Una y una, dos.
Dos y una, seis.
El pobre burrito
contaba al revés.
¡No se lo sabe!
—Sí me lo sé.
—¡Usted nunca estudia!
Dígame ¿por qué?
Cuando voy a casa
no puedo estudiar;
mi amo es muy pobre,
hay que trabajar.
Trabajo en la noria
todo el santo día.
No me llame burro,
profesora mía.
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