jueves, 30 de octubre de 2025

JUEVES 30º T.O. C


Buenos días. Es jueves. Recemos por las vocaciones. Hoy las lecturas nos presentan a Jesús en Jerusalén explicando que, como cualquier profeta, tiene que morir en Jerusalén, porque no piensa abandonar a sus discípulos. Emplea la imagen de la gallina que guarda a sus polluelos del ataque de otras criaturas. Asi es Dios; por eso san Pablo nos invita a alegrarnos, porque nada puede separarnos del Amor de Dios. Ayer nos hablaba el evangelio de la puerta estrecha, que significa ese unirse al Amor de Dios. Hoy san Pablo nos enseña que con su Amor venceremos. Somos sus polluelos y nos cubre bajo sus alas. Seamos buenos, confiemos en Dios y demos gracias a boca llena por su Salvación. 



Texto del Evangelio (Lc 13, 31-35): En aquel tiempo, algunos fariseos se acercaron a Jesús y le dijeron: «Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte». Y Él les dijo: «Id a decir a ese zorro: ‘Yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado. Pero conviene que hoy y mañana y pasado siga adelante, porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén’. ¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido! Pues bien, se os va a dejar vuestra casa. Os digo que no me volveréis a ver hasta que llegue el día en que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!».




Jesús, tú me dices con lágrimas en los ojos: 

¡Cuántas veces he querido acompañarte, consolarte, amarte y darte fuerza; y no has querido! ¡Cuántas veces he querido acercarte y unirte a otros hermanos tuyos, que te necesitan y a los que necesitas; y te has quedado solo, aislado!

Señor, sé que Tú eres fuego y no me acerco a calentarme; sé que tú eres pan y no me acerco a saciar mi hambre; sé que tú eres paz y no me acerco a curarme de mis inquietudes; sé que Tú eres alegría y prefiero quedarme a solas con mi tristeza... 

Prefiero hacer otras cosas y acercarme a otras personas, aunque sé que sólo Tú puedes colmar el gran corazón que me diste.

Señor, que tus lágrimas me conviertan y sepa acercarme cada día a Ti, sin prisa, con absoluta confianza, que sepa dejarme cuidar por Ti, para vivir como un polluelo, seguro y feliz, bajo las alas de su madre. 

Que sepa acercarme cada día a las personas que necesitan de mí y a las que necesito para seguir adelante. Y que no olvide nunca que Tú nunca me olvidas. 

Así te lo pido. Así sea.





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