- Soldadito, soldadito, ¿de dónde ha venido usted?
- He venido de la guerra, de la guerra de Aranjuez.
- ¿Ha visto usted a mi marido en la guerra alguna vez?
- Si lo he visto no me acuerdo, deme unas señas de él.
- Mi marido es alto y rubio, alto y rubio aragonés.
En la punta de la lanza lleva un pañuelo francés.
Se lo bordé cuando niña, cuando niña se lo bordé.
Siete años llevo esperando y otros siete esperaré.
Si a los catorce no viene a monjita me meteré.
- ¡Calla, calla, Isabelita. Calla, por Dios, Isabel,
que soy tu querido esposo y tú mi querida mujer!
Desde muy pequeña, en el colegio, me aprendí ésta linda poesía, y jamás la olvidé. No la olvidé porque me llamó la atención al saber que el soldadito era él. Muy bonita.
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