martes, 25 de marzo de 2014
sábado, 22 de marzo de 2014
LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO
Los frutos del Espíritu Santo son doce: Caridad, Gozo espiritual, Paz, Paciencia, Longanimidad, Bondad, Benignidad, Mansedumbre, Fe, Modestia, Continencia y Castidad.
La Caridad es aquel amor con que los buenos aman a Dios.
El Gozo es aquella alegría que gozan los buenos en ser amigos de Dios y en haber dejado el pecado.
La Paz es aquella tranquilidad y quietud de ánimo con que viven los buenos.
La Paciencia es aquella resignación y gusto con que los buenos se conforman del todo con la voluntad de Dios en cualquier tribulación.
La Longanimidad es aquel gran espíritu que tienen los buenos, quienes en nada se angustian, ni hallan contento en otra cosa que en Dios nuestro Señor.
La Bondad es aquella voluntad y deseo que tienen los buenos de hacer bien al prójimo.
La Benignidad es aquel agrado con que los buenos tratan a todos los hombres empleándose en servirlos.
La Mansedumbre es aquella igualdad de ánimo con que los buenos sufren las injurias sin indignarse.
La Fe es aquella fidelidad que los justos guardan a Dios, creyendo cuanto ha revelado, y no engañando a nadie.
La Modestia es aquel cuidado que ponen los buenos en que todas sus acciones se hagan con el debido modo.
La Continencia es aquella mira que tienen los buenos en reprimir las pasiones desordenadas.
La Castidad es aquella pureza interior que guardan los buenos, aborreciendo las cosas deshonestas, y huyendo de las ocasiones.
miércoles, 19 de marzo de 2014
LAS POTENCIAS DEL ALMA
Las potencias del alma son tres: memoria, entendimiento y voluntad.
La memoria la empleamos acordándonos de la ley de Dios y de los beneficios que de Él recibimos.
El entendimiento lo empleamos contemplando las perfecciones de Dios.
La voluntad la empleamos amando más a Dios que a todo el mundo.
martes, 18 de marzo de 2014
ACTOS DE FE, ESPERANZA Y CARIDAD
Acto de fe en general
Dios mío, creo firmemente que estáis aquí presente, que me miráis y escucháis; y creo también todas las verdades que vuestra santa Iglesia ordena creer; por haberlas revelado Vos, que sois Dios de verdad, que no podéis engañar ni ser engañado.
Acto de fe en particular
Creo especialmente, Dios mío, que en el misterio de la santísima Trinidad no hay más que un Dios aunque son tres las Personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Creo que la segunda Persona divina, esto es el Hijo, se hizo hombre por padecer y morir para salvarnos y redimirnos. En fin, creo, Dios mío, que me habéis de pedir cuenta de todos mis pensamientos, palabras y obras, para hacerme feliz en el cielo, si muero en vuestra amistad y gracia, o infeliz en el infierno, si muero en pecado mortal.
Acto de esperanza
Dios mío, espero que por vuestra misericordia infinita y por los méritos de Jesucristo me perdonaréis mis pecados, me daréis vuestra gracia, y después en el cielo la eterna gloria, por la cual me habéis creado.
Acto de caridad
Dios mío, os amo con todo mi corazón, por ser Vos mi Dios infinitamente bueno y amable, y también porque me habéis criado, y cada día concedido tantos beneficios: y quisiera amaros con aquel ferviente amor con que os aman tantos justos y penitentes en la tierra y tantos bienaventurados en el cielo: también por amor vuestro, oh Dios mío, amo a mi prójimo como a mí mismo.
Para ganar las indulgencias concedidas por los Sumos Pontífices Benedicto XIII y Benedicto XIV. 1850.
ÁNGEL DE DIOS
Ángel de Dios, que eres mi custodio: ya que la bondad de Dios me ha encomendado a ti, ilumíname, guíame y protégeme. Amén.
TE-DEUM LAUDAMUS
A Ti, oh Dios, alabamos, a Ti por Señor te confesamos.
A Ti, Padre Eterno, reconoce y venera toda la tierra.
A Ti, todos los Ángeles, a Ti los cielos y todas las Potestades.
A Ti, los Querubines y Serafines cantan sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los ejércitos,
llenos están los cielos y la tierra de la majestad de tu gloria.
A Ti el glorioso coro de los Apóstoles.
A Ti la venerable muchedumbre de los Profetas.
A Ti alaba el numeroso ejército de los Mártires.
A Ti la Iglesia santa confiesa por toda la redondez de la tierra
que eres Padre de inmensa majestad
y que debe ser adorado tu verdadero y único Hijo
y también el Espíritu Santo consolador.
Tú, oh Cristo, eres rey de la gloria.
Tú, el Hijo sempiterno del Padre.
Tú, para rescatarnos te hiciste hombre, y no tuviste a menos el encerrarte en el seno de una Virgen.
Tú, destruido el imperio de la muerte, abriste a los fieles el reino de los cielos.
Tú estás sentado a la diestra de Dios en la gloria del Padre.
Y de allí creemos que vendrás a juzgarnos.
Te suplicamos, pues, socorras a tus siervos que redimiste con tu Sangre preciosa.
Haz que en la eterna gloria seamos del número de tus Santos.
Salva, Señor, a tu pueblo, y bendice a tu herencia.
Y gobiérnalos y ensálzalos para siempre.
Todos los días te bendecimos.
Y alabamos tu nombre en los siglos, y en los siglos de los siglos.
Dígnate, Señor, conservarnos sin pecado en este día.
Ten, Señor, piedad de nosotros; sí, ten de nosotros piedad.
Descienda, Señor, tu misericordia sobre nosotros, pues pusimos en Ti nuestra esperanza.
En Ti, Señor, esperé; nunca seré confundido.
Kyrie eleison, Christe eleison, Kyrie eleison. Padre nuestro.
A Ti, Padre Eterno, reconoce y venera toda la tierra.
A Ti, todos los Ángeles, a Ti los cielos y todas las Potestades.
A Ti, los Querubines y Serafines cantan sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los ejércitos,
llenos están los cielos y la tierra de la majestad de tu gloria.
A Ti el glorioso coro de los Apóstoles.
A Ti la venerable muchedumbre de los Profetas.
A Ti alaba el numeroso ejército de los Mártires.
A Ti la Iglesia santa confiesa por toda la redondez de la tierra
que eres Padre de inmensa majestad
y que debe ser adorado tu verdadero y único Hijo
y también el Espíritu Santo consolador.
Tú, oh Cristo, eres rey de la gloria.
Tú, el Hijo sempiterno del Padre.
Tú, para rescatarnos te hiciste hombre, y no tuviste a menos el encerrarte en el seno de una Virgen.
Tú, destruido el imperio de la muerte, abriste a los fieles el reino de los cielos.
Tú estás sentado a la diestra de Dios en la gloria del Padre.
Y de allí creemos que vendrás a juzgarnos.
Te suplicamos, pues, socorras a tus siervos que redimiste con tu Sangre preciosa.
Haz que en la eterna gloria seamos del número de tus Santos.
Salva, Señor, a tu pueblo, y bendice a tu herencia.
Y gobiérnalos y ensálzalos para siempre.
Todos los días te bendecimos.
Y alabamos tu nombre en los siglos, y en los siglos de los siglos.
Dígnate, Señor, conservarnos sin pecado en este día.
Ten, Señor, piedad de nosotros; sí, ten de nosotros piedad.
Descienda, Señor, tu misericordia sobre nosotros, pues pusimos en Ti nuestra esperanza.
En Ti, Señor, esperé; nunca seré confundido.
Kyrie eleison, Christe eleison, Kyrie eleison. Padre nuestro.
viernes, 14 de marzo de 2014
EL TRAJE NUEVO DEL EMPERADOR (Hans Christian Andersen)
Hace muchos años había un Emperador tan aficionado a los trajes nuevos que gastaba todas sus rentas en vestir con la máxima elegancia. No se interesaba por sus soldados, ni le atraía el teatro, ni le gustaba pasear en coche por el bosque, a menos que fuera para lucir sus trajes nuevos. Tenía un vestido distinto para cada hora del día, y de la misma manera que se dice de un rey que se encuentra en el Consejo, de él se decía siempre:
-El Emperador está en el ropero.
La gran ciudad en que vivía estaba llena de entretenimientos y era visitada a diario por numerosos turistas. Un día se presentaron dos truhanes que se hacían pasar por tejedores, asegurando que sabían tejer las telas más maravillosas que pudiera imaginarse. No sólo los colores y los dibujos eran de una insólita belleza, sino que las prendas con ellas confeccionadas poseían la milagrosa virtud de convertirse en invisibles para todos aquellos que no fuesen merecedores de su cargo o que fueran irremediablemente estúpidos.
-¡Deben ser vestidos magníficos! -pensó el Emperador-. Si los llevase, podría averiguar qué funcionarios del reino son indignos del cargo que desempeñan. Podría distinguir a los listos de los tontos. Sí debo encargar inmediatamente que me hagan un traje.
Y entregó mucho dinero a los estafadores para que comenzasen su trabajo.
Instalaron dos telares y simularon que trabajaban en ellos; aunque estaban totalmente vacíos. Con toda urgencia, exigieron las sedas más finas y el hilo de oro de la mejor calidad. Guardaron en sus alforjas todo esto y trabajaron en los telares vacíos hasta muy entrada la noche.
«Me gustaría saber lo que ha avanzado con la tela», pensaba el Emperador, pero se encontraba un poco confuso en su interior al pensar que el que fuese tonto o indigno de su cargo no podría ver lo que estaban tejiendo. No es que tuviera dudas sobre sí mismo; pero, por si acaso, prefería enviar primero a otro, para ver cómo andaban las cosas. Todos los habitantes de la ciudad estaban informados de la particular virtud de aquella tela, y todos estaban deseosos de ver lo tonto o inútil que era su vecino.
«Enviaré a mi viejo ministro a que visite a los tejedores -pensó el Emperador-. Es un hombre honrado y el más indicado para ver si el trabajo progresa, pues tiene buen juicio, y no hay quien desempeñe el cargo como él».
El viejo y digno ministro se presentó, pues, en la sala ocupada por los dos pícaros, los cuales seguían trabajando en los telares vacíos.
«¡Dios me guarde! -pensó el viejo ministro, abriendo unos ojos como platos-. ¡Pero si no veo nada!». Pero tuvo buen cuidado en no decirlo.
Los dos estafadores le pidieron que se acercase y le preguntaron si no encontraba preciosos el color y el dibujo. Al decirlo, le señalaban el telar vacío, y el pobre ministro seguía con los ojos desencajados, pero sin ver nada, puesto que nada había.
«¡Dios mio! -pensó-. ¿Seré tonto acaso? Jamás lo hubiera creído, y nadie tiene que saberlo. ¿Es posible que sea inútil para el cargo? No debo decir a nadie que no he visto la tela».
-¿Qué? ¿No decís nada del tejido? -preguntó uno de los pillos.
-¡Oh, precioso, maravilloso! -respondió el viejo ministro mirando a través de los lentes-. ¡Qué dibujos y qué colores! Desde luego, diré al Emperador que me ha gustado extraordinariamente.
-Cuánto nos complace -dijeron los tejedores, dándole los nombres de los colores y describiéndole el raro dibujo. El viejo ministro tuvo buen cuidado de quedarse las explicaciones en la memoria para poder repetirlas al Emperador; y así lo hizo.
Los estafadores volvieron a pedir más dinero, más seda y más oro, ya que lo necesitaban para seguir tejiendo. Lo almacenaron todo en sus alforjas, pues ni una hebra se empleó en el telar, y ellos continuaron, como antes, trabajando en el telar vacío.
Poco después el Emperador envió a otro funcionario de su confianza a inspeccionar el estado del tejido y a informarse de si el traje quedaría pronto listo. Al segundo le ocurrió lo que al primero; miró y remiró, pero como en el telar no había nada, nada pudo ver.
-Precioso tejido, ¿verdad? -preguntaron los dos tramposos, señalando y explicando el precioso dibujo que no existía.
«Yo no soy tonto -pensó el funcionario-, luego, ¿será mi alto cargo el que no me merezco? ¡Qué cosa más extraña! Pero, es preciso que nadie se dé cuenta».
Así es que elogió la tela que no veía, y les expresó su satisfacción por aquellos hermosos colores y aquel precioso dibujo.
-¡Es digno de admiración! -informó al Emperador.
Todos hablaban en la ciudad de la espléndida tela, tanto que, el mismo Emperador quiso verla antes de que la sacasen del telar.
Seguido de una multitud de personajes distinguidos, entre los cuales figuraban los dos viejos y buenos funcionarios que habían ido antes, se encaminó a la sala donde se encontraban los pícaros, los cuales continuaban tejiendo afanosamente, aunque sin hebra de hilo.
-¿Verdad que es admirable? -preguntaron los dos honrados funcionarios-. Fíjese Vuestra Majestad en estos colores y estos dibujos -, y señalaban el telar vacío, creyendo que los demás veían perfectamente la tela.
«¿Qué es esto? -pensó el Emperador-. ¡Yo no veo nada! ¡Esto es terrible! ¿Seré tonto? ¿O es que no merezco ser emperador? ¡Resultaría espantoso que fuese así!».
-¡Oh, es bellísima! -dijo en voz alta-. Tiene mi real aprobación-. Y con un gesto de agrado miraba el telar vacío, sin decir ni una palabra de que no veía nada.
Todos el séquito miraba y remiraba, pero ninguno veía absolutamente nada; no obstante, exclamaban, como el Emperador:
-¡Oh, es bellísima!-, y le aconsejaron que se hiciese un traje con esa tela nueva y maravillosa, para estrenarlo en la procesión que debía celebrarse próximamente.
-¡Es preciosa, elegantísima, estupenda!- corría de boca en boca, y todos estaban entusiasmados con ella.
El Emperador concedió a cada uno de los dos bribones una Cruz de Caballero para que las llevaran en el ojal, y los nombró Caballeros Tejedores.
Durante toda la noche que precedió al día de la fiesta, los dos embaucadores estuvieron levantados, con más de dieciséis lámparas encendidas. La gente pudo ver que trabajaban activamente en la confección del nuevo traje del Emperador. Simularon quitar la tela del telar, cortaron el aire con grandes tijeras y cosieron con agujas sin hebra de hilo; hasta que al fin, gritaron:
-¡Mirad, el traje está listo!
Llegó el Emperador en compañía de sus caballeros más distinguidos, y los dos truhanes, levantando los brazos como si sostuviesen algo, dijeron:
-¡Estos son los pantalones! ¡La casaca! ¡El manto! ...Y así fueron nombrando todas las piezas del traje. Las prendas son ligeras como si fuesen una tela de araña. Se diría que no lleva nada en el cuerpo, pero esto es precisamente lo bueno de la tela.
-¡En efecto! -asintieron todos los cortesanos, sin ver nada, porque no había nada .
-¿Quiere dignarse Vuestra Majestad a quitarse el traje que lleva -dijeron los dos bribones-, para que podamos probarle los nuevos vestidos ante el gran espejo?
El Emperador se despojó de todas sus prendas, y los pícaros simularon entregarle las diversas piezas del vestido nuevo, que pretendían haber terminado poco antes. Luego hicieron como si atasen algo a la cintura del Emperador: era la cola; y el Monarca se movía y contoneaba ante el espejo.
-¡Dios, y qué bien le sienta, le va estupendamente! -exclamaron todos-. ¡Qué dibujos! ¡Qué colores! ¡Es un traje precioso!
-El palio para la procesión os espera ya en la calle, Majestad -anunció el maestro de ceremonias.
-¡Sí, estoy preparado! -dijo el Emperador-. ¿Verdad que me sienta bien? -y de nuevo se miró al espejo, haciendo como si estuviera contemplando sus vestidos.
Los chambelanes encargados de llevar la cola bajaron las manos al suelo como para levantarla, y siguieron con las manos en alto como si estuvieran sosteniendo algo en el aire; por nada del mundo hubieran confesado que no veían nada.
Y de este modo marchó el Emperador en la procesión bajo el espléndido palio, mientras que todas las gentes, en la calle y en las ventanas, decían:
-¡Qué precioso es el nuevo traje del Emperador! ¡Qué magnífica cola! ¡Qué bien le sienta! -nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que no veían nada, porque eso hubiera significado que eran indignos de su cargo o que eran tontos de remate. Ningún traje del Emperador había tenido tanto éxito como aquél.
-¡Pero si no lleva nada! -exclamó de pronto un niño.
-¡Dios mio, escuchad la voz de la inocencia! -dijo su padre; y todo el mundo empezó a cuchichear sobre lo que acababa de decir el pequeño.
-¡Pero si no lleva nada puesto! ¡Es un niño el que dice que no lleva nada puesto!
-¡No lleva traje! -gritó, al fin, todo el pueblo.
Aquello inquietó al Emperador, porque pensaba que el pueblo tenía razón; pero se dijo:
-Hay que seguir en la procesión hasta el final.
Y se irguió aún con mayor arrogancia que antes; y los chambelanes continuaron portando la inexistente cola.
jueves, 13 de marzo de 2014
NUNCA PODRÁS DOLOR ACORRALARME (José Luis Martín Descalzo)
Nunca podrás, dolor, acorralame.
Podrás alzar mis ojos hacia el llanto,
secar mi lengua, amordazar mi canto,
sajar mi corazón y desguazarme.
Podrás entre tus rejas encerrarme,
destruir los castillos que levanto,
ungir todas mis horas con tu espanto,
pero nunca podrás acobardarme.
Puedo amar en el potro de tortura.
Puedo reír cosido por tus lanzas.
Puedo ver en la oscura noche oscura.
Llego, dolor, a donde tú no alcanzas.
Yo decido mi sangre y su espesura.
Yo soy el dueño de mis esperanzas.
J.L. MARTÍN DESCALZO
miércoles, 12 de marzo de 2014
EPIGRAMA DE ALFONSO GARCÍA TEJERO (1818-1890)
Por robar Pepe Zurrones
una cabra en despoblado
el infeliz fue ahorcado
sin más consideraciones.
Roban otros mil millones
y nadie les dice nada,
porque es gente encopetada
y se dan tono y provecho
con grandes cruces al pecho...
¿Y la justicia? ¡Bobada!
una cabra en despoblado
el infeliz fue ahorcado
sin más consideraciones.
Roban otros mil millones
y nadie les dice nada,
porque es gente encopetada
y se dan tono y provecho
con grandes cruces al pecho...
¿Y la justicia? ¡Bobada!
viernes, 7 de marzo de 2014
ORACIÓN A SAN JOSÉ (7)
¡Oh glorioso Patriarca! Tú procuraste mi salvación con tal solicitud que uniste tu voluntad a la de tu santa Esposa cuando a su divino Hijo, que hacía las delicias de ambos, lo ofreció por mí a la muerte. Grande es mi gozo por que esta generosa oferta os haya constituido protector y patrono universal nuestro. ¡Oh santo amorosísimo! Alcanzadme luz para conocer con cuánto empeño, con cuánta oración y vigilancia deba yo trabajar por salvarme, ya que tanto hiciste tú, y tanto hizo María, y sobre todo mi Salvador. Por los méritos, pues, de aquel sacrificio con que Él se ofreció por mí a su eterno Padre, rogadle que tenga piedad de mi alma: que no sea Él ocasión de ruina para mí, como llegaría a serlo, si después de haberle conocido correspondiese yo con tibieza y con ingratitud durmiéndome en el pecado. ¡Desgraciado de mí si antes de que llegue mi última hora no me encomendase a Vos, oh bendito San José! Doy gracias a la divina bondad por haberme inspirado tanta confianza en Vos: en Vos, de quien espero protección en la vida, defensa en la muerte y la resurrección a la gloria eterna.
V. Ora pro nobis S. Joseph.
R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi.
Te suplico, oh San José,
que a tu Jesús por mí pidas,
que entre la grey escogida,
resucite yo también.
ORACIÓN PARA PEDIR LA BEATIFICACIÓN DEL DOCTOR GÁLVEZ GINACHERO
Señor Dios nuestro, que concediste a tu siervo José Gálvez Ginachero, doctor en Medicina y ginecólogo, innumerables dones que ejercitó con esfuerzo durante su vida, dejándonos un ejemplo de ideal cristiano en las variadas facetas de sus actividades como padre de familia, cirujano y hombre público. Sostenido por una profunda fe en la Eucaristía y devoción mariana, supo unir su ciencia médica con el ejercicio de su profesión hacia los más necesitados, estando siempre abierto a toda acción benéfica y siendo propulsor de varias de ellas.
Concédenos por su intercesión la gracia que ahora te pedimos (hágase la petición) y haz que nuestra Santa Madre Iglesia, a la que él amó fielmente, acredite públicamente su santidad.
Por Jesucristo, tu hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
martes, 4 de marzo de 2014
lunes, 3 de marzo de 2014
sábado, 1 de marzo de 2014
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