Buenos días. Hoy miércoles Cristo en el evangelio trata de expulsar unos demonios, pero los habitantes del lugar (gadarenos), lejos de agradecerlo, le piden que se vaya. Y es que a veces en nuestras vidas no queremos la acción de Dios, porque aunque las cosas vayan mal, parece que preferimos malo conocido. Pero igual que con la desgracia que hemos escuchado en la primera lectura, Dios no deja que el que lo necesita muera, porque si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha y lo libra de sus angustias. Pidamos hoy no acostumbrarnos a que exista el mal, sino que confiemos en la acción maravillosa de Dios que nos acompaña y abrámonos a su acción milagrosa en nuestras vidas. Seamos buenos y confiemos en Dios, porque a los que lo buscan no les falta nada.
1ª Lectura (Gén 21, 5.8-20): Abrahán tenía cien años cuando le nació su hijo Isaac. El chico creció, y lo destetaron. El día que destetaron a Isaac, Abrahán dio un gran banquete. Pero Sara vio que el hijo que Abrahán había tenido de Hagar, la egipcia, jugaba con Isaac, y dijo a Abrahán: «Expulsa a esa criada y a su hijo, porque el hijo de esa criada no va a repartirse la herencia con mi hijo Isaac». Como al fin y al cabo era hijo suyo, Abrahán se llevó un gran disgusto.
Pero Dios dijo a Abrahán: «No te aflijas por el niño y la criada. Haz exactamente lo que te dice Sara, porque es Isaac quien continúa tu descendencia. Aunque también del hijo de la criada sacaré un gran pueblo, por ser descendiente tuyo». Abrahán madrugó, cogió pan y un odre de agua, se lo cargó a hombros a Hagar y la despidió con el niño. Ella se marchó y fue vagando por el desierto de Bersebá. Cuando se le acabó el agua del odre, colocó al niño debajo de unas matas; se apartó y se sentó a solas, a la distancia de un tiro de arco, diciéndose: «No puedo ver morir a mi hijo». Y se sentó a distancia. El niño rompió a llorar.
Dios oyó la voz del niño, y el ángel de Dios llamó a Hagar desde el cielo, preguntándole: «¿Qué te pasa, Hagar? No temas, que Dios ha oído la voz del niño que está ahí. Levántate, toma al niño y tenlo bien agarrado de la mano, porque sacaré de él un gran pueblo». Dios le abrió los ojos, y divisó un pozo de agua; fue allá, llenó el odre y dio de beber al muchacho. Dios estaba con el muchacho, que creció, habitó en el desierto y se hizo un experto arquero.
Salmo responsorial: 33
R/. Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha.
Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha y lo salva de sus angustias. El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege.
Todos sus santos, temed al Señor, porque nada les falta a los que le temen; los ricos empobrecen y pasan hambre, los que buscan al Señor no carecen de nada.
Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor; ¿hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad?
Versículo antes del Evangelio (Sant 1, 18): Aleluya. De su voluntad nos ha engendrado el Padre por la Palabra de la verdad, para que seamos como primicias de sus criaturas. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mt 8, 28-34): En aquel tiempo, al llegar Jesús a la otra orilla, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que nadie era capaz de pasar por aquel camino. Y se pusieron a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?». Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo. Y le suplicaban los demonios: «Si nos echas, mándanos a esa piara de puercos». Él les dijo: «Id». Saliendo ellos, se fueron a los puercos, y de pronto toda la piara se arrojó al mar precipicio abajo, y perecieron en las aguas. Los porqueros huyeron, y al llegar a la ciudad lo contaron todo y también lo de los endemoniados. Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término.
Jesús, Tú no eres un Dios comodón, que se encierra en sus cielos azules y no sale de templos preciosos. Tú has plantado tu tienda entre nosotros, en los barrios más pobres de nuestro mundo, junto a las personas y los pueblos que más sufren.
Señor, haz que también yo siga este camino, que me acerca a la realidad del mundo, a las personas que me necesitan.
Señor, Tú luchaste contra el mal, contra todos los espíritus que atormentan a la gente. No empleaste otra arma que tu amor, amor hasta el extremo, amor que da la vida.
Señor, ayúdame a descubrir los malos espíritus, que hoy no dejan a tus hijos vivir con dignidad: la injusticia, la mentira, el consumismo, la superficialidad; la soledad, la desesperanza, el individualismo, la prisa...
Dame la luz y la fuerza del Espíritu Santo, para luchar contra estos espíritus inmundos, para liberarme de ellos y liberar a otras personas.
Señor, Tú fuiste expulsado de Gerasa porque sus habitantes querían más a sus cerdos que al hombre al que Tú liberaste. Así fueron los gerasenos y así somos, Señor. Nos preocupa más el dinero que las personas. Nos dedicamos a nuestros intereses y caprichos y aplazamos para mañana el amor a los que nos necesitan.
Libéranos, Señor, del espíritu inmundo del egoísmo, para que podamos experimentar la alegría que sólo brota del amor, del servicio y la entrega.
Así te lo pido. Así sea.
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