miércoles, 18 de junio de 2014

LA LEYENDA DEL VIEJO DE LA MONTAÑA (Tercer cuento chino de Ho Tse Lin)

Hace mucho tiempo, en una aldea de montaña de China, al llegar la noche y alrededor del fuego del hogar los mayores contaban historias a los más jóvenes. En una de las casas, Chai Cai escuchaba a su tatarabuelo Chai Yin la leyenda del viejo que se fue a la montaña y no volvió:
            - Li Cheng perdió la razón al unirse sus más de cien años con la soledad de las altas montañas. Al enviudar perdió las ganas de vivir y se fue de la aldea, muy lejos de todos. Sólo su amigo Lu Ching subió a su retiro dos veces para dar sepultura a su cuerpo. La primera vez, a los tres meses, Li le contó que vivía feliz con una mujer, pero él no vio a nadie. La segunda vez, a los tres años, no pudo encontrarlo. Lo buscó durante tres días y, abatido, regresó a su casa. Yo tenía entonces siete años y recuerdo que sus hijos le hicieron un funeral al que asistimos los casi trescientos habitantes de la aldea. En el mismo, Lu dijo que buscó a su amigo sin éxito, pero vio una luz muy fuerte sobre unos árboles durante cerca de un minuto. Probablemente era el espíritu de Li despidiéndose.
           - Abuelo Yin, me gustaría subir contigo a la montaña y que me enseñases dónde vivía el viejo Li Cheng.
           Sólo hubo que esperar a la mañana siguiente. Tatarabuelo y tataranieto subieron a lo más alto, donde Lu Ching dijo haber visto la luz. Se sorprendieron al ver a un hombre de unos cincuenta años sentado al borde del precipicio mirando al infinito.
           - Hacía más de cien años que nadie subía hasta aquí -dijo el hombre sin volverse a mirarlos.
           - ¿Quién eres? -preguntó Chai Yin. No te había visto nunca.
           - Soy tu tatarabuelo Li Cheng.
          Yin no entendía nada. Li Cheng, de seguir vivo tendría más de doscientos años. Además, no era su tatarabuelo.
           - No me gusta que se rían de mí. ¿Acaso te has escapado de un manicomio?
          - Pregúntale a Lu Ching. Él sabe lo que pasó aquí hace más de un siglo. No contó todo lo que vio para que no creyeran que había perdido la razón.
          - Lu Ching murió hace sesenta años -replicó Yin.
          - ¿Estás seguro? ¿Viste tal vez su cadáver?
         - Ahora que lo dices, Lu se fue de viaje a Europa y no volvimos a tener noticias suyas. Supusimos que a sus 150 años debió de morir en aquellas lejanas tierras.
        - Él vive en España todavía, en un pueblo llamado Pampaneira. No puede morir hasta que nos vea a mí y a mi esposa Yaisai. Tenéis que conseguir que vuelva a subir aquí por tercera vez.
        El pequeño Chai Cai no podía creer lo que veían sus pequeños y rasgados ojos de un niño de nueve años. ¿Sería cierto que aquel hombre era Li Cheng y lo que estaba contando? Salió de dudas cuando lo vio  levantarse, darle un beso en su cabeza y correr por el aire hasta la montaña de al lado. Allí creyeron ver la figura de una mujer joven que lo abrazaba y cómo se perdían en la espesura del bosque.
        - Vámonos para la aldea, Cai. Y no cuentes nada o será peor.
        - Abuelo, ¿tú no me dices que para estar realizados hay que ser puros y transparentes y que no debemos ocultar nada?
       - Sí, pero si no se daña a nadie; y si no ocultamos lo que hemos visto nos veremos perjudicados. Por cierto, luego hablaré con tus padres. Nos vamos de viaje. 
     - Esto es muy raro. Con los poderes que tiene tu tatarabuelo, ¿por qué no consigue traer él mismo a Lu Ching? Podría ir volando hasta ese sitio donde está. Además, si viene morirá...¡es lo que ha dicho!
       - Tienes razón, pequeño Cai, además creo que España está un poco lejos. Y nosotros no podemos volar.
      - Bueno, en sueños yo sí vuelo. Es fantástico. Cuando me despierto aún noto la brisa fresca en la cara.
      - ¡Me acabas de dar una idea! Intentemos los dos esta noche viajar en sueños y hablar con Lu Ching. Que nos cuente lo que sepa y luego que decida lo que hace.
      Esa misma noche los cuerpos astrales de tatarabuelo y tataranieto llegaron a España, a casa del viejo Lu, que dormía plácidamente en su cama. En el plano astral  hablaron con él.
      - En efecto, Li Cheng es tu tatarabuelo. Su matrimonio no iba bien y tuvo una aventura con tu tatarabuela. Tu tatarabuelo no es tu tatarabuelo, Chai Yin.
      - Tienes más de doscientos años. ¿Cómo has podido vivir hasta ahora?  -preguntó el niño.
      - Cuidando mis tres cuerpos. El físico con una buena alimentación, felicidad, armonía, ejercicio...El astral con largos viajes a lugares que pocos conocen y que recargaban mi energía poderosamente. Y el mental siguiendo los sabios consejos de nuestros antepasados y jugando al ajedrez y a la pocha.
      - ¿Qué pasó en la montaña? -interrogó Chai Yin
      - Es complicado explicarlo. Allí arriba hay una comunicación con otros planos y con otros lugares físicos, digamos otros planetas. Yaisai existe, pero no es de nuestro mundo. Li Cheng viajó a esos lugares muchas veces. En una ocasión se rompió su cordón de plata y ya no volvió a su cuerpo físico. A quien vosotros visteis fue a Li Cheng con su nuevo cuerpo. Ahora me espera con su amor Yaisai para que su mejor amigo se vaya con ellos. Me cuidan y quieren que vaya a esa montaña para el gran viaje.
      -¿Irás? -preguntaron a la vez tatarabuelo y tataranieto.
      - Hay que coger el toro por los cuernos. Y ya va siendo hora.
      Un mes después, Lu Ching llegó a la aldea, donde ya nadie se acordaba de él. Chai Yin y Chai Cai lo acompañaron hasta la montaña. Allí estaban Li Cheng y Yaisai. Los cinco se abrazaron y lloraron de alegría. Los dos que quedaron volvieron a la aldea a tiempo para cenar un rico arroz chino y jugar una partida de ajedrez y de pocha.  

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