Señor mío Jesucristo, Dios de bondad, Padre de misericordia; me presento ante Vos con el corazón humillado y contrito, y os encomiendo mi última hora, y lo que después de ella me espera.
Cuando mis pies, perdiendo sus movimientos, me adviertan que mi carrera en este mundo está próxima a su fin, Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando mis manos, trémulas y entorpecidas, no puedan ya estrechar el Crucifijo, y a pesar mío lo deje caer sobre el lecho de mi dolor, Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando mis ojos, vidriados y desencajados por el horror de la inminente muerte, fijen en Vos sus miradas lánguidas y moribundas, Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando mis labios, fríos y convulsos, pronuncien por última vez vuestro adorable nombre, Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando mi cara, pálida y amoratada, cause lástima y terror a los circunstantes, y mis cabellos, bañados con el sudor de la muerte, erizándose en la cabeza, anuncien que está cercano mi fin, Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando mis oídos, próximos a cerrarse para siempre a las conversaciones de los hombres, se abran para oír de vuestra boca la sentencia irrevocable, que ha de fijar mi suerte por toda la eternidad, Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando mi imaginación, agitada de horrendos fantasmas, me cause mortales congojas; y mi espíritu, perturbado con el temor de vuestra justicia, por el recuerdo de mis iniquidades, luche con el infernal enemigo, que quisiera quitarme la esperanza en vuestra misericordia, y precipitarme en los horrores de la desesperación, Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando mi corazón, débil y oprimido por el dolor de la enfermedad, se vea sobrecogido por el temor de la muerte, fatigado y rendido por los esfuerzos hechos contra los enemigos de mi salvación, Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando derrame las últimas lágrimas, síntomas de mi destrucción, recibidlas, Señor, como un sacrificio de expiación, a fin de que yo muera como víctima de penitencia; y en aquel momento terrible, Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando mis parientes y amigos, juntos alrededor de mí, se estremezcan al verme, y me encomienden a Vos, Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando, perdido el uso de los sentidos, el mundo todo desaparezca de mi vista, y gima yo entre las angustias de la última agonía y los afanes de la muerte, Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando los últimos suspiros del corazón esfuercen al alma para salir del cuerpo, aceptadlos, Señor, como hijos de una santa impaciencia de ir a Vos, y entonces, Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando mi alma salga para siempre de este mundo, dejando el cuerpo pálido, frío y sin vida, aceptad la destrucción de él como un homenaje que rindo a Vuestra Divina Majestad; y en aquella hora, Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
En fin, cuando mi alma comparezca ante Vos, y vea por primera vez el esplendor de Vuestra Majestad, no la arrojéis de vuestra presencia; dignaos recibirme en el seno de vuestra misericordia para que cante eternamente vuestras alabanzas; y entonces, ahora y siempre, Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
ORACIÓN: Oh, Dios mío, que, al condenarnos a la muerte, nos habéis ocultado su momento y hora; haced que viviendo en la justicia y santidad todos los días de mi vida, merezca salir de este mundo en vuestro santo amor. Por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina con Vos en unidad del Espíritu santo. Amén.
(Del "Devocionario manual arreglado por algunos padres de la Compañía de Jesús", Bilbao 1893)
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