jueves, 27 de febrero de 2014

ORACIÓN POR LAS ALMAS BENDITAS DEL PURGATORIO (1)

Esposas muy queridas del Señor, que arrojadas en la cárcel de indecibles penas carecéis de la presencia del Amado hasta que os purifiquéis, como el oro en el crisol, de las reliquias que os dejaron las culpas; vosotras, que desde esas voraces llamas clamáis con mucha razón a vuestros amigos misericordia, yo me compadezco de vuestro dolor, y quisiera tener caudal suficiente para satisfacer vuestra deuda. Pero ya que soy más pobre que vosotras mismas, apelo a la piedad de los justos, a los ruegos de los bienaventurados, al tesoro de las indulgencias, a la intercesión de María Santísima, y a la sangre de Jesucristo, para que por este medio logréis el deseado consuelo, y yo la gracia con que deteste cualquier culpa, aun la más ligera, y con que venza mi pasión dominante, hasta que el Señor nos lleve a la gloria. Amén.

¿QUÉ ES SIGNARSE Y SANTIGUARSE?

Signarse es hacer tres cruces con el dedo pulgar de la mano derecha: la primera, en la frente, diciendo "Por la señal de la Santa Cruz"; la segunda, en la boca, diciendo "de nuestros enemigos"; y la tercera, en el pecho, diciendo "líbranos, Señor, Dios nuestro".
Santiguarse es hacer una cruz con la mano derecha desde la frente al pecho y desde el hombro izquierdo al derecho, diciendo "En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén".
Persignarse es signarse y santiguarse a continuación.

VIRTUDES MORALES O CARDINALES

Las principales virtudes morales son cuatro: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo.

La justicia es la virtud que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido.

La fortaleza es la virtud que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien.

La templanza es la virtud que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados.

martes, 25 de febrero de 2014

SAN JOSÉ ( Santa Teresa de Jesús)

    Tomé por abogado y señor al glorioso San José, y me encomendé mucho a Él... No me acuerdo hasta ahora haber suplicado cosa al glorioso San José que la haya dejado de hacer; es cosa que me espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, y de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma: que a otros santos parece que les dio el Señor la gracia para socorrer una necesidad; este glorioso santo, tengo experiencia que socorre todas y que quiere el Señor darnos a entender que así como le estuvo sujeto en la tierra..., así en el cielo hace cuanto le pide... Sólo pido, por amor de Dios, que lo pruebe quien no lo creyere, y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca.
 
            Del "Libro de su vida", de Santa Teresa de Jesús

VIRTUDES TEOLOGALES

Las virtudes teologales son tres: fe, esperanza y caridad.
 
La fe es una virtud sobrenatural por la que creemos firmemente lo que Dios ha revelado y la Iglesia nos enseña.
 
La esperanza es una virtud sobrenatural por la cual confiamos que Dios nos dará la gloria mediante su gracia y nuestras buenas obras.
 
La caridad es una virtud sobrenatural por la que amamos a Dios sobre todas las cosas por ser quien es, y a nosotros y al prójimo por amor de Dios.

ORACIONES EN HONOR DE LOS DOLORES Y ALEGRÍAS DEL GLORIOSO PATRIARCA SAN JOSÉ

    I. ¡Oh Esposo purísimo de María, glorioso San José! Así como fue grande la angustia de vuestro corazón en la perplejidad sobre abandonar a vuestra inmaculada Esposa, así fue grande también vuestra alegría al saber por el Ángel el misterio inefable de la Encarnación.
    Por este dolor y por esta alegría os suplicamos que consoléis a nuestra alma, ahora con una santa vida, y en la hora extrema con morir santamente en medio de Jesús y de María.
    Padre nuestro, Ave María y Gloria.

    II. ¡Oh felicísimo Patriarca, escogido por Dios para servir de padre al Verbo de Dios hecho hombre! Grande fue el dolor que sentiste al ver nacer en tan extrema pobreza el Niño Jesús, y grande también tu alegría al verte en medio de un ejército de ángeles, que con su presencia y celestiales cánticos convirtieron en paraíso la miseria del lugar y la crudeza y tinieblas de aquella noche en que empezó la redención del mundo.
    Os suplicamos por este dolor y por este gozo, que después de esta vida pasemos a oír las alabanzas que dan a Dios los ángeles, y gozar de los resplandores de la gloria celestial.
    Padre nuestro, Ave María y Gloria.

    III. ¡Oh ejecutor obedientísimo de la ley de Dios, glorioso San José! La sangre preciosísima que en la circuncisión derramó Jesús, os traspasó el corazón; pero remedió este dolor el consuelo que sentisteis al llamar al Niño con el nombre dulcísimo de Jesús.
    Por este dolor y por este gozo os suplicamos nos alcancéis la gracia de que corregidos en vida de nuestros vicios, amemos as Jesús, para que grabando en nuestro corazón tan dulce nombre, tengamos la dicha de morir pronunciándolo.
    Padre nuestro, Ave María y Gloria.

    IV. ¡Oh fidelísimo santo, glorioso San José, a quien Dios concedió tener parte en los misterios de la Redención! Si el anuncio que oísteis de los labios de Simeón sobre lo que habrían de padecer Jesús y María os afligió en gran manera, os consoló mucho más el saber que serían infinitas las almas que se habrían de salvar en virtud de sus padecimientos.
    Alcanzadnos por este dolor y por este gozo que seamos del número de los que, por los méritos de Jesús e intercesión de María, hayan de resucitar gloriosos a la vida eterna.
    Padre nuestro, Ave María y Gloria.

    V. ¡Oh, custodio vigilantísimo e íntimo del Hijo de Dios encarnado, glorioso San José! Mucho afán, mucha pena os ocasionó el cuidado de haber de sustentar al Hijo del Altísimo, principalmente en la huída a Egipto; pero también os consoló grandemente el tener al mismo Dios en vuestros brazos, y ver caer en su presencia los ídolos de Egipto.
    Os suplicamos por este dolor y por este gozo, que alejando de nosotros al tirano infernal, sobre todo huyendo de las ocasiones peligrosas, caigan de nuestro corazón los ídolos de los afectos terrenos, para que no perteneciendo sino a Jesús y María vivamos con ellos, para morir santamente en ellos.
    Padre nuestro, Ave María y Gloria.
    VI. ¡Oh ángel de la tierra, glorioso San José, que admiraste al Rey del cielo obediente y sujeto a una señal tuya! Si el consuelo que tuviste al recibir del Ángel la orden de sacar a Jesús de Egipto, te enturbió la noticia de que reinaba Arquelao en lugar de Herodes: asegurado no obstante por el Ángel, arribaste gozoso con Jesús y María a Nazaret.
    Por este dolor y por este gozo te rogamos nos alcances que libre nuestro corazón de temores nocivos, con tranquilidad de espíritu vivamos con Jesús y María, y con ambos también muramos.
    Padre nuestro, Ave María y Gloria.
    VII. ¡Oh modelo de toda santidad, glorioso San José! Si perdiste, y no por culpa tuya, al divino Niño Jesús, añadiéndose a tal dolor la angustia de no encontrarle en tres días; tuviste al fin el consuelo inefable de hallarle en el templo honrado y admirado de los doctores.
    Por este dolor y por este gozo te suplicamos con todas las veras de nuestro corazón que intercedas para que jamás perdamos a Jesús por culpa grave; y que si tuviésemos tal desgracia, le busquemos sin descanso hasta encontrarle, y especialmente en el artículo de la muerte, para pasar a gozar de Él en el cielo, donde con Vos podamos cantar eternamente las misericordias del Señor.
    Padre nuestro, Ave María y Gloria.
    V. Ora pro nobis, S. Joseph.
    R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi.
    Deus, qui ineffabili providentia beatum Joseph sanctissimae Genitricis tuae Sponsum eligere dignatus es; praesta, quaesumus, ut quem protectorem veneramur in terris, intercessorem habere mereamur in coelis. Qui vivis et regnas in saecula saeculorum. Amen. 

lunes, 24 de febrero de 2014

LAS BIENAVENTURANZAS

1.ª  Bienaventurados lod pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

2.ª  Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra.

3.ª Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

4.ª Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

5.ª Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

6.ª Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

7.ª Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

8.ª Bienaventurados los que padecen persecución a causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

MANDAMIENTOS DE LA SANTA MADRE IGLESIA

1. Oír Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar.

2. Confesar los pecados mortales al menos una vez al año, y en peligro de muerte, y si se ha de comulgar.

3. Comulgar por Pascua de Resurrección.

4. Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia.

5. Ayudar a la Iglesia en sus necesidades.

ORACIÓN DE LA NOCHE

  ¡Dios mío y Señor mío! Os doy gracias por los beneficios que hoy me habéis concedido. Os pido perdón de todas las faltas que he cometido durante este día; me pesa de todo corazón de haberos ofendido y propongo firmemente nunca más pecar, ayudado de vuestra divina gracia.
  Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
  Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.
  Jesús, José y María, con Vos descanse en paz el alma mía.

ORACIÓN A SAN JOSÉ (5)



¡Oh cuán justamente, santísimo José, habéis sido escogido por especial protector de los agonizantes y de todos los que desean una buena muerte! Porque, en verdad, fue la vuestra tan dulce y tranquila, que no es de maravillar sea envidiada de todos los justos. Vos tuvisteis a uno y otro lado  de vuestra cama a Jesús y a María, y Vos los visteis rivalizar en caridad, para recompensaros en la muerte los servicios que a ambos hicisteis durante vuestra vida. Jesús y María os suministraban con su propia mano los auxilios que vuestra dolencia pedía. Jesús os consolaba con palabras del cielo, mientras que María con amor, más de madre que de esposa, atendía a todas vuestras necesidades. ¡Oh cuántas veces Jesús, mientras que con una mano sostenía vuestra lánguida cabeza, os abrazaba amorosamente con la otra! ¡Oh cuántas enjugó María el sudor de vuestra pálida frente! Moríais de amor, oh José, al sentir confortada vuestra agonía por un Dios, y asistida vuestra dolencia por la Madre del mismo Dios. Cerró en paz sus ojos el santo viejo Simeón, después de haber tenido a Jesús una sola vez en sus brazos; y Vos, José venturosísimo, que por tantos años le tuvisteis en vuestra compañía haciéndole y recibiendo de él cien caricias; Vos que sabíais que Dios mismo recogería vuestro último suspiro en el ósculo santo con que os despediría Jesús; Vos finalmente que no ignorabais que vuestros ojos serían cerrados por María; ¿con cuánta más razón que aquel anciano y venerable Profeta podríais exclamar al morir: "Nunc dimittis servum tuum, patrem tuum, Domine Fili mi Jesu, secundum verbum tuum in pace"? Y ya que vuestra muerte ¡oh gran Patriarca! fue tan honrada, tan dulce, tan bella y tan preciosa, imploro por ella vuestra protección, a fin de que, en aquella hora tan terrible para los pecadores, me alcancéis un verdadero dolor de mis pecados, junto con una gran confianza en la misericordia de mi Señor y en los méritos de María: desde ahora para entonces lo pido diciéndoos:
    Jesús, José y María, asistidme en mi agonía.

LA MISA DE SAN JOSÉ (Cuento de Aurelio Macedonio Espinosa))

    Había una vez un hombre viudo que tenía tres hijos. Y tenía la costumbre de pagarle una misa a San José en su día cada año. Y cuando ya sus tres hijos estaban mayorcitos y ya hacía muchos años que se había muerto la madre, se murió el mayor el mismo día de San José por la tarde. Y el pobre padre se disgustó mucho con San José, y por unos días estuvo tan triste y tan acongojado, que ya ni se acordaba de rezarle a San José.
    Pero al llegar otra vez el día de San José, se acordó de la costumbre que tenía de decirle su misa en su día, y fue a ver al cura y le pagó por la misa a San José. Y esa misma tarde se murió el segundo de sus tres hijos.
    Con eso ya el pobre padre estaba tan desesperado y tanto se disgustó con San José, que ya no quiso decirle más misas.
    Y llegó otra vez el día de San José y no le pagó su misa. A todos los santos del cielo les rezaba, menos a San José. Y como vio que el hijo menor no se había muerto el día de San José, ya no se volvió a acordar de San José para nada.
    Conque una noche, cuando estaba rezando en su habitación, se le apareció San José y le dijo:
    - ¿Por qué no me pagas las misas que tenías costumbre de decir?
    Y como el pobre padre estaba tan asustado, nada contestó. Y entonces le dijo el santo:
    - Te he quitado a tus dos hijos mayores porque te iban a deshonrar y se iban a condenar.
    Y le dijo que mirara por la ventana. Y miró el hombre por la ventana, y vio a sus hijos, ya hombres, ahorcados de un árbol. Y le dijo entonces el santo que mirara por otra ventana. Y miró el hombre, y vio a sus dos hijos ardiendo en el infierno. Y le dijo entonces San José:
    - Eso les iba a pasar a tus hijos, y por eso te los he quitado. Y el menor te lo dejo porque ese va a ser santo y arzobispo.
    Y entonces San José desapareció. Y el pobre padre ya vio que San José le había hecho un bien en vez de un mal, y volvió a decirle la misa a San José todos los años hasta que murió.
    Y su hijo menor estudió para cura y fue obispo y después arzobispo, y murió santo. 

                                                                                   De "Cuentos populares de España"

domingo, 23 de febrero de 2014

LA MISA DE LAS ÁNIMAS (Cuento de Aurelio Macedonio Espinosa)

    Ésta era una criada que servía en una casa. Y todos los meses, cuando le pagaban los amos, dejaba dinero para pagar por una misa para el ánima más necesitada. Y estuvo trabajando por muchos años y nunca dejaba de pagar por esa misa.
    Y  llegó el tiempo que la despidieron sus amos y estuvo algún tiempo sin servir. Y vino a verla una amiga suya y la halló muy triste y desconsolada y le preguntó por qué estaba tan triste, que qué le pasaba. Y ella le dijo:
    - Pues mira, ya que eres mi mejor amiga te diré la verdad. Siempre que he servido he tenido la costumbre de pagar cada vez que me pagan a mí una misa por el ánima más necesitada del purgatorio, y este mes como no trabajo me falta el dinero para pagar esa misa. Por eso estoy triste.
    Y su amiga le dijo:
    - Pues por eso no estés triste que yo te daré dinero para que pagues por esa misa.
    Y le dio el dinero y la moza fue en seguida y pagó por que dijeran la misa.
    Y cuando volvía de ver al cura se encontró en el camino con un hombre muy pálido y flaco que le dijo:
    - ¿Por qué estás tan triste?
    Y ella le contestó:
    - Porque me encuentro sin trabajo. Hace ya unos días que he salido de la casa donde servía y ahora no sé qué hacer.
    Y el hombre le dijo:
    - Pues mira, en aquella casa están ahora despidiendo a la criada que tienen. Anda allí y dile a doña Mariana que yo te envié a servir en vez de la que ahora despiden.
    Y se fue la moza a donde le dijo el hombre y llegó y llamó a la puerta. Y salió la señora y le preguntó qué quería. Y ella le dijo:
    - Me ha enviado un señor alto, flaco y pálido que he encontrado en el camino y me ha dicho que aquí les hace falta ahora una criada porque despiden en este momento la que tienen.
    Y le dijo la señora que entrara y le preguntó:
    - ¿Pero quién es ese señor que te ha enviado acá?
    Y entonces la moza vio a un señor que estaba retratado y dijo:
    - Aquel señor que tiene usted retratado allá, ése es el que me ha enviado.
    Y la señora dijo:
    - Pero, ¿cómo es eso? Si ese es mi hijo que murió hace diez años.
    - Pues, ése es, señora, el que me ha dicho que viniera -dijo la moza.
    Y en ese momento miró la moza hacia la puerta y vio al hombre que estaba allí de pie. Y le dijo a la madre:
    - Mire, señora, allí está ahora su hijo, el que me ha dicho que viniera a su casa.
    Y la madre miró hacia la puerta pero no vio nada. Y entonces la moza le dijo al hombre:
    - ¿Verdad que usted me dijo que viniera aquí a servir?
    Y el hombre le dijo que sí. Pero como la madre no veía ni sentía nada le preguntó a la moza por qué la había enviado allí su hijo. Y le contó la moza cómo estaba acostumbrada ella a pagar por una misa cada mes por el ánima más necesitada del purgatorio y que una vez que no servía una amiga le había dado con que pagara la misa; y que después se había encontrado con ese señor, y como la había encontrado triste le había preguntado por qué estaba tan triste, y que cuando ella le había contado lo que le pasaba la había enviado a esa casa.
    Y la madre comprendió que el ánima necesitada era su hijo y que se le había aparecido a la moza para premiarla porque ella pagaba las misas para que él saliera del purgatorio. Y en la casa del hijo nunca pagaban misas. Y la madre entonces le dijo a la moza que estuviera allí con ella toda su vida. Y cuando murió la señora le dejó toda su riqueza a la moza. Y la moza nunca se quiso casar y vivió siempre muy cristiana y daba limosnas a los pobres y pagaba misas para las ánimas del purgatorio. Y cuando murió dejó todo su dinero para que dijeran misas por las ánimas.
 
                               De "Cuentos populares de España" 

sábado, 22 de febrero de 2014

AMOR MEDITERRÁNEO (Bertín Osborne)

Amor que vino fresco a la sombra de un ciprés,
el vuelo de una nube solitaria al atardecer,
amor de arena blanca, luna blanca y blanca sal,
de brisa hecha sonrisa, pies descalzos en el mar,
amor de media tarde y ojos negros junto a mí,
amor mediterráneo.
Amor de dulce música, jazmín tumbado al sol
de pasos en la hierba salpicados por el calor,
amor de cuerpo entero, a fuego lento, piel con piel,
amor fuera del tiempo, amor de espuma, amor de miel,
amor que no se mancha, amor que vuela junto a mí,
amor mediterráneo.
Y yo que he recorrido el mundo entero detrás de ti,
buscando un puerto abierto donde anclarme y echar raíz,
por fin hallé tu sombra donde crece el puro amor,
amor mediterráneo.
Por fin hallé tu sombra donde crece el puro amor,
amor mediterráneo




ORACIÓN A SAN JOSÉ (4)

¡Oh amabilísimo san José, cuán bien conozco ahora la causa de mis recaídas! Si en vez de mi necia presunción hubiera seguido humilde la lección que me das, de huir de los peligros, no habría recaído con tanta frecuencia. De hoy más propongo vigilar sobre mí mismo, atendiendo a mi salud eterna con santo temor. ¡Asísteme tú, oh santo Protector mío! Y cuando veáis ¡oh Custodio fiel de Jesús y Esposo de la Inmaculada María! que la duda, la perplejidad, la turbación asaltan mi corazón en cualquier necesidad del alma, y especialmente en la elección del estado en que el Señor me quiere, o de los medios más a propósito para santificarme en el ya escogido, alcanzadme Vos la luz necesaria para hacer la voluntad de Dios en todo, repitiendo siempre, como Vos acostumbrabais hacerlo "¡viva yo y viva para ver cumplida la voluntad de Dios en todas las cosas!" (Libro de las Revelaciones Celestiales de Santa Brígida).
Por esto os escojo hoy, en presencia de Jesús y de María, por mi Ángel del consejo, a fin de que me dirijáis en todos mis pasos. Vuestro corazón se vio con frecuencia afligido con las angustias de la ansiedad: por ellas os suplico que aceptéis el nombramiento.
V. Ora pro nobis S. Joseph
R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi.

ORACIÓN DE SOR CÁNDIDA BELLOTI (RELIGIOSA CAMILIANA DE 107 AÑOS)

Señor, te adoro y te agradezco por tu amor y tu misericordia.

viernes, 21 de febrero de 2014

LOS SIETE DOLORES Y SIETE GOZOS DE SAN JOSÉ

Primer dolor. Cuando al ver preñada a su Esposa la quiso dejar, y gozo, cuando el Ángel le declaró que había concebido por obra del Espíritu Santo.
Segundo dolor. Cuando miró al Niño Dios recién nacido en tanta desnudez y pobreza, y gozo, cuando le vio festejado de los ángeles, y venerado de los pastores.
Tercer dolor. Cuando en la circuncisión le vio herido derramar sangre, y gozo, cuando le puso el nombre de Jesús, sabiendo que había de salvar al mundo.
Cuarto dolor. Cuando oyó profetizar a Simeón los trabajos del Hijo, y el cuchillo de dolor que había de traspasar el corazón de la Madre, y gozo, cuando añadió Simeón que aquel Niño sería el remedio y resurrección de muchos.
Quinto dolor. Cuando por la persecución de Herodes se vio obligado a huir con el Niño y con la Madre a Egipto, y gozo, cuando al entrar el Niño Dios en Egipto cayeron todos los ídolos de aquel reino.
Sexto dolor. Cuando al volver de Egipto supo que reinaba Arquelao, y temió su ira, y gozo, cuando el Ángel le avisó que se retirase a Galilea.
Séptimo dolor. Cuando perdió al Niño Jesús en Jerusalén, y gozo, cuando lo halló después de tres días sentado entre los doctores.

ORACIÓN A SAN JOSÉ (3)

¡Oh, qué confusión para mí, amabilísimo San José, ver en Vos tanta solicitud para encontrar algún abrigo al divino Jesús, y en mí tanta resistencia a las voces con que me llama, por el deseo que tiene de habitar en mi alma, de la que tanto tiempo he dejado pacífico poseedor al demonio!... Y pues conozco que el seros devoto es para mí un oportuno socorro, heme aquí a vuestros pies, glorioso Patriarca. En vuestras manos pongo mi causa, confiando que hablaréis en mi favor a Jesús y a María, a fin de obtenerme la gracia de no estar jamás en pecado mortal. Doy miles de gracias al Señor por la confianza que me inspira en Vos, y espero que dándome por vuestros méritos una contrición perfecta, habitará siempre en mi corazón su gracia, no permitiendo jamás que por el pecado le despida de él. ¡Ah, santo Abogado mío! sed mi protector en los peligros: movedme a acudir a Vos siempre que me vea en alguno, en que pueda faltar a la fidelidad que he prometido a Jesús mi Redentor, y a María mi amada Madre.
V. Ora pro nobis S. Joseph.
R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi.

martes, 18 de febrero de 2014

YO, PECADOR (CONFESIÓN GENERAL)

Yo, pecador, me confieso a Dios Todopoderoso, a la bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado San Miguel Arcángel, al bienaventurado San Juan Bautista, a los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo, a todos los Santos, y a vos, padre, que pequé gravemente con el pensamiento, palabra y obra, por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa; por tanto, ruego a la bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado San Miguel Arcángel, al bienaventurado San Juan Bautista, a los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo, a todos los Santos, y a vos, padre, que roguéis por mí a Dios nuestro Señor. Amén.

INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA



lunes, 17 de febrero de 2014

ALADINO Y LA LÁMPARA MARAVILLOSA (DE "LAS MIL Y UNA NOCHES")














LA ORACIÓN DE LA MAESTRA (Gabriela Mistral)


¡Señor! Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe; que lleve el nombre de maestra, que Tú llevaste por la Tierra.
Dame el amor único de mi escuela; que ni la quemadura de la belleza sea capaz de robarle mi ternura de todos los instantes.
Maestro, hazme perdurable el fervor y pasajero el desencanto. Arranca de mí este impuro deseo de justicia que aún me turba, la protesta que sube de mí cuando me hieren. No me duela la incomprensión ni me entristezca el olvido de las que enseñé.
Dame el ser más madre que las madres, para poder amar y defender como ellas lo que no es carne de mis carnes. Alcance a hacer de una de mis niñas mi verso perfecto y a dejarte en ella clavada mi más penetrante melodía para cuando mis labios no canten más.
Muéstrame posible tu Evangelio en mi tiempo, para que no renuncie a la batalla de cada hora por él.
Pon en mi escuela democrática el resplandor que se cernía sobre tu corro de niños descalzos,
Hazme fuerte aun en mi desvalimiento de mujer, y de mujer pobre; hazme despreciadora de todo poder que no sea puro, de toda presión que no sea la de tu voluntad ardiente sobre mi vida. ¡Amigo, acompáñame!, ¡sosténme! Muchas veces no tendré sino a Ti a mi lado. Cuando mi doctrina sea más cabal y más quemante mi verdad, me quedaré sin los mundanos; pero Tú me oprimirás entonces contra tu corazón, el que supo harto de soledad y desamparo.
Yo sólo buscaré en tu mirada las aprobaciones.
Dame sencillez y dame profundidad; líbrame de ser complicada o banal en mi lección cotidiana.
Dame el levantar los ojos de mi pecho con heridas al entrar cada mañana a mi escuela. Que no lleve a mi mesa de trabajo mis pequeños afanes materiales, mis menudos dolores.
Aligérame la mano en el castigo y suavízame más en la caricia. ¡Reprenda con dolor, para saber que he corregido amando! Haz que haga de espíritu mi escuela de ladrillos. Le envuelva la llamarada de mi entusiasmo su atrio pobre, su sala desnuda.
Mi corazón le sea más columna y mi buena voluntad más oro que las columnas y el oro de las escuelas ricas.

¡Y, por fin, recuérdame, desde la palidez del lienzo de Velázquez, que enseñar y amar intensamente sobre la Tierra es llegar al último día con el lanzazo de Longinos de costado a costado!


COMPOSICIÓN DE FRAY PEDRO DE LOS REYES

Yo ¿para qué nací? Para salvarme.
Que tengo que morir es infalible;
Dejar de ver a Dios y condenarme
Triste cosa será, pero posible.
Posible, ¿y río, y duermo, y quiero holgarme?
Posible, ¿y tengo amor a lo visible?
¿Qué hago, en qué me ocupo, en qué me encanto?
Loco debo de ser, si no soy santo.

SALVE A LA SANTÍSIMA VIRGEN (CÁNTICO PIADOSO)

Reina del cielo,
Madre de Dios,
danos piadosa
tu bendición.

Salve, María,
mística rosa,
Madre gloriosa
del Salvador.
Canten mis labios
con dulce acento,
que eres portento
de un Dios de amor.
Satán furioso
manchar quería,
Virgen María,
tu Concepción.
Mas tú humillaste
con pie bendito
del ser maldito
la rebelión.
Salve, María,
nítida Estrella,
la pura y bella
divina flor.
Eres la gloria
de mis loores,
de los amores
divino amor.

sábado, 15 de febrero de 2014

ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Criador y Redentor mío: por ser Vos quien sois y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido, propongo firmemente nunca más pecar y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, confesarme y cumplir la penitencia que me fuera impuesta; os ofrezco mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados; y así como os suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita, me los perdonaréis por los merecimientos de vuestra preciosísima Sangre, Pasión y muerte, y me daréis gracia para enmendarme y para perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte. Amén.

viernes, 14 de febrero de 2014

ORACIÓN POR LOS VIVOS Y LOS DIFUNTOS

Derrama, Señor, tus bendiciones sobre mis parientes, mis bienhechores, mis amigos y mis enemigos. Protege a todos los que me has dado por superiores, tanto espirituales como temporales. Socorre a los pobres, a los prisioneros, a los afligidos, a los viajeros, a los enfermos, a los agonizantes. Convierte a los herejes y a los pecadores e ilumina a los infieles. Dios de bondad y de misericordia, ten también piedad de las benditas almas del Purgatorio, especialmente de las de mi mayor obligación. Dígnate poner fin a sus penas y concederles el eterno descanso. Amén.

ORACIÓN A TODOS LOS SANTOS

Almas bienaventuradas, que tuvisteis la dicha de llegar a la Gloria, alcanzad para nosotros dos cosas del que es nuestro común Dios y Padre, a saber: que no le ofendamos jamás mortalmente, y que quite de nosotros todo lo que le desagrade. Así sea.

martes, 11 de febrero de 2014

A LA SANTÍSIMA VIRGEN

A Málaga viene
la madre de Dios.
Oye, malagueño,
su amorosa voz.

Ave, ave, ave María.
Ave, ave, ave María.

María te llama.
Ven a la Misión.
Oirás la palabra
del Hijo de Dios.

Ave, ave, ave María.
Ave, ave, ave María.

Si quieres la vida,
si quieres perdón,
la Virgen te llama.
Ven a la Misión.

Ave, ave, ave María.
Ave, ave, ave María.

La Virgen María
sonríe de amor
cuando oye a sus hijos
tan dulce canción.

Ave, ave, ave María.
Ave, ave, ave María.

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Salve, Madre, en la tierra de los amores
te saludan los cantos que alza el amor,
Reina de nuestras almas, flor de las flores,
muestra aquí de tu gloria los resplandores,
que en el cielo solo te aman mejor.

Virgen pura, Virgen santa,
vida, esperanza y dulzura
del alma que en ti confía,
madre de Dios, madre mía,
cuando mi vida alentare
todo mi amor para ti,
mas si de ti me olvidare,
madre mía, madre mía,
tú no te olvides de mí.

                                          

 "Cancionero de la Santa Misión" (Málaga, febrero de 1950)