Dios te salve, singular ornamento del cielo y amparo de la tierra; Dios te salve, Madre mil veces dichosa del Rey Eterno. Tú, Señora, después de tu Unigénito Hijo, tienes el imperio de todas las cosas. Ante Ti todas las edades y todas las generaciones inclinan la cabeza; a tus pies se rinde toda la redondez de la tierra; oyendo tu nombre tiemblan los demonios; descubriéndose tu resplandor huyen las tinieblas, y a tu mando se abren de par en par las puertas del cielo...
¡Oh esperanza de los cristianos, después de Jesucristo tu Hijo! ¡Oh reina de misericordia, dulzura de la vida! A Ti suspiro desterrado en este valle de lágrimas; ayúdame, Señora, en mis trabajos, defiéndeme en mis desmayos, y después de este destierro muéstrame el bendito fruto de tu vientre, Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario