¡Oh! Alabado San Ignacio de Loyola, te imploro que me protejas de todo mal y peligro que ronde mi entorno. No permitas que nada ni nadie me cause daño o dolor. Tú que encontraste la protección en el Señor, cuídame de los malos deseos de mis enemigos y bendíceme para que pueda cumplir todos mis propósitos sin temor. Defiéndeme del maligno y su cruel ejército de demonios. No permitas que caiga en el valle de la desolación y el sufrimiento. ¡Oh! Santo del Señor, dame refugio bajo tu amparo para que esté protegido/protegida de la maldad. No me desampares hoy ni nunca. Amén.
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