Buenos días. Hoy es sábado y nos encomendamos a la protección de la Virgen María. Hoy la Iglesia nos invita a descubrir que Jesús es como el novio de la boda, y mientras está en nuestra vida todo es alegría, todo lo vivimos con esperanza de llegar a ver cómo se casa con su novia (la Iglesia). Pero el desposorio será duro porque el rito de paso será cruento, será su entrega total en la cruz, y ahí es donde aprenderemos a ayunar. Pero el evangelio nos dará una nueva enseñanza y es que este vino nuevo que será su sangre derramada dará paso a una vida en plenitud y no podemos querer meter esta entrega y sacrificio en la comprensión de los sacrificios del Antiguo Testamento que se repetían cada año. Este único sacrificio (vino nuevo) abrirá las puertas del cielo para siempre y los que vivamos de esta nueva forma llegaremos a la plenitud de vida, esperanza y amor. Seamos buenos y confiemos en Dios, porque hace nuevas todas las cosas.
1ª Lectura (Gén 27, 1-5.15-29): Cuando Isaac se hizo viejo y perdió la vista, llamó a su hijo mayor: «Hijo mío». Contestó: «Aquí estoy». Él le dijo: «Mira, yo soy viejo y no sé cuándo moriré. Toma tus aparejos, arco y aljaba, y sal al campo a buscarme caza; después me guisas un buen plato, como sabes que me gusta, y me lo traes para que coma; pues quiero darte mi bendición antes de morir». Rebeca escuchó la conversación de Isaac con Esaú, su hijo. Salió Esaú al campo a cazar para su padre. Rebeca tomó un traje de su hijo mayor, Esaú, el traje de fiesta, que tenía en el arcón, y vistió con él a Jacob, su hijo menor; con la piel de los cabritos le cubrió los brazos y la parte lisa del cuello. Y puso en manos de su hijo Jacob el guiso sabroso que había preparado y el pan.
Él entró en la habitación de su padre y dijo: «Padre». Respondió Isaac: «Aquí estoy; ¿quién eres, hijo mío?». Respondió Jacob a su padre: «Soy Esaú, tu primogénito; he hecho lo que me mandaste; incorpórate, siéntate y come lo que he cazado; después me bendecirás tú». Isaac dijo a su hijo: «¡Qué prisa te has dado para encontrarla!». Él respondió: «El Señor, tu Dios, me la puso al alcance». Isaac dijo a Jacob: «Acércate que te palpe, hijo mío, a ver si eres tú mi hijo Esaú o no». Se acercó Jacob a su padre Isaac, y éste lo palpó, y dijo: «La voz es la voz de Jacob, los brazos son los brazos de Esaú». Y no lo reconoció, porque sus brazos estaban peludos como los de su hermano Esaú. Y lo bendijo. Le volvió a preguntar: «¿Eres tú mi hijo Esaú». Respondió Jacob: «Yo soy».
Isaac dijo: «Sírveme la caza, hijo mío, que coma yo de tu caza, y así te bendeciré yo». Se la sirvió, y él comió. Le trajo vino, y bebió. Isaac le dijo: «Acércate y bésame, hijo mío». Se acercó y lo besó. Y, al oler el aroma del traje, lo bendijo, diciendo: «Aroma de un campo que bendijo el Señor es el aroma de mi hijo; que Dios te conceda el rocío del cielo, la fertilidad de la tierra, abundancia de trigo y vino. Que te sirvan los pueblos, y se postren ante ti las naciones. Sé señor de tus hermanos, que ellos se postren ante ti. Maldito quien te maldiga, bendito quien te bendiga».
Salmo responsorial: 134
R/. Alabad al Señor porque es bueno.
Alabad el nombre del Señor, alabadlo, siervos del Señor, que estáis en la casa del Señor, en los atrios de la casa de nuestro Dios.
Alabad al Señor porque es bueno, tañed para su nombre, que es amable. Porque él se escogió a Jacob, a Israel en posesión suya.
Yo sé que el Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses. El Señor todo lo que quiere lo hace: en el cielo y en la tierra, en los mares y en los océanos.
Versículo antes del Evangelio (Jn 10, 27): Aleluya. Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mt 9, 14-17): En aquel tiempo, se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?». Jesús les dijo: «¿Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán. Nadie echa un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, porque lo añadido tira del vestido, y se produce un desgarrón peor. Ni tampoco se echa vino nuevo en pellejos viejos; pues de otro modo, los pellejos revientan, el vino se derrama, y los pellejos se echan a perder; sino que el vino nuevo se echa en pellejos nuevos, y así ambos se conservan».
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