domingo, 22 de marzo de 2015

ORACIÓN DE UNA NIÑA A SAN JOSÉ (Luis de Trelles)

 Dulcísimo esposo de la Santísima Virgen María, padre putativo de Jesús, gran patriarca de la nueva ley: Te saludo y te felicito por la dicha que alcanzaste y mereciste por tus virtudes ocultas y grande y virginal pureza, de ser padre de Jesús y esposo de María. En memoria de los dones que para nosotros recibiste, te suplico que me adoptes por tu hija, y cubras mi debilidad con el escudo acerado de tu santo patrocinio. Te veo con los ojos del espíritu sentado en el cielo, cerca de tu Hijo Santísimo y resplandeciente de la gloria que destella sobre ti ese sol purísimo, en recompensa de los altísimos dones y mercedes que siempre correspondiste; y me parece verte bajar los escalones de tu trono uno a uno, y luego descender a la tierra para venir a buscarme, y tomarme de la mano, como un padre tierno y cariñoso que conduce a una hija niña y débil. Tú me elegiste por protegida, más bien que yo a ti por protector. Gracias, Santo mío.
No me dejes de la mano, para que no tropiece con los escollos de la vida del mundo. Continúame tu amparo que tan claramente veo en cuantas ocasiones acudo a ti, que nunca me desoyes. Llévame, José, a Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar. Recomiéndame a Él y ruégale por mí, para que me recree muchas veces en su visita en la Sagrada Comunión, y para que permanezca conmigo, como prometió en su Evangelio, viviendo en mi pobre corazón y yo en el suyo. Y tú, hermoso Santo, cúbreme con tu protección como con un escudo impenetrable, que me defienda de mí misma, que soy mi mayor enemigo, y que mantenga limpio el cristal de mi pureza, para que no lo empañe la menor sombra. Y luego, llévame también cerca de la Virgen Santísima, tu excelsa esposa. Sobre todo, Santo mío, no separes tu vista de mí para que no ofenda a Dios, y (para ayudarme) aún en lo temporal: pues soy tan miserable, que de todo necesito.
Dulcifica mis penas alcanzándome: paciencia para ellas; templanza en las alegrías; resignación en las adversidades; obediencia y sumisión gustosa a la voluntad de mis padres y superiores; y pureza en los pensamientos, palabras y obras: para que logre relativamente paz en la vida; y para que te puede llegar a ver resplandeciente en la gloria, como te sueña mi amor filial en el cielo, cerca del Hijo, y con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

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