Buenos días. Hoy sábado por la mañana las lecturas nos explican que Dios nos regala a todos unas capacidades, y que esas capacidades, si las ponemos al servicio de los hermanos, pueden crecer y multiplicarse porque se suman a las cualidades del prójimo, pero si las guardamos por miedo al final no servirán ni para nosotros mismos. Por tanto, practiquemos mostrar en comunidad nuestra buena habilidad. Seamos buenos y confiemos en Dios, porque hace maravillas en nosotros.
1ª Lectura (1Tes 4, 9-11): Hermanos, acerca del amor fraterno no hace falta que os escriba, porque Dios mismo os ha enseñado a amaros los unos a los otros. Como ya lo hacéis con todos los hermanos de Macedonia. Hermanos, os exhortamos a seguir progresando: esforzaos por mantener la calma, ocupándoos de vuestros propios asuntos y trabajando con vuestras propias manos, como os lo tenemos mandado.
Salmo responsorial: 97
R/. El Señor llega para regir los pueblos con rectitud.
Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.
Retumbe el mar y cuanto contiene, la tierra y cuantos la habitan; aplaudan los ríos, aclamen los montes.
Al Señor, que llega para regir la tierra. Regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud.
Versículo antes del Evangelio (Jn 13, 14): Aleluya. Un mandamiento nuevo os doy, dice el Señor, que os améis los unos a los otros, como yo os he amado. Aleluya.
Señor, Tú nos has confiado muchos talentos, muchas capacidades, muchas posibilidades de crecer y servir (los recuerdo…). Hay talentos muy vistosos: la simpatía, la facilidad de palabra, la fuerza física... Otros talentos están más ocultos: la capacidad de amar, de escuchar, de rezar...
Señor, gracias por todos los talentos recibidos a lo largo de mi vida. Dame sabiduría para reconocer hasta los talentos más ocultos y aquellos que crecen en mí cuando me acerco a Ti y a los hermanos. No permitas que, en vez de agradecer mis talentos, esté continuamente echando de menos los que han recibido otros.
Señor, gracias por todas las personas, por todas las situaciones complicadas que me ayudan a descubrir y desarrollar talentos nuevos, desconocidos. Gracias por ayudarme a poner mis capacidades al servicio del prójimo y del necesitado, de un mundo más hermoso, de una iglesia más evangélica y evangelizadora. Te pido perdón porque no he trabajado todos los talentos, porque muchos han acabado escondidos bajo tierra.
Señor, ayúdame a conocer, valorar, agradecer y trabajar los talentos que me has regalado. Así crecerá la alegría en mis hermanos, en mi corazón y en el tuyo.
Así te lo pido. Así sea.
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