El venerable sacrificio de la Misa es una representación y reiteración del sacrificio del Calvario que Jesucristo instituyó en la noche antes de su sagrada pasión y muerte para recordar a todos el amor inmenso con que murió por los hombres en el patíbulo de la Cruz. Este perpetuo y adorable sacrificio es el alma de nuestra religión, es el gran pacto de alianza entre Dios y los hombres y el único holocausto de la ley de gracia que ha de durar hasta la consumación de los tiempos. Cuando cese el sacrificio de la Misa, habrá llegado el fin del mundo.
Todas las cosas de este divino sacrificio tienen sublime y misteriosa significación.
El altar representa el monte Calvario donde el Salvador del mundo consumó el gran misterio de nuestra Redención. Es en el altar donde Jesús es crucificado y donde resucita como primicia del rescate de nuestro cuerpo, alma y espíritu. Por lo tanto, el altar también es la representación de Jesús resucitado.
El altar es el centro de la celebración eucarística de la Misa. Por eso se saluda al altar en diversas ocasiones o cuando se pasa delante de él, ya sea para trasladadarse en el Templo, para proclamar alguna lectura bíblica, etc. Es besado por los sacerdotes y diáconos al comenzar la celebración litúrgica, y por quien preside al finalizar.
El crucifijo que se levanta sobre el altar o a su lado y mirando al Pueblo nos dice que allí se representa y renueva el sacrificio de la cruz, que Jesús dio su vida por nosotros y que vamos a resucitar como Él.
Los cirios encendidos no solo sirven de esplendor, sino que también significan la luz de Cristo, que alumbró a los hombres sentados en tinieblas y sombras de muerte.
El misal, donde lee el sacerdote las oraciones y los Evangelios, representa el sagrado depósito de la verdadera fe y piedad cristiana que Cristo confió a su Iglesia.
El cáliz y la patena son vasos sagrados y preciosos que representan la limpieza y santidad de los fieles que han de recibir el cuerpo y la sangre de Jesucristo.
El pan y el vino, los alimentos más conocidos, significan que la Sagrada Eucaristía es el verdadero y divino alimento de nuestras almas.
Son también misteriosos recuerdos de la Pasión del Señor todas las vestiduras sacerdotales.
El amito representa aquel lienzo o pañuelo con que los sayones cubrieron el rostro de Jesucristo cuando le daban bofetadas, diciéndole "adivina quién te hirió".
El alba significa la vestidura blanca que le puso Herodes cuando le hizo pasar como hombre loco.
El cíngulo representa la cuerda con que fue atado el Señor cuando le prendieron en el huerto de Getsemaní y le llevaron preso a diversos tribunales de Jerusalén.
El manípulo nos recuerda los cordeles con que le ataron a la columna cuando en el pretorio de Pilatos fue inhumanamente azotado.
La estola significa la soga que le echaron al cuello cuando llevó la cruz a cuestas en el camino del Calvario.
La casulla significa la púrpura que le pusieron los soldados cuando le coronaron como Rey de burlas y también la túnica ensangrentada de la que le desnudaron para clavarle en la cruz.
Sobre los ritos de la misa los más frecuentes son:
La señal de la cruz la hace el sacerdote unas veces para bendecir las cosas que usa en el santo sacrificio y otras veces sobre la hostia y el cáliz ya consagrados porque allí está presente la misma Víctima sacrosanta que fue inmolada en la cruz por nuestros pecados.
La genuflexión la hace el sacerdote como reverencia a la divina Majestad de Jesucristo que tiene ya presente desde el momento solemne de la Consagración.
La elevación de los ojos al cielo la hace el sacerdote imitando a nuestro Señor, que estando clavado en la cruz levantó los ojos a su Eterno Padre para rogar por los mismos que le estaban crucificando.
La unión de las manos la hace el sacerdote en algún paso de la Misa que pide una gran devoción y recogimiento.
El beso al altar u a otros objetos sagrados lo hace el sacerdote manifestando así su amor y gran aprecio de todas las cosas que sirven al divino sacrificio o representan de algún modo tan augusto Misterio.
Sobre los ritos de la misa los más frecuentes son:
La señal de la cruz la hace el sacerdote unas veces para bendecir las cosas que usa en el santo sacrificio y otras veces sobre la hostia y el cáliz ya consagrados porque allí está presente la misma Víctima sacrosanta que fue inmolada en la cruz por nuestros pecados.
La genuflexión la hace el sacerdote como reverencia a la divina Majestad de Jesucristo que tiene ya presente desde el momento solemne de la Consagración.
La elevación de los ojos al cielo la hace el sacerdote imitando a nuestro Señor, que estando clavado en la cruz levantó los ojos a su Eterno Padre para rogar por los mismos que le estaban crucificando.
La unión de las manos la hace el sacerdote en algún paso de la Misa que pide una gran devoción y recogimiento.
El beso al altar u a otros objetos sagrados lo hace el sacerdote manifestando así su amor y gran aprecio de todas las cosas que sirven al divino sacrificio o representan de algún modo tan augusto Misterio.