Te adoramos, Hostia divina; te adoramos, Cristo, Hijo del Dios viviente, que te sacrificaste por nuestra salvación. Tú, para ofrecernos una señal de tu inmensa caridad respecto de nosotros, nos ofreciste bajo la apariencia del pan y del vino tu Cuerpo divino como alimento y tu preciosa Sangre como bebida, porque en esta Hostia, oh Cristo Santo, Tú estás presente, verdadero Dios y verdadero hombre.
Realmente Tú eres un Dios oculto e invisible que, bajo otras apariencias, eres recibido por nosotros visiblemente, y así recibido eliminas los pecados, purificas las almas, aumentas las virtudes y nos guías hacia la verdadera grandeza.
Haz que solo a Ti se dirijan nuestro afecto y nuestras obras, que te busquemos solo a Ti y que, tras haberte hallado, nunca, ni por tentación ni por el paso del tiempo, nos separemos de Ti.
De tal forma que se nos conceda pasar de esta morada terrena a aquella eterna del cielo. Amén.
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