A un alma en pena pregunté quién era,
y el alma contestó de esta manera:
-Son las almas en pena estos maridos
que, muriendo engañados y aburridos,
renunciaron al Cielo y sus placeres
por no encontrarse allí con sus mujeres.
Y yo que te lo cuento
y que he sido tostado a fuego lento,
el Cielo abandoné cobardemente,
por no hallarme algún día frente a frente
de una mujer que, por la Gloria suelta,
trae a la Corte celestial revuelta.-
Dijo, y partiendo con pausado vuelo,
cruzó la tierra sin mirar al Cielo.
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