera llevada de nuevo a mi calabozo. El cielo me honró con un nuevo favor. Entré en un dulce sueño y cuando desperté estaba totalmente curada. El tirano, lleno de rabia, dijo: «Que sea traspasada con flechas afiladas». Otra vez los arqueros doblaron sus arcos, cogieron toda sus fuerzas, pero las flechas se negaron a salir. El emperador estaba presente y se puso furioso y pensando que la acción del fuego podía romper el encanto, ordenó que se pusieran a calentar en el horno y que fueran dirigidas a mi corazón. Él fue obedecido, pero las flechas, después de haber recorrido parte de la distancia, tomaron la dirección contraria y regresaron a herir a aquellos que la habían tirado. Seis de los arqueros murieron. Algunos de ellos renunciaron al paganismo y el pueblo empezó a dar testimonio público del poder de Dios que me había protegido. Esto enfureció al tirano. Este determinó apresurar mi muerte, ordenando que mi cabeza fuera cortada con un hacha.
Entonces mi alma voló hacia mi Divino Esposo, el cual me puso la corona del martirio y la palma de la virginidad.


 

ORACIÓN DE PROTECCIÓN A LA MEDALLA MILAGROSA


Oh Medalla de María Milagrosa, sé mi escudo y protección contra todo dardo incendiario del maligno. Que mi ser físico y espiritual a través de tu medalla, permanezcan unidos a ti, Madre Milagrosa.
Que tu santa medalla me libre de todo mal y peligro; que tu santa medalla me proteja de toda enfermedad, pestes y virus; que al invocar tu santa plegaria: "Oh María concebida sin pecado, rogad por nosotros que recurrimos a Ti", sean mi familia, mis seres queridos y yo protegidos de toda calamidad y muerte imprevista.
Oh Medalla Milagrosa, protege mi hogar y bienes materiales de todo desastre natural, protege mi vida espiritual y todo mi ser; ampárame, Madre mía, con el escudo protector de tu medalla; dichoso aquel que la lleva puesta como coraza en su cuerpo y en su alma, porque tu protección estará con él de noche y de día. Gracias Madre Mía por tu coraza espiritual, que aleja de mí al invisible espíritu del mal.
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Oh medalla de María Milagrosa, en los momentos de peligro: cuídame.
Oh medalla de María Milagrosa, de las pestes y enfermedades: cúrame.
Oh medalla de María Milagrosa, del enemigo de mi alma: defiéndeme.
Oh medalla de María Milagrosa, de los desastres naturales e imprevistos mi hogar y bienes materiales: protégeme.
Y en la hora de mi muerte, que la luz de tu Medalla Milagrosa me guíe a la Gloria Eterna. Amén.

CORONA DE ADVIENTO

 


MEDITACIÓN SÁBADO XXXIV TIEMPO ORDINARIO B (P. Damián Ramírez)

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21, 34-36


En aquel tiempo, aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».




viernes, 26 de noviembre de 2021

MEDITACIÓN VIERNES XXXIV TIEMPO ORDINARIO B (P. Damián Ramírez)

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,29-33


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos una parábola:
«Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano.
Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.
En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».




jueves, 25 de noviembre de 2021

MI VIDA CON ELLA (Antonio Monfort)

Veo una botella clavada en la arena. Limpia. Vacía. Presente y ausente a la vez. El mar intenta arrastrarla igual que mis recuerdos. Pero la botella aguanta, y mi memoria también. Cierro los ojos y la veo a ella. Las gotas de agua mezclándose con la arena sobre sus pies y el tintineo de su risa, en un idioma con gramática de olas de mar y vocabulario de miles de besos bajo las estrellas. Los abro de nuevo y veo a mi lado una anciana juguetona que garabatea con sus dedos algo sobre la arena. Su piel está tostada no solo por los años, sino por los mil soles de los mil lugares que ha recorrido. Me mira y mi ánimo aún se ilumina. Soy el hombre afortunado que vivió una vida con ella. 

SANTA CATALINA DE ALEJANDRÍA, MÁRTIR


Catalina nació hacia el 290 en el seno de una familia noble de Alejandría, en Egipto. Dotada de una gran inteligencia, destacó muy pronto por sus extensos estudios, que la situaron al mismo nivel que grandes poetas y filósofos de la época. Una noche se le apareció Cristo y decidió, en ese momento, consagrarle su vida, considerándose, desde entonces, su prometida

El emperador Majencio, o Maximiano (no se sabe a ciencia cierta quién fue) (306-312) acudió a Alejandría para presidir una fiesta pagana y ordenó que todos los súbditos hicieran sacrificios a los dioses. Catalina entró en el templo, pero, en lugar de sacrificar, hizo la señal de la cruz. Y dirigiéndose al emperador lo reprendió exhortándolo a conocer al verdadero Dios. Conducida a palacio, ella reiteró su negativa a hacer sacrificios pero invitó al emperador a un debate. Dicho debate el emperador lo perdió, por lo que mantuvo presa a Catalina en su palacio, mientras él ordenó llamar a los grandes sabios del imperio para que ganase el debate el emperador.



En la prueba del debate filosófico, los sabios resultaron convertidos al cristianismo por Catalina, lo que provocó la ira del emperador, quien hizo ejecutar a los sabios en la hoguera. Los sabios que acababan de ser convertidos al cristianismo, tenían miedo de morir sin ser bautizados por lo que Catalina les bautizó. Majencio trató de convencerla con promesas, pero al no lograrlo mandó que la desnudasen y la azotaran, y después la encerró en prisión. Allí fue visitada por la propia emperatriz y un oficial, Porfirio, que terminó por convertirse junto con otros doscientos soldados.

El emperador ordenó entonces que torturaran a Catalina utilizando para ello una máquina formada por unas ruedas guarnecidas con cuchillas afiladas.


Según la Passio, las ruedas se rompieron al tocar el cuerpo de Catalina, quien salió ilesa, mientras que las piezas de la máquina hicieron que algunos de los presentes en la ejecución muriesen. La emperatriz trató de interceder a favor de Catalina, pero esto enfadó al emperador y castigó a la emperatriz, además mandó matar a Catalina cortándole la cabeza, de la que una vez cortada no salió sangre sino leche. Acto seguido unos ángeles llevaron su cuerpo al monte Sinaí.


MEDITACIÓN JUEVES XXXIV TIEMPO ORDINARIO B (P. Damián Ramírez)

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21, 20-28


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que entonces está cerca su destrucción. Entonces los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén en medio de Jerusalén, que se alejen; los que estén en los campos, que no entren en ella; porque estos son “días de venganza” para que se cumpla todo lo que está escrito.
¡Ay de las que estén encintas o criando en aquellos días!
Porque habrá una gran calamidad en esta tierra y un castigo para este pueblo.
“Caerán a filo de espada”, los llevarán cautivos “a todas las naciones”, y “Jerusalén será pisoteada por gentiles”, hasta que alcancen su plenitud los tiempos de los gentiles.
Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación».




miércoles, 24 de noviembre de 2021

ORACIÓN A SAN BENITO (2)


Si ojos tienen, que no me vean.
Si manos tienen, que no me toquen.
Si pies tienen, que no me alcancen.
No permitas que me sorprendan por la espalda.
No permitas que mi sangre se derrame.
No permitas que mi muerte sea violenta.
No permitas que la envidia me acabe.
No permitas que pase hambre.
No permitas que viva en la desgracia.
No permitas que cierren mis caminos.
No permitas que la maldad me destruya.
No permitas que mis enemigos me vean caer.
Tú que todo lo conoces, sabes mis pecados, pero también mi fe, no me desampares jamás, san Benito.
Por favor, acompáñame siempre.

ORACIÓN EN REPARACIÓN POR LAS BLASFEMIAS

¡Oh, Augustísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que, aun siendo infinitamente feliz en Ti y por Ti por toda la eternidad, te dignas aceptar benignamente el homenaje que de toda la Creación se alza hasta tu trono excelso!
Entorna tus ojos, te rogamos, y cierra tus oídos divinos ante aquellos desventurados que, o cegados por la pasión o arrastrados por un impulso diabólico, blasfeman inicuamente contra tu nombre y los de la Purísima Virgen María y los santos.
Detén, ¡oh, Señor!, el brazo de tu justicia, que podría reducir a la nada a quienes se atreven a hacerse reos de tanta impiedad.
Acepta el himno de gloria que incesantemente se eleva desde toda la naturaleza: desde al agua de la fuente que corre limpia y silenciosa, hasta los astros que brillan y recorren una órbita inmensa, en lo alto de los cielos, movidos por tu Amor.
Acepta en reparación el coro de alabanzas que, como el incienso ante el altar, surge de tantas almas santas que caminan, sin desviarse jamás, por los senderos de tu ley, y con asiduas obras de caridad y penitencia intentan aplacar tu justicia ofendida.
Escucha el canto de tantos espíritus elegidos que consagran su vida a celebrar tu gloria, y la alabanza perenne que a todas horas y en todo lugar te ofrece la Iglesia.
Y haz que un día, convertidos a Ti los corazones blasfemos, todas las lenguas y todos los labios entonen concordes en esta tierra aquel canto que resuena sin cesar en los coros de los ángeles: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los Ejércitos. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Amén.

Pío XII concedió 1000 días de indulgencia

ORACIÓN A SANTA FLORA

24 DE NOVIEMBRE: SANTA FLORA

Gloriosa santa Flora, a ti acudimos, llenos de confianza en tu intercesión. Nos sentimos atraídos a ti con una especial devoción, y sabemos que nuestras súplicas serán más agradables a Dios nuestro Señor si tú, que tan amada eres de Él, se las presentas.
Tu caridad, reflejo admirable de la de Dios, te inclina a socorrer toda miseria, a consolar toda pena y a complacer todo deseo y necesidad, si ello ha de ser en provecho de nuestras almas.
Mira, pues, nuestras miserias y penas, nuestros trabajos y necesidades, nuestros buenos deseos, y alcánzanos que cada día aseguremos más nuestra eterna salvación con la práctica de las buenas obras y la imitación de tus virtudes. Que así sea.
Santa Flora, virgen y mártir, ruega por nosotros.

MEDITACIÓN MIÉRCOLES XXXIV TIEMPO ORDINARIO B (P. Damián Ramírez)

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,12-19):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Palabra del Señor





MARTIRIO DE FLORA Y MARÍA


Flora nació en Córdoba. Era hija de madre cristiana y de padre musulmán. El matrimonio tenía varias hijas y un hijo. Flora era la más joven.​ Las hermanas fueron educadas en la fe cristiana de su madre y el hijo en la musulmana de su padre. Flora era devota, austera y observadora de su religión, practicando ayuno a diario. En edad adolescente, Flora y sus hermanos quedaron huérfanos de padre. Hasta ese momento había practicado libremente el cristianismo, pero, a partir de entonces, su hermano, de fe musulmana, intentó la conversión de sus hermanas. Las hermanas se convierten pero Flora se mantiene firme en sus creencias. Flora finalmente huye y se esconde, pero ante las represalias que su hermano está tomando con algunos clérigos a los que acusaba de esconderla, regresa a casa. Allí se ratifica en su fe. El hermano la intenta convencer con promesas y amenazas. Como Flora no cede, su hermano la lleva ante el tribunal, donde confiesa ante el cadí​ el ser cristiana y el haber consagrado a Dios su virginidad. Es torturada, desollada la cabeza por flagelación (azotada por dos verdugos sin compasión en la cabeza hasta que quedó desnudo el hueso de la cabeza), llevada a su casa para ser curada e intentar convertida al Islam. Allí soporta todas las vejaciones y ultrajes a que la somete su hermano con la intención de pervertirla, pero no reniega de su fe y nuevamente huye. Permanece un tiempo en casa de un cristiano y luego en Osaria, la actual Torredonjimeno.
María es hija de cristianos que han puesto a su hijo Walabonso bajo la custodia de un sacerdote con el encargo de educarlo en un monasterio, mientras ella entra en el cenobio de Cuteclara. Muerto mártir su hermano, se dirige ahora a la iglesia de san Acisclo después de haber tomado una firme resolución. Las dos jóvenes coinciden a los pies de san Acisclo Se encontró con María en la iglesia de San Acisclo cuando rezaban. Se juran amistad para siempre y se encaminan con valentía al palacio del cadí. María fue condenada por blasfemia tras condenar a Mahoma ante el tribunal y Flora por apostasía, en 851.  Son arrojadas en un calabozo junto con prostitutas y gente de mal vivir y, llegado el día de la ejecución, son públicamente degolladas tras haber signado la señal de la cruz. Primero será la cabeza de Flora la cortada por el alfanje; después rueda la de María. Sus cuerpos quedan expuestos para escarmiento, disuasión de cristianos y demostración de poder musulmán a las aves y los perros, y, tras unos días, son arrojados al río Guadalquivir.
Sus cabezas fueron depositadas en la iglesia de san Acisclo.

 

martes, 23 de noviembre de 2021

INVIERNO (Inocencio Javier Hernández)

Invierno, año 1500. Una mujer es violada en una aldea islandesa por trece hombres. Se turnan, los que no alcanzan a mojar se masturban, a ambos lados de la mujer, como clanes enfrentados por las tripas de un ciervo. La mujer se arrastra hacia al río. Repta, como los primeros animales que salieron del agua. Se lava. El alma se escurre entre los dedos. Ha perdido un ojo y tiene un par de costillas rotas. El corte en el abdomen tiene mala pinta.

La mujer sin nombre tuvo hijos y sus hijos tuvieron más hijos.

Invierno, año 2021. La señora Elvira sale de la ducha. Pareciera que no ha pasado el tiempo, pero ha vuelto a suceder. Su marido llegó pedo del partido.

Elvira llamará a su hermana, como siempre.

El invierno lo inventaron los hombres, susurra su hermana.

Una mujer es violada en el mundo cada quince segundos.

 

MEDITACIÓN MARTES XXXIV TIEMPO ORDINARIO B (P. Damián Ramírez)

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,5-11


En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo:
«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
Ellos le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».
Él dijo:
«Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».
Entonces les decía:
«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo».





MARTIRIO DE SANTA LUCRECIA DE MÉRIDA



Lucrecia nació en Mérida (Badajoz) y, según el “Santoral Español” de 1864, “dejóse ver en el mundo dotada de todas aquellas nobles disposiciones de naturaleza y de gracia, que no solo allanan sino que facilitan el camino de la virtud”.

Cuando era joven, comenzó en el Imperio Romano la décima persecución contra los cristianos, por los emperadores Diocleciano y Maximiano. Era gobernador, como casi siempre en las actas de los mártires, el “terrible” Daciano.

Llevada Lucrecia a su presencia, este quedó admirado por “su rara hermosura y su singular modestia”. Sabiendo que era cristiana de las más firmes, a la par que de familia acomodada, quiso obligarla a sacrificar a los dioses para, si se negaba, confiscar todos sus bienes para sí mismo. Para ello recurrió a las amenazas, y la cárcel, pensando doblegarla. Como no sucedió, la llamó a juicio nuevamente y le recriminó seguir al que había muerto de forma ignominiosa en una cruz. Lucrecia respondió: “Si hubieras leído al profeta, supieras que servir a Dios es reinar: en cuyo supuesto no me perjudica mi servidumbre a Jesucristo, verdadero Dios; antes bien me ensalza, y por lo mismo recibo de ello más bien esplendor que detrimento”. Daciano insistió, preguntándole por que no sacrificaba. Lucrecia se defendió: “Porque está escrito que solo se ha de servir y sacrificar a Dios; y los tuyos son demonios, a quienes es superstición adorar”.

Daciano, definitivamente le ofreció sacrificar o someterse a los castigos por no hacerlo. Lucrecia, sin miedo, respondió: “Sacrifica tú a los demonios, que yo sólo ofrezco sacrificio al verdadero Dios, y a Jesucristo su único Hijo”. Esta respuesta le valió ser abofeteada y enviada al potro, para que apostatase.

TORMENTO DEL POTRO


Lucrecia sufrió los más crueles tormentos durante cinco días, pero los asumió con entereza y dignamente, por lo que Daciano la sentenció a ser degollada inmediatamente, como así se hizo, llevándola fuera de la ciudad. Era el 23 de noviembre, de un año incierto a inicios del siglo IV.




lunes, 22 de noviembre de 2021

ORACIÓN SANTA CECILIA


Santísimo Dios, quien escogió desde temprana edad a santa Cecilia. Ella te amó a Ti, a su familia y a sus semejantes. Entregó todos sus bienes a los más necesitados, Desde su imagen ella nos señala un camino, iluminándonos por este mundo. Quiero aprender de ella, quiero aprender de su fe, quiero aprender de su valentía.
Te lo pido, en tu glorioso Nombre. Amén. 

MEDITACIÓN LUNES XXXIV TIEMPO ORDINARIO B (P. Damián Ramírez)

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21, 1-4

En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos, vio a unos ricos que echaban donativos en el tesoro del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos monedillas, y dijo:
«En verdad os digo que esa viuda pobre ha echado más que todos, porque todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».