Buenos días. Rezamos hoy viernes por las vocaciones y por los que sufren por cualquier motivo. Y en las lecturas vemos hoy el sufrimiento. En el evangelio leemos la vocación de Mateo, y la necesidad que el Señor destaca: cuidar de los alejados de Dios, porque son los que más sufren; está preparando una tierra nueva que no será material sino espiritual. No necesitan médico los sanos sino los enfermos. Pedimos para que el Señor nos cuide, nos sane de nuestras debilidades y sufrimientos y nos aumente la fe para entender un poco mejor el amor misericordioso de Dios que mira a sus elegidos. Seamos buenos y confiemos siempre en Dios, que es bueno y es eterna su misericordia.
1ª Lectura (Gén 23, 1-4.19; 24, 1-8.62-67): Sara vivió ciento veintisiete años, y murió en Villa Arbá (hoy Hebrón), en país cananeo. Abrahán fue a hacer duelo y a llorar a su mujer. Después dejó a su difunta y habló a los hititas: «Yo soy un forastero residente entre vosotros. Dadme un sepulcro en propiedad, en terreno vuestro, para enterrar a mi difunta». Después Abrahán enterró a Sara, su mujer, en la cueva del campo de Macpela, frente a Mambré (hoy Hebrón), en país cananeo.
Abrahán era viejo, de edad avanzada, el Señor lo había bendecido en todo. Abrahán dijo al criado más viejo de su casa, que administraba todas las posesiones: «Pon tu mano bajo mi muslo, y júrame por el Señor, Dios del cielo y Dios de la tierra, que, cuando le busques mujer a mi hijo, no la escogerás entre los cananeos, en cuya tierra habito, sino que irás a mi tierra nativa, y allí buscarás mujer a mi hijo Isaac». El criado contestó: «Y si la mujer no quiere venir conmigo a esta tierra, ¿tengo que llevar a tu hijo a la tierra de donde saliste?». Abrahán le replicó: «De ninguna manera lleves a mi hijo allá. El Señor, Dios del cielo, que me sacó de la casa paterna y del país nativo, que me juró: ‘A tu descendencia daré esta tierra’, enviará su ángel delante de ti, y traerás de allí mujer para mi hijo. Pero, si la mujer no quiere venir contigo, quedas libre del juramento. Sólo que a mi hijo no lo lleves allá».
Mucho tiempo después, Isaac se había trasladado del “Pozo del que vive y ve” al territorio del Negueb. Una tarde, salió a pasear por el campo y, alzando la vista, vio acercarse unos camellos. También Rebeca alzó la vista y, al ver a Isaac, bajó del camello y dijo al criado: «¿Quién es aquel hombre que viene en dirección nuestra por el campo?». Respondió el criado: «Es mi amo». Y ella tomó el velo y se cubrió. El criado le contó a Isaac todo lo que había hecho. Isaac la metió en la tienda de su madre Sara, la tomó por esposa y con su amor se consoló de la muerte de su madre.
Salmo responsorial: 105
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. ¿Quién podrá contar las hazañas de Dios, pregonar toda su alabanza?
Dichosos los que respetan el derecho y practican siempre la justicia. Acuérdate de mí por amor a tu pueblo.
Visítame con tu salvación: para que vea la dicha de tus escogidos, y me alegre con la alegría de tu pueblo, y me gloríe con tu heredad.
Versículo antes del Evangelio (Mt 11, 28): Aleluya. Venid a mí, todos los que estéis fatigados y agobiados por la carga, y yo os daré alivio, dice el Señor. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mt 9, 9-13): En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme». Él se levantó y le siguió. Y sucedió que estando Él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo los fariseos decían a los discípulos: «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?». Mas Él, al oírlo, dijo: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: ‘Misericordia quiero, que no sacrificio’. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».
Te doy gracias, Jesús, por tu misericordia. Porque nos amas, Tú el pobre. Porque nos sanas, Tú herido de amor. Porque nos iluminas, aun en lo oculto, cuando tu ternura enciende el mundo. Porque nos guías, siempre delante, siempre esperando.
Te doy gracias, Jesús, por tu misericordia. Porque nos miras desde la congoja y nos sonríes desde la inocencia. Porque nos ruegas desde la angustia de tus hijos golpeados, nos abrazas en el abrazo que damos y en la vida que compartimos.
Te doy gracias, Jesús, por tu misericordia. Porque me perdonas más que yo mismo, porque me llamas, con grito y susurro y me envías, nunca solo. Porque confías en mí, Tú que conoces mi debilidad.
Te doy gracias, Jesús, por tu misericordia. Porque me colmas y me inquietas. Porque me abres los ojos y en mi horizonte pones tu evangelio. Porque cuando entras en ella, mi vida es plena.
Te doy gracias, Jesús, por tu misericordia. Y te pido que me ayudes a ser misericordioso como Tú.
Así te lo pido. Así sea.
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