Li Cheng vivió hace mucho tiempo en una aldea de montaña de China. Tenía la costumbre de irse siempre a la cama con la conciencia tranquila y en paz con sus semejantes. Ayudaba cuanto podía y no se metía en líos. Si tenía un problema difícil, antes de dormirse pensaba en ello con la idea de encontrar una solución durante los sueños.
Un día se enteró por su amigo Lu Ching que una chica de la aldea estaba enamorada de él. Lo malo es que Li no sentía lo mismo y no quería que sufriera por su culpa, así que esa noche se acostó pensando qué podía hacer.
Tuvo un sueño realmente intrigante: Estaba en el borde de un precipicio y divisó en el fondo algo brillante. Como sabía que soñaba echó a volar y se posó al lado de lo que le había llamado la atención. Se trataba de siete dagas clavadas en el suelo por su empuñadura. Cada una tenía una inscripción. La primera decía: "A palabras necias, oídos sordos". La segunda: "Vive y deja vivir". La tercera (que era la más brillante): "Coge el toro por los cuernos". La cuarta: "Anda caliente y que se ría la gente". La quinta: "No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti". La sexta: " Haz bien sin mirar a quién". Y la séptima: "No te fíes ni de tu padre". En eso despertó.
Toda la mañana estuvo pensando en los mensajes de las dagas y llegó a la conclusión de que tenía que hacer caso a los números cinco y seis. Así que se dirigió a la casa de la chica y pidió su mano en matrimonio. Vivieron juntos más de ochenta años hasta que ella murió centenaria. Li Cheng nunca la quiso y la vida a su lado fue un infierno. En el entierro de su esposa, Li le preguntó a su amigo Lu:
- Oye, ¿tú sabes lo que es coger el toro por los cuernos?
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