viernes, 24 de octubre de 2025

VIERNES 29º T.O. C



Buenos días. El viernes se nos invita siempre a descubrir el perdón, la misericordia y amor salvador de Cristo. Por eso san Pablo explica la concupiscencia, que es esa inclinación que tenemos a caer. Por la gracia del bautismo, tenemos la sabiduría y la inteligencia de Dios para escoger lo bueno y el bien. Pero, como nos advierte Jesús en el evangelio, seamos conscientes de lo que nos hace bien y no nos dejemos llevar por las pasiones que al final nos llevan al egoísmo, envidias, etc. Seamos buenos y confiemos en Dios, que si escogemos vivir su voluntad seremos auténticamente felices.



Texto del Evangelio (Lc 12, 54-59): En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «Cuando veis una nube que se levanta en el occidente, al momento decís: ‘Va a llover’, y así sucede. Y cuando sopla el sur, decís: ‘Viene bochorno’, y así sucede. ¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo? ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo? Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».

 



“¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que es justo?” (Lc 12, 54-59)

Señor Jesús ¡qué bien me viene este Evangelio hoy! Vivo rodeado de aparatos y de tecnologías que predicen todo: si va a llover, si vamos a más velocidad, si podemos colisionar con otro vehículo, si hay suficiente gente como para que el semáforo nos facilite pasar… pero con las personas esas tecnologías no llegan, fallan y nunca sustituyen nuestro criterio. Esa pregunta tuya: “¿No sabéis juzgar vosotros mismos lo que es justo?” me llega a lo más profundo del corazón.

Señor Jesús, reconocemos que en muchas ocasiones así es: no sabemos juzgar lo que es justo. Nuestras prisas, nuestras velocidades, nuestras preocupaciones, nuestros intereses, nuestra indiferencia, nuestro egoísmo, nuestras cegueras selectivas, nuestra debilidad… a todo eso y más nos vuelven insensibles y nos convierten en jueces implacables para lo de los demás y en hombres y mujeres que no sabemos juzgar por nosotros mismos lo que es y lo que no es justo.

Señor Jesús, al final de esta semana te pedimos perdón por las veces que no practicamos la justicia, por las veces que no tenemos hambre y sed de ella, por las veces que no vivimos comprometidos por ella: enséñanos tú a mirar contemplativamente la realidad, a arrodillarnos ante ella y a poner el corazón en aquello que acontece.

Haznos mujeres y hombres justos. A tu estilo. Que me dedique menos a predecir y mucho más a dejarme la vida por los otros, por puro amor, por justicia, ese nombre del amor que se ejerce en nuestro modo de contemplar a los otros y de tratarlos como tú, desde la misericordia que no conoce fin.

Así te lo pido. Así sea.








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