Buenos días. Que tengamos un feliz martes. Hoy vemos en el Evangelio una reacción de Jesús muy natural, es el dolor porque no entiende cómo las ciudades de Tiro, Sidón y Cafarnaún no descubren la salvación de Dios. Por eso les advierte de que si no se convierten no se salvarán. En castellano tenemos la expresión: “En el pecado llevas la penitencia”, que nos hace comprender que nuestro mal llega por nuestra propia voluntad, que la penitencia o pena es consecuencia de nuestras decisiones. El Señor hoy nos llama a convertirnos, nos invita a descubrir los milagros que hace en nuestra vida y que no los despreciemos, sino que demos gracias por todo lo que nos regala. Seamos buenos, confiemos en Dios y revivirá el corazón.
1ª Lectura (Éx 2, 1-15a): En aquellos días, un hombre de la tribu de Leví se casó con una mujer de la misma tribu; ella concibió y dio a luz un niño. Viendo qué hermoso era, lo tuvo escondido tres meses. No pudiendo tenerlo escondido por más tiempo, tomó una cesta de mimbre, la embadurnó de barro y pez, colocó en ella a la criatura, y la depositó entre los juncos, junto a la orilla del Nilo. Una hermana del niño observaba a distancia para ver en qué paraba.
La hija del Faraón bajó a bañarse en el Nilo, mientras sus criadas la seguían por la orilla. Al descubrir la cesta entre los juncos, mandó a la criada a recogerla. La abrió, miró dentro, y encontró un niño llorando. Conmovida, comentó: «Es un niño de los hebreos». Entonces, la hermana del niño dijo a la hija del Faraón: «¿Quieres que vaya a buscarle una nodriza hebrea que críe al niño?». Respondió la hija del Faraón: «Anda». La muchacha fue y llamó a la madre del niño. La hija del Faraón le dijo: «Llévate al niño y críamelo, y yo te pagaré».La mujer tomó al niño y lo crió. Cuando creció el muchacho, se lo llevó a la hija del Faraón, que lo adoptó como hijo y lo llamó Moisés, diciendo: «Lo he sacado del agua».
Pasaron los años, Moisés creció, fue adonde estaban sus hermanos, y los encontró transportando cargas. Y vio cómo un egipcio maltrataba a un hebreo, uno de sus hermanos. Miró a un lado y a otro, y, viendo que no había nadie, mató al egipcio y lo enterró en la arena. Al día siguiente, salió y encontró a dos hebreos riñendo, y dijo al culpable: «¿Por qué golpeas a tu compañero?». Él le contestó: «¿Quién te ha nombrado jefe y juez nuestro? ¿Es que pretendes matarme como mataste al egipcio?». Moisés se asustó pensando: «La cosa se ha sabido». Cuando el Faraón se enteró del hecho, buscó a Moisés para darle muerte; pero Moisés huyó del Faraón y se refugió en el país de Madián.
Salmo responsorial: 68
R/. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Me estoy hundiendo en un cieno profundo y no puedo hacer pie; he entrado en la hondura del agua, me arrastra la corriente.
Pero mi oración se dirige a Ti, Dios mío, el día de tu favor; que me escuche tu gran bondad, que tu fidelidad me ayude.
Yo soy un pobre malherido; Dios mío, tu salvación me levante. Alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias.
Miradlo, los humildes, y alegraos, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos.
Versículo antes del Evangelio (Sal 94, 8): Aleluya. Hagámosle caso al Señor, que nos dice: ‘No endurezcáis vuestro corazón’. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mt 11, 20-24): En aquel tiempo, Jesús se puso a maldecir a las ciudades en las que se habían realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que en sayal y ceniza se habrían convertido. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, aún subsistiría el día de hoy. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti».
Yo sé que me quieres, Señor, porque eres bueno. Porque tienes un corazón sensible, perdóname; limpia mi vida de todos mis pecados, y de mis continuas caídas, levántame.
Qué alegría tan grande saber que eres mi Padre, y que juzgas a todos con misericordia. Dame tu abrazo de perdón y tu amor cambiará mi corazón, sé mi amigo y caminaré siempre en tu presencia.
Devuélveme el gozo y la alegría, que toda mi vida salte de gozo. Somos amigos: olvida el mal que hice, ayúdame con tu amistad a renovarme y haz que nunca más me separe de Ti.
Que nazca en mí, como una fuente, un corazón puro, y que una voluntad firme crezca en mi. Quiero ver tu rostro alegre a mi lado, que tu fuerza me acompañe siempre.
Señor, dame alegría de tu salvación y un corazón generoso para amarte toda la vida. Les diré a mis amigos que tus caminos son formidables, y a los que pecan sin conocerte, lo bueno que Tú eres. Dame vida, pues yo amo el vivir, Tú que eres el Dios de la Vida, y con ella diré a las gentes que contigo todo es posible.
Abre mi corazón y mis labios para decirte cuánto te quiero. Ya sé que no te contentas con poco y que no quieres de mí palabras vacías. Lo que me pides es un corazón arrepentido; un corazón sincero y noble es lo que quieres.
Sé bueno conmigo y con los otros y fortalece nuestras vidas indefensas. A Ti te ofrecemos nuestra vida cada día, todo lo que somos y tenemos, todo es tuyo. Devuélvenos, te lo pedimos, el gozo y la alegría, y toda nuestra vida salte hoy en fiesta. Somos amigos: olvida el mal que hemos hecho y ayúdanos con tu amistad a convertirnos.
Así te lo pido. Así sea.
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