Hace mucho tiempo, en una aldea de montaña de China, al llegar la noche y alrededor del fuego del hogar los mayores contaban historias a los más jóvenes. En una de las casas, Chai Cai escuchaba a su tatarabuelo Chai Yin la leyenda del viejo que se fue a la montaña y no volvió:
- Li Cheng perdió la razón al unirse sus más de cien años con la soledad de las altas montañas. Al enviudar perdió las ganas de vivir y se fue de la aldea, muy lejos de todos. Sólo su amigo Lu Ching subió a su retiro dos veces para dar sepultura a su cuerpo. La primera vez, a los tres meses, Li le contó que vivía feliz con una mujer, pero él no vio a nadie. La segunda vez, a los tres años, no pudo encontrarlo. Lo buscó durante tres días y, abatido, regresó a su casa. Yo tenía entonces siete años y recuerdo que sus hijos le hicieron un funeral al que asistimos los casi trescientos habitantes de la aldea. En el mismo, Lu dijo que buscó a su amigo sin éxito, pero vio una luz muy fuerte sobre unos árboles durante cerca de un minuto. Probablemente era el espíritu de Li despidiéndose.
- Abuelo Yin, me gustaría subir contigo a la montaña y que me enseñases dónde vivía el viejo Li Cheng.
Sólo hubo que esperar a la mañana siguiente. Tatarabuelo y tataranieto subieron a lo más alto, donde Lu Ching dijo haber visto la luz. Se sorprendieron al ver a un hombre de unos cincuenta años sentado al borde del precipicio mirando al infinito.
- Hacía más de cien años que nadie subía hasta aquí -dijo el hombre sin volverse a mirarlos.
- ¿Quién eres? -preguntó Chai Yin. No te había visto nunca.
- Soy tu tatarabuelo Li Cheng.
Yin no entendía nada. Li Cheng, de seguir vivo tendría más de doscientos años. Además, no era su tatarabuelo.
- No me gusta que se rían de mí. ¿Acaso te has escapado de un manicomio?
- Pregúntale a Lu Ching. Él sabe lo que pasó aquí hace más de un siglo. No contó todo lo que vio para que no creyeran que había perdido la razón.
- Lu Ching murió hace sesenta años -replicó Yin.
- ¿Estás seguro? ¿Viste tal vez su cadáver?
- Ahora que lo dices, Lu se fue de viaje a Europa y no volvimos a tener noticias suyas. Supusimos que a sus 150 años debió de morir en aquellas lejanas tierras.
- Él vive en España todavía, en un pueblo llamado Pampaneira. No puede morir hasta que nos vea a mí y a mi esposa Yaisai. Tenéis que conseguir que vuelva a subir aquí por tercera vez.
El pequeño Chai Cai no podía creer lo que veían sus pequeños y rasgados ojos de un niño de nueve años. ¿Sería cierto que aquel hombre era Li Cheng y lo que estaba contando? Salió de dudas cuando lo vio levantarse, darle un beso en su cabeza y correr por el aire hasta la montaña de al lado. Allí creyeron ver la figura de una mujer joven que lo abrazaba y cómo se perdían en la espesura del bosque.
- Vámonos para la aldea, Cai. Y no cuentes nada o será peor.
- Abuelo, ¿tú no me dices que para estar realizados hay que ser puros y transparentes y que no debemos ocultar nada?
- Sí, pero si no se daña a nadie; y si no ocultamos lo que hemos visto nos veremos perjudicados. Por cierto, luego hablaré con tus padres. Nos vamos de viaje.
- Esto es muy raro. Con los poderes que tiene tu tatarabuelo, ¿por qué no consigue traer él mismo a Lu Ching? Podría ir volando hasta ese sitio donde está. Además, si viene morirá...¡es lo que ha dicho!
- Tienes razón, pequeño Cai, además creo que España está un poco lejos. Y nosotros no podemos volar.
- Bueno, en sueños yo sí vuelo. Es fantástico. Cuando me despierto aún noto la brisa fresca en la cara.
- ¡Me acabas de dar una idea! Intentemos los dos esta noche viajar en sueños y hablar con Lu Ching. Que nos cuente lo que sepa y luego que decida lo que hace.
Esa misma noche los cuerpos astrales de tatarabuelo y tataranieto llegaron a España, a casa del viejo Lu, que dormía plácidamente en su cama. En el plano astral hablaron con él.
- En efecto, Li Cheng es tu tatarabuelo. Su matrimonio no iba bien y tuvo una aventura con tu tatarabuela. Tu tatarabuelo no es tu tatarabuelo, Chai Yin.
- Tienes más de doscientos años. ¿Cómo has podido vivir hasta ahora? -preguntó el niño.
- Cuidando mis tres cuerpos. El físico con una buena alimentación, felicidad, armonía, ejercicio...El astral con largos viajes a lugares que pocos conocen y que recargaban mi energía poderosamente. Y el mental siguiendo los sabios consejos de nuestros antepasados y jugando al ajedrez y a la pocha.
- ¿Qué pasó en la montaña? -interrogó Chai Yin
- Es complicado explicarlo. Allí arriba hay una comunicación con otros planos y con otros lugares físicos, digamos otros planetas. Yaisai existe, pero no es de nuestro mundo. Li Cheng viajó a esos lugares muchas veces. En una ocasión se rompió su cordón de plata y ya no volvió a su cuerpo físico. A quien vosotros visteis fue a Li Cheng con su nuevo cuerpo. Ahora me espera con su amor Yaisai para que su mejor amigo se vaya con ellos. Me cuidan y quieren que vaya a esa montaña para el gran viaje.
-¿Irás? -preguntaron a la vez tatarabuelo y tataranieto.
- Hay que coger el toro por los cuernos. Y ya va siendo hora.
Un mes después, Lu Ching llegó a la aldea, donde ya nadie se acordaba de él. Chai Yin y Chai Cai lo acompañaron hasta la montaña. Allí estaban Li Cheng y Yaisai. Los cinco se abrazaron y lloraron de alegría. Los dos que quedaron volvieron a la aldea a tiempo para cenar un rico arroz chino y jugar una partida de ajedrez y de pocha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario