Te adoro, ¡oh llena de gracia!, el Señor es contigo. Te adoro, ¡oh instrumento de nuestra alegría!, por el cual en tu Hijo la sentencia de nuestra condenación se rasgó y mudó en juicio de bendición. Te adoro, ¡oh templo de la gloria de Dios!, casa sagrada del Rey del cielo. Tú eres en Jesucristo la reconciliación de Dios con los hombres. Te adoro, ¡oh Madre de nuestra alegría!, en verdad Tú eres bendita porque solo Tú entre todas las mujeres fuiste digna de ser Madre de nuestro Criador: todas las naciones te llaman bienaventurada, ¡oh María! Si pongo mi confianza en Ti alcanzaré los medios de mi salvación. Si estuviere debajo de tu protección nada temeré, porque ser tu devoto es un escudo impenetrable a los asaltos de mis enemigos.
¡Oh Madre de misericordia, aplaca a tu Hijo! Sí, a Ti, que estás en lo más alto del cielo, todo el mundo reconoce como propiciatorio común de todas las gentes. Nosotros te rogamos, ¡oh Virgen Santísima!, nos concedas el socorro de tus súplicas delante de Dios; súplicas que son más estimables y más preciosas que todos los tesoros de la tierra; súplicas que obligan a Dios a perdonarnos nuestros pecados, y nos alcanzan una gran abundancia de gracias; súplicas que ahuyentan a nuestros enemigos, confunden sus designios y triunfan de sus ardientes esfuerzos.
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