Séanos lícito ¡oh José glorioso! penetrar un momento siquiera, sin ruido, en la gruta de Belén, y sorprenderte en las primeras alegrías que, para mitigar tus sinsabores en aquel desde entonces sagrado recinto, recibiste. Un pequeño grupo se divisa, y lo forman una hermosísima y delicada doncella, de rodillas, inclinada sobre una cuna en donde reposa un recién nacido: era la Virgen Madre, María, que a tu lado contemplaba al Verbo encarnado. Y tú ¡oh José! eras el esposo de María y debías figurar como padre de Jesús. ¡Oh, qué grandeza y dignidad, qué gozo y alegría intervenir en la portentosa obra de la Redención del mundo! En ti había el eterno Padre declinado su autoridad de Padre, y el Espíritu Santo su título de Esposo; estabas, por lo tanto, íntimamente ligado con la Trinidad Beatísima.
JACULATORIA. Que nuestro corazón sea siempre santuario en donde moren por la gracia las tres divinas Personas. Amén.
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