Lleno de confianza acudo a vos, bondadosísimo Arcángel San Rafael, que con tanta solicitud acompañasteis al joven Tobías, librándolo de grandes peligros de cuerpo y alma, y volviéndolo sano y salvo, y colmado de riquezas a casa de sus padres: acompáñenme vuestros ruegos y poderosa intercesión en mi camino por este valle de lágrimas; alcanzadme gracia del Señor para verme libre de las asechanzas del dragón infernal, que procura darme la muerte eterna, precipitándome en el abismo del infierno; y conseguidme de la divina bondad que en la hora de mi muerte me pueda presentar rico de méritos ante el trono de mi Criador y Padre amantísimo, para gozar de su divina presencia por siglos sin fin. Amén.
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