Buenos días. Hoy viernes celebramos el martirio de san Juan Bautista que nos recuerda la pasión y muerte en Cruz del mismo Cristo. Juan es el último profeta del Antiguo Testamento que anuncia la llegada del Mesías. Pero lo hace invitando a la conversión, al cambio de forma de pensar y de ser, invitando a la reconciliación. Por eso la primera lectura de san Pablo insiste en que nuestra conducta sea santa, digna de ser llamados cristianos, de aquellos que se preocupan por buscar el camino de Dios por encima de agradar a los hombres, aunque eso a veces nos pueda significar rechazo por la sociedad. Seamos buenos y confiemos en Dios, que es justo y nos fortalece en todos los momentos de la vida.
1ª Lectura (2Tes 3, 6-10.16-18): En nombre de nuestro Señor Jesucristo, hermanos, os mandamos: no tratéis con los hermanos que llevan una vida ociosa y se apartan de las tradiciones que recibieron de nosotros. Ya sabéis cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo: no vivimos entre vosotros sin trabajar, nadie nos dio de balde el pan que comimos, sino que trabajamos y nos cansamos día y noche, a fin de no ser carga para nadie. No es que no tuviésemos derecho para hacerlo, pero quisimos daros un ejemplo que imitar. Cuando vivimos con vosotros, os lo mandamos: El que no trabaja, que no coma. Que el Señor de la paz os dé la paz siempre y en todo lugar. El Señor esté con todos vosotros. La despedida va de mi mano, Pablo; esta es la contraseña en toda carta; esta es mi letra. La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con todos vosotros.
Salmo responsorial: 127
R/. Dichosos los que temen al Señor.
Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien.
Esta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida.
Versículo antes del Evangelio (1Jn 2, 5): Aleluya. Quien guarda la palabra de Cristo, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. Aleluya.
Señor, ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles. Si me das fortuna, no me quietes la razón. Si me das éxito, no me quites la humildad. Si me das humildad, no me quites la dignidad.
Ayúdame siempre a ver la otra cara de la moneda, no me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo. Enséñame a querer a la gente como a mí mismo.
No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso. Más bien recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo. Enséñame que perdonar es un signo de grandeza y que la venganza es una señal de bajeza.
Si me quitas el éxito, déjame fuerzas para aprender del fracaso. Si yo ofendiera a la gente, dame valor para disculparme y si la gente me ofende, dame valor para perdonar.
¡Señor, si yo me olvido de Ti, nunca te olvides Tú de mi!
Así te lo pido. Así sea.
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