AFECTOS DE GRATITUD. Gracias y alabanzas te doy, Salvador y Señor mío, por todos los beneficios que has querido hacer a esta tan vil y miserable criatura. Sobre todo te las doy porque tienes por bien convidarme a tu sagrada Mesa y hacerme participante de Ti mismo y de los inestimables tesoros y méritos de tu sacratísima Pasión. ¡Oh Dios mío y Salvador mío! ¿Con qué te pagaré yo esta nueva misericordia?
AFECTOS DE HUMILDAD. ¿Quién eres Tú, Señor mío, y quién soy yo, para que me atreva a llegar a Ti? ¿Qué cosa soy yo para que pueda recibir en mí a Dios, mi Hacedor? ¿Qué es de sí el hombre sino un vaso de corrupción, heredero del infierno, obrador de pecados, menospreciador de Dios, y una criatura inhábil para todo lo bueno y poderosa para todo lo malo? ¿Pues cómo una tan vil criatura osará llegar a un Dios de tan gran Majestad? Las estrellas no están limpias delante de tu acatamiento, las columnas del cielo tiemblan delante de Ti, los más altos Serafines encogen sus alas y se tienen por unos viles gusanillos en tu presencia, ¿pues cómo osará recibirte dentro de sí una tan vil y baja criatura? El Santo Bautista, santificado en las entrañas de su madre, no osa tocar tu cabeza, ni se halla digno de desatar la correa de tu calzado; el Príncipe de los Apóstoles da voces y dice: "Apártate, Señor, que soy hombre pecador". ¿Y osaré yo llegarme a Ti, yo, que tantas veces te he ofendido?
AFECTOS DE ESPERANZA. Conozco, Señor, mi indignidad, y conozco tu gran misericordia. Esta es la que me da atrevimiento para llegarme a Ti, tal cual estoy: porque mientras más indigno fuere yo, más glorificado quedarás Tú en no desechar ni tener asco de tan sucia criatura. No desechas, Señor, a los pecadores, antes los llamas y los traes a Ti. Tú eres el que dijiste: "Venid a mí, todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os aliviaré". Tú dijiste: "No tienen los sanos necesidad de médico, sino los enfermos; y no vine a buscar a los justos, sino a los pecadores". Pues yo, movido por tan piadoso llamamiento, vengo a Ti, con los resabios de mis pasadas culpas, para que me los quites, y trabajado con mis propias miserias y tentaciones, para que me des refrigerio. Vengo como enfermo al médico para que me sanes; y como pecador al Justo, fuente de justicia, para que me santifiques.
AFECTOS DE PETICIÓN. Mas, ¿quién será digno de tales mercedes? ¿Quién será digno de tales misterios? Solo, Señor, tu misericordia nos hace dignos de tanto bien: y pues sin esta, nadie puede ser digno, ella sea, Dios mío, la que me favorezca, la que me haga participante de este misterio, y agradecido a este tan gran beneficio. Supla, pues, mis defectos tu gracia, perdone mis pecados tu misericordia, disponga mi alma tu espíritu, enriquezcan mi pobreza tus merecimientos, y lave más y más todas las manchas de mi vida tu sangre preciosa: para que así pueda dignamente recibir este venerable Sacramento.
¡Oh buen Jesús! Por aquel inestimable amor y caridad, que te hizo encarnar y morir por mí, humildemente te suplico me quieras limpiar de todos mis pecados, adornar con todas las virtudes y merecimientos y darme gracia para que reciba este Sacramento con aquella humildad y reverencia, con aquel temor y temblor, con aquel dolor y arrepentimiento de mis pecados, con aquel propósito de apartarme de ellos, y con aquel amor y caridad que conviene para tan alto misterio, y con el que se acercaban a él los santos que más te agradaron.
A ti, Reina de todos, invoco para recibir dignamente a tu mismo Hijo.
Dame también, Señor, tal pureza de intención que reciba yo este misterio para gloria de tu Santo Nombre, para remedio de todas mis flaquezas y necesidades, para defenderme del enemigo con estas armas y para sustentarme en la vida espiritual con este manjar. Te ofrezco este Sacramento de amor por la salud de todos los fieles, así vivos como difuntos, para que todos sean ayudados con la virtud inestimable de este divino Sacramento, que por la salud de todos fue instituido. Amén.
A ti, Reina de todos, invoco para recibir dignamente a tu mismo Hijo.
Dame también, Señor, tal pureza de intención que reciba yo este misterio para gloria de tu Santo Nombre, para remedio de todas mis flaquezas y necesidades, para defenderme del enemigo con estas armas y para sustentarme en la vida espiritual con este manjar. Te ofrezco este Sacramento de amor por la salud de todos los fieles, así vivos como difuntos, para que todos sean ayudados con la virtud inestimable de este divino Sacramento, que por la salud de todos fue instituido. Amén.
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