lunes, 27 de octubre de 2025

LUNES 30º T.O. C


Buenos días. Feliz lunes. Hoy meditamos en las lecturas sobre la libertad y la salvación que nos ha regalado Cristo. Los judíos entienden que el pecado es causa de dolor y del sufrimiento y por eso quien sufre es por sus propios pecados, pero Cristo ha venido al mundo para que con su vida podamos llevar una nueva vida. San Pablo emplea el término de esclavitud de la ley y la contrapone a la salvación de Cristo que nos ha liberado. Así lo ejemplifica el evangelio con la liberación de la mujer encorvada. Y es que Dios quiere dar Espíritu a las leyes, para que nos ayuden a vivir la liberación del mal. Seamos buenos y confiemos en Dios, que liberta a los cautivos y salva de la muerte.



Texto del Evangelio (Lc 13, 10-17): En aquel tiempo, estaba Jesús un sábado enseñando en una sinagoga, y había una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía dieciocho años; estaba encorvada, y no podía en modo alguno enderezarse. Al verla Jesús, la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad». Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiese hecho una curación en sábado, decía a la gente: «Hay seis días en que se puede trabajar; venid, pues, esos días a curaros, y no en día de sábado». Le replicó el Señor: «¡Hipócritas! ¿No desatáis del pesebre todos vosotros en sábado a vuestro buey o vuestro asno para llevarlos a abrevar? Y a ésta, que es hija de Abraham, a la que ató Satanás hace ya dieciocho años, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura en día de sábado?». Y cuando decía estas cosas, sus adversarios quedaban confundidos, mientras que toda la gente se alegraba con las maravillas que hacía.





“Le impuso las manos y en seguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios” (Lc 13, 10-17)
 
Señor Jesús, gracias.

Gracias porque tengo la oportunidad única de disfrutar de este nuevo día y de esta nueva semana. 

Gracias por todas las personas que durante la jornada se cruzarán en mi camino y serán oportunidad de diálogo, de abrazo, de misericordia, de reconciliación…

Gracias por estar a mi lado, por fijarte en todo aquello que en mí necesita ser sanado.

Gracias por sanar mis heridas y devolverme las energías para seguir dándome a los demás.

Gracias por tener memoria sólo para recordar cuánto amo y cuánto sirvo.

Gracias por tu Palabra, por tus gestos, por tus acciones milagrosas que muestran qué es y dónde está el Reino del que hablas.

Gracias, Señor Jesús, por imponer tus manos sobre mí, por bendecirme, por orar por mí, por enviarme al mundo para que sea semilla de buenas nuevas.

Gracias porque me das de nuevo la oportunidad de alabarte y glorificarte, de reconocer que eres el Señor de mi vida, de poder renovar mi amistad contigo.

Gracias, Señor Jesús, por hablarme al corazón. 

Ojalá al final de esta jornada, con en ese deseo inagotable de que llegue la paz, me haya convertido un poco más en una persona según el corazón de Dios. 

Así te lo pido. Así sea.




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