No he de callar, por más que con el dedo
me impongan la orden de guardar silencio;
ya estoy harto de hacer de don Prudencio
o de estar quieto como don Tancredo.
Ya hace tiempo que yo he perdido el miedo,
y cuando hay algo injusto que presencio,
de una u otra manera yo me agencio
para que se oiga a Salvador Freixedo.
Ahora ya nunca callado me quedo
cuando contemplo tantas tonterías
que nos presentan como progresías.
Guardar silencio ante ellas, ya no puedo.
Yo no hablo por hablar, y nunca miento,
digo sinceramente lo que siento.
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