Buenos días. Las lecturas de hoy sábado por la mañana insisten en la petición del Señor: que nos hagamos como niños. Y es que los niños viven confiando en sus padres, tienen inocencia, tienen el corazón y la mente abiertas para amar, aprender y disfrutar de todo lo que viven. No vivamos como viejos amargados y cansados de la vida, sino que seamos como niños y que cada día se convierta en una nueva oportunidad para sorprendernos. Seamos buenos y confiemos en Dios, que nos enseña el camino para vivir felices.
Lectura del libro de Josué 24, 14-29:
En aquellos días, hablaba Josué continuó al pueblo diciendo: «Pues bien: temed al Señor, servidle con toda sinceridad; quitad de en medio los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del Río y en Egipto; y servid al Señor. Pero si os resulta duro servir al Señor, elegid hoy a quién queréis servir: si a los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitáis; que yo y mi casa serviremos al Señor».
El pueblo respondió: «¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses! Porque el Señor nuestro Dios es quien nos sacó, a nosotros y a nuestros padres, de Egipto, de la casa de la esclavitud; y quien hizo ante nuestros ojos aquellos grandes prodigios y nos guardo en todo nuestro peregrinar y entre todos los pueblos por los que atravesamos. Además el Señor expulsó ante nosotros a los pueblos amorreos que habitaban el país. También nosotros serviremos al Señor: ¡porque él es nuestro Dios!».
Y Josué dijo al pueblo: «No lograréis servir al Señor, porque es un Dios santo, un Dios celoso. No perdonará vuestros delitos ni vuestros pecados. Si abandonáis al Señor y servís a dioses extranjeros, él también se volverá contra vosotros y, después de haberos hecho tanto bien, os maltratará y os aniquilará».
El pueblo le respondió: «¡No! Nosotros serviremos al Señor».
Josué insistió: «Vosotros sois testigos contra vosotros mismos de que habéis elegido al Señor para servirle» Respondieron: «¡Testigos somos!».
Josué contestó: «Entonces, quitad de en medio los dioses extranjeros que conserváis, e inclinad vuestro corazón hacia el Señor, Dios de Israel».
El pueblo respondió: «¡Al Señor, nuestro Dios serviremos y obedeceremos su voz».
Aquel día, Josué selló una alianza con el pueblo y les dio leyes y mandatos en Siquén. Josué escribió estas palabras en el libro de la ley de Dios. Cogió una gran piedra y la erigió allí, bajo la encina que hay en el santuario del Señor.
Y dijo Josué a todo el pueblo: «Mirad esta piedra será testigo contra nosotros, porque ha oído todas las palabras que el Señor nos ha dicho. Ella será testigo contra vosotros, para que no podáis renegar de vuestro Dios».
Luego Josué despidió al pueblo, cada cual a su heredad. Y después de todo esto murió Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, a la edad de ciento diez años.
Salmo 15, 1-2a.5.7-8.11 R/. Tú, Señor, eres el lote de mi heredad
Lectura del santo evangelio según san Mateo 19, 13-15
En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase, pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: «Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos». Les impuso las manos y se marchó de allí.
Señor, concédeme el don de ser niño y poder descansar en tu regazo sin vergüenza y sin miedo, pues a medida que crecemos otros intereses nos hacen olvidar que la confianza y la ternura son imprescindibles para madurar y recorrer tus caminos.
Concédeme el don de ser niño para saber mirar a los demás con cariño y transparencia, pues el paso de los años va cargando nuestra vida de suspicacias, temores y envidias que doblan nuestra la espalda y tensionan nuestras entrañas.
Concédeme el don de ser niño para confiar en los demás y compartir gratuitamente, con generosidad y limpieza, lo que de Ti recibo, cada día, para ser feliz; pues el egoísmo, la avaricia y las comparaciones apagan todas las estrellas y encienden nuestras más oscuras vanidades.
Concédeme el don de ser niño; quítame todo lo que me impide llegar a Ti y me aleja de quienes son niños y van llenos de carencias y necesidad; quítame la desconfianza, la doblez y el orgullo que no acepta perderse entre los más pobres. ¡Que recupere, en el cuerpo y en el espíritu, la maleabilidad de la niñez para servir!
¡Vuélveme niño otra vez! Y si así no logro alcanzarte o no logras retenerme, o no me dejo querer, o no aprendo a servir, o creo que soy más y mejor, o no me doy a los que Tú quieres, vuélvete, Señor, a mí y háblame como una madre habla a su bebé.
Así te lo pido. Así sea.
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