miércoles, 17 de agosto de 2016

ORACIÓN A SAN JOSÉ (13)

Con aquella sencillez y sublimidad, propias tan solo de Dios que las inspiró, nos pintan las Sagradas escrituras la alegría indescriptible que sintió el anciano Simeón al ver, y mucho más al recibir en sus brazos al Mesías deseado de las Naciones. Pero ¿quién, que quiera andar acertado, se atreverá a comparar con el tuyo el gozo del anciano profeta? ¿Qué puntos tienen de contacto para que se les pueda juntar? Porque si bien nacidos ambos de los vehementes deseos con que esperaban al Redentor futuro, y de la preparación con que para recibirle se adornaron tan excelentes varones, José, con todo, como más cerca de Jesús y más interesado en los destinos de este, con mucho aventajaría a aquel cuya vida iba pronto a terminar, y cuya misión había ya terminado.
¡Oh, cuánto me confunde, José glorioso, contemplar de un lado tus ardientes ansias y las de Simeón, de recibir a Cristo Jesús, y de otro mi frialdad aun teniéndolo, no en los brazos, sino en el corazón!
JACULATORIA. Aviva en mi pecho los deseos de unirme más y más con mi amado Jesús.

domingo, 14 de agosto de 2016

¡QUÉDATE, SEÑOR, CONMIGO!

(Plegaria del padre Pío para después de la comunión)

Has venido a visitarme
como Padre y como amigo.
Jesús, no me dejes solo.
¡Quédate, Señor, conmigo!

Por el mundo envuelto en sombras
voy errante peregrino.
Dame tu luz y tu gracia.
¡Quédate, Señor, conmigo!

En este precioso instante
abrazado estoy contigo.
Que esta unión nunca me falte.
¡Quédate, Señor, conmigo!

Acompáñame en la vida.
Tu presencia necesito.
Sin Ti desfallezco y caigo.
¡Quédate, Señor, conmigo!

Declinando está la tarde.
Voy corriendo como un río
al hondo mar de la muerte.
¡Quédate, Señor, conmigo!

En la pena y en el gozo
sé mi aliento mientras vivo,
hasta que muera en tus brazos.
¡Quédate, Señor, conmigo!

jueves, 11 de agosto de 2016

LA NIÑA LISTA (Cuento popular ruso)



Dos hermanos marchaban juntos por el mismo camino. Uno de ellos era pobre y montaba una yegua; el otro, que era rico, iba montado sobre un caballo.
Se pararon para pasar la noche en una posada y dejaron sus monturas en el corral. Mientras todos dormían, la yegua del pobre tuvo un potro, que rodó hasta debajo del carro del rico. Por la mañana el rico despertó a su hermano, diciéndole:
— Levántate y mira. Mi carro ha tenido un potro.
El pobre se levantó, y al ver lo ocurrido exclamó:
— Eso no puede ser. ¿Dónde se ha visto que de un carro pueda nacer un potro? El potro es de mi yegua.
El rico le repuso:
— Si lo hubiese parido tu yegua, estaría a su lado y no debajo de mi carro.
Así discutieron largo tiempo y al fin se dirigieron al tribunal. El rico sobornaba a los jueces dándoles dinero, y el pobre se apoyaba solamente en la razón y en la justicia de su causa.
Tanto se enredó el pleito, que llegaron hasta el mismo zar, quien mandó llamar a los dos hermanos y les propuso cuatro enigmas:
— ¿Qué es en el mundo lo más fuerte y rápido?
— ¿Qué es lo más gordo y nutritivo?
— ¿Qué es lo más blando y suave?
— ¿Qué es lo más agradable?
Y les dio tres días de plazo para acertar las respuestas, añadiendo:
— El cuarto día venid a darme la contestación.
El rico reflexionó un poco y, acordándose de su comadre, se dirigió a su casa para pedirle consejo. Esta le hizo sentar a la mesa, convidándolo a comer, y, entretanto, le preguntó:
— ¿Por qué estás tan preocupado, compadre?
— Porque el zar me ha dado para resolver cuatro enigmas un plazo de tres días.
— ¿Y qué enigmas son?
— El primero, qué es en el mundo lo más fuerte y rápido.
— ¡Vaya un enigma! Mi marido tiene una yegua torda que no hay nada más rápido; sin castigarla con el látigo alcanza a las mismas liebres.
— El segundo enigma es: ¿Qué es lo más gordo y nutritivo?
— Nosotros tenemos un cerdo al que estamos cebando hace ya dos años, y se ha puesto tan gordo que no puede tenerse de pie.
— El tercer enigma es: ¿Qué es lo más blando y suave?
— Claro que el lecho de plumas. ¿Qué puede haber más blando y suave?
— El último enigma es el siguiente: ¿Qué es lo más agradable?
— ¡Lo más agradable es mi nieto Ivanuchka!
— Muchas gracias, comadre. Me has sacado de un gran apuro; nunca olvidaré tu amabilidad.
Entretanto el hermano pobre se fue a su casa vertiendo amargas lágrimas. Salió a su encuentro su hija, una niña de diez años, y le preguntó:
— ¿Por qué suspiras tanto y lloras con tal desconsuelo, querido padre?
— ¿Cómo quieres que no llore cuando el zar me ha propuesto cuatro enigmas que ni siquiera en toda mi vida podría adivinar y debo contestarle dentro de tres días?
— Dime cuáles son.
— Pues son los siguientes, hijita mía: ¿Qué es en el mundo lo más fuerte y rápido? ¿Qué es lo más gordo y nutritivo? ¿Qué es lo más blando y suave? ¿Qué es lo más agradable?
— Tranquilízate, padre. Ve a ver al zar y dile: "Lo más fuerte y rápido es el viento. Lo más gordo y nutritivo, la tierra, pues alimenta a todo lo que nace y vive. Lo más blando, la mano: el hombre, al acostarse, siempre la pone debajo de la cabeza a pesar de toda la blandura del lecho; y ¿qué cosa hay más agradable que el sueño?".
Los dos hermanos se presentaron ante el zar, y este, después de haberles escuchado, preguntó al pobre: 
— ¿Has resuelto tú mismo los enigmas o te ha dicho alguien las respuestas?
El pobre contestó:
— Majestad, tengo una niña de diez años que es la que me ha dicho la solución de tus enigmas.
— Si tu hija es tan lista, dale este hilo de seda para que me teja una toalla con dibujos para mañana.
El campesino tomó el hilo de seda y volvió a su casa más triste que antes.
— ¡Dios mío, qué desgracia! —dijo a la niña—. El zar ha ordenado que le tejas de este hilo una toalla.
— No te apures, padre — le contestó la chica.
Sacó una astilla del palo de la escoba y se la dio a su padre, diciéndole:
— Ve a palacio y dile al zar que busque un carpintero que de esta varita me haga un telar para tejer la toalla.
El campesino llevó la astilla al zar, repitiéndole las palabras de su hija. El zar le dio ciento cincuenta huevos, añadiendo:
— Dale estos huevos a tu hija para que los empolle y me traiga mañana ciento cincuenta pollos.
El campesino volvió a su casa muy apurado.
— ¡Oh, hijita! Hemos salido de un apuro para entrar en otro.
— No te entristezcas, padre — dijo la niña.
Tomó los huevos y se los guardó para comérselos, y al padre le envió otra vez al palacio:
— Di al zar que para alimentar a los pollos necesito tener mijo de un día; hay, pues, que labrar el campo, sembrar el mijo, recogerlo y trillarlo, y todo esto debe ser hecho en un solo día, porque los pollos no podrán comer otro mijo.
El zar escuchó con atención la respuesta y dijo al campesino:
— Ya que tu hija es tan lista, dile que se presente aquí; pero que no venga ni a pie ni a caballo, ni desnuda ni vestida; sin traerme regalo, pero tampoco con las manos vacías.
"Esta vez —pensó el campesino— mi hija no podrá resolver tantas dificultades. Llegó la hora de nuestra perdición."
— No te apures, padre — le dijo su hija cuando llegó a casa y le contó lo sucedido—. Busca un cazador, cómprale una liebre y una codorniz vivas y tráemelas aquí.
El padre salió, compró una liebre y una codorniz y las llevó a su casa.
Al día siguiente, por la mañana, la niña se desnudó, se cubrió el cuerpo con una red, tomó en la mano la codorniz, se sentó en el lomo de la liebre y se dirigió al palacio.
El zar salió a su encuentro a la puerta y la niña le saludó, diciendo:
— ¡Aquí tienes, señor, mi regalo!
Y le presentó la codorniz. El zar alargó la mano; pero en el momento de ir a cogerla echó a volar aquella.
— Está bien — dijo el zar—. Lo has hecho todo según te había ordenado. 
Dime ahora: tu padre es pobre, ¿cómo vivís y con qué os alimentáis?
— Mi padre pesca en la arena de la orilla del mar, sin poner cebo, y yo recojo los peces en mi falda y hago sopa con ellos.
— ¡Qué tonta eres! ¿Dónde has visto que los peces vivan en la arena de la orilla? Los peces están en el agua.
— ¿Crees que eres más listo tú? ¿Dónde has visto que de un carro pudiera nacer un potro?
— Tienes razón — dijo el zar, y adjudicó el potro al pobre.
En cuanto a la niña, la hizo educar en su palacio, y cuando fue mayor se casó con ella, haciéndola zarina.

lunes, 8 de agosto de 2016

AQUÍ ESTOY, SEÑOR

Aquí estoy con mi realidad delante de Ti, suplicándote que me ayudes a ser feliz a pesar de mi realidad, a aceptarme con lo que tengo y lo que soy, con mi estatura, mi cara, mi color de piel, el color o la forma de mi cabello, mis ojos, la forma de mi cuerpo, mi gordura o delgadez, mi condición socioeconómica, mi familia, mis defectos y mis errores.
Reconozco que Tú quieres lo mejor para mi vida. Te pido que me ayudes a cambiar mi manera de pensar para que así cambie mi manera de vivir. A partir de hoy declaro con mis labios, con mi mente y con mi corazón que me acepto como soy y con lo que tengo. 
Gracias, Señor, por querer lo mejor para mí. 

ORACIÓN POR LOS ENFERMOS

Señor Jesucristo, que para redimir a los hombres y sanar a los enfermos quisiste asumir nuestra condición humana, mira con piedad a N., que está enfermo y necesita ser curado en el cuerpo y en el espíritu. Reconfórtalo con tu poder para que levante su ánimo y pueda superar todos sus males; y, ya que has querido asociarlo a tu pasión redentora, haz que confíe en la eficacia del dolor para la salvación del mundo. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

ORACIÓN POR LOS PADRES

Padre celestial, bendice a mi padre y a todos los padres del mundo, dales fortaleza, protégelos y cuida de ellos, Señor, para que ellos puedan cuidar de nosotros. Bendícelos siempre, en el nombre de Jesús. Amén.